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Grace

Frustración.

- Imposibilidad de satisfacer una necesidad o un deseo.

- Sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que esta imposibilidad provoca.

Yo estaba frustrada. ¿Cómo es posible que no me pueda librar de mi primo ni siquiera en la escuela? Suficiente tengo con aguantarlo todas las tardes mientras hacía los deberes, ¿y ahora también en el instituto?

Maldita sea la vez en la que su estúpido compañero lo provocó. Ahora la que tenía que soportar su presencia soy yo. Y de paso, maldito el niño que le fue a decir a sus profesores que dos chicos grandes de último año se estaban golpeando mutuamente. A pesar que probablemente de una manera u otra ellos se daría cuenta. Ah, también maldita la chica por la que prácticamente ellos pelearon. Hoy parece ser el día en el que Grace Taylor Russo Harries maldice todo lo que se mueve, dejando de lado a los animales y a los bebés, ellos no tienen porqué aguantar mi frustración.

-Tengo la ligera impresión de que no deseas mi presencia a tu lado -veo que el autobús viene lentamente, es eso o mi carácter está afectando todo mi alrededor, o mi mente.

- ¿Qué te hace pensar en eso, Sean? -acomodo mi mochila marrón en mi espalda y hago sonar mi cuello. ¿Cómo habré llegado a estar en tal posición que doliera mi cuello y brazo?

—Tienes una mirada que irradia de todo menos alegría, gratitud y todos sus sinónimos existentes —voltea su cabeza hacia el autobús que, de pura coincidencia, estacionó justo cuando dejó de hablar.

Subimos, yo antes de él por supuesto, porque Sean Russo es un caballero a pesar que su acompañante sea yo, su prima mayor por un mes que siempre lo molesta y se molesta. Nos sentamos uno al lado del otro en los asientos de atrás, en donde sólo estaba un señor con cara de querer morir ahí mismo y una viejita sonriente con un lindo perrito pequeño, blanco y peludo. Yo del lado de la ventana.

—Mañana te sentarás enfrente de aquí —digo ganando su atención—. Me acostumbré a viajar sola en el asiento, pero hoy te lo permito porque tengo un poquito de frío. Y tal vez tú estés nervioso por tu primer día en un instituto totalmente diferente y más aterrorizante que el anterior tuyo, lleno de abusivos que lo primero que harán será burlarse de tu tonta mochila de colores y la forma en la que llevas el cuello de la camisa.

—No ayudas, Grace —él me mira enojado—. En vez de asustarme más, deberías darme consejos y apoyo moral.

—Lo haré si me compras algo a cambio —él lo piensa un poco y después asiente—. Bien, no hagas nada estúpido o irás a detención —hace una expresión de «no me digas», que da risa, y prosigo—, estarás bien. Tú solo obedece a los profesores, no hables si ellos no te dan permiso, entrega las tareas, no seas escandaloso, trabaja en clase y cuida tu lenguaje.

—No digo malas palabras —dice tratando de defenderse.

—Sí, claro, te creo.

Fácilmente podría hacer una hoja completa de todas las palabras insultantes que él usa a menudo, y todavía me faltaría papel y tinta para terminar. Bueno, quizá exagero un poco, pero dramatizar de vez en cuando no hace daño a nadie.

—Como sea —habla Sean y acomoda su mochila en sus piernas—. ¿Me voy a sentar contigo?

Algo que en definitiva amo de nuestra relación de primo/prima/mejores amigos es que puedo contar con él en absolutamente todo, puedo contarle cualquier cosa, que no tenga que ver con chicos, hacer idioteces con él y nos molestamos para después seguir hablando como si nada hubiera pasado. Y bien, sabe que soy tímida, y que suelo sentarme en un rincón en la cafetería con los auriculares puestos escuchando mi música, leyendo los libros que deja Nick o los que leo porque me gusta.

Cuando me deprimo diciendo que soy rarita, él simplemente dice que algunas personas somos solitarias. Y después dice que soy genial y que soy su prima favorita, cuando soy su única prima.

Me encojo de hombros restandole importancia. —Siéntate donde quieras, porque seas de mi sangre no significa que tengas que estar a mi lado siempre.

—No es solo porque somos familia, primos o no, me caerías bien así fuésemos simples compañeros de instituto —gruñe enojado—. ¿Sabes qué? Olvídalo, me sentaré contigo, y me da igual si no quieres —abro la boca para protestar, pero él pone su dedo índice en mis labios—. No digas nada.

Lo miro enfadada y lo empujo un poco, él me ve confundido con una expresión de «¿qué demonios pasa contigo?», y señalo al frente, a la ventana donde se aprecia el gran edificio con un letrero con letras enormes que se lee como “Morrison High”.

Grayson

Detengo el coche en frente de la casa de Ryan y toco el claxon, él sale como alma en pena de su casa y al llegar al lado de mi coche, abre la puerta.

— ¿Qué pasó para que salieras así? Parecías sacado de una película de terror —él se encoge de hombros y entra tirando su mochila café a los asientos traseros.

—Mamá me quería para que le hiciera un favor, no sé exactamente cuál pero seguro equivalía a que yo me cansara, y no me pagaría, ¿sabes? Creo que piensa que soy una especie de esclavo para así ella no hacer nada.

Río y niego con la cabeza, le indico que cierre la puerta y él lo hace. Luego arranco tranquilamente hacia el instituto.

—No entiendo porqué quieres que te pague por un solo favor, tú exageras mucho. Además, si pides algo te lo dan, eres adinerado después de todo, ¿no?

—No lo entiendes, eres muy pequeño aún —arrugo la frente.

— ¿Muy pequeño? Sólo soy menor que tú por dos semanas.

—Yo —ignora lo que dije—, no quiero vivir a base del dinero de mis padres, quiero valerme por mí mismo, quiero hacer mi propio dinero y al gastarlo en babosadas, estar orgulloso de ello.

—Estás loco —señalo.

—Voy a conseguir trabajo —me vuelve a ignorar e instintivamente ruedo los ojos—. ¿Qué opinas? Tal vez en el cine, o en alguna tienda de electrónica o cómics. Incluso tiendas de música, ahí llegan chicas lindas.

—Tienes novia —le recuerdo.

—Lo sé, lo sé. Pero vamos, no puedo dejar pasar a una chica linda —volteo a verlo y alzo una ceja—. Bien, buscaré trabajo en cualquier lugar donde casi no pasen chicas lindas. La tienda de cómics sería fantástico, y la de electrónica igual, pero a Rachel le gustan los cómics, podría regalarle algunos con el descuento de empleados, si es que hay, o con mi sueldo. Si hago eso, no lo gastaría en babosadas como anteriormente dije, sino en obsequios para mi linda novia.

Yo a su lado me quedo corto si nos ponemos a pensar cuánto habla cada uno.

—Hablas mucho —declaré.

—No —lo piensa mejor—. Bueno, tal vez sí un poco, pero no es mucho mucho demasiado, ¿ves? Si fuera un parlanchín hablara hasta en las horas de clase, pero no. No soy bueno esquivando a los profesores como tú, así que me mandarían directo a detención. Creo que soy un excelente comunicador, pero sé cuándo callarme. Y también con qué personas hablar sin parar, como contigo, Rachel y los chicos.

—Sí, confirmado, Ryan Matthews es un loro.

Ambos reímos a carcajadas, hasta que detengo el coche en el estacionamiento del instituto, agarramos las mochilas de los asientos de atrás y salimos.

Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora