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Grace

Después de todo, a Sean no le fue tan mal el primer día como él pensó que le iría. Entrar una semana después de todos, para él, fue difícil. Puesto que la primera semana dejaron más tarea de la esperada por todos, porque los profesores nos odian y les encanta vernos sufrir. Se puso al día, con mi ayuda claro, porque yo soy la mejor prima del mundo, con todas las materias entre el lunes y el martes. Y copió mi tarea de Biología. Así como yo copié la suya de Historia.

Todo va de maravilla, nada fuera de lo común. Aunque cuando él se presentó en la clase de Química y mencionó que también se apellida Russo, el profesor preguntó si éramos familia, y me apuntó, por lo que todos me miraron. Sean dijo que sí, que éramos primos y a mí me pareció oír suspirar de alegría a un par de chicas. Creo que eso y el hecho de que muchas chicas de primer año me vieron mal cuando ambos nos fuimos a una de las mesas de en medio de la cafetería, porque me obligó, fueron los únicos momentos malos del día. Y yo que pensaba que sería horroroso tener que ir todos los días con Sean al mismo instituto.

Hoy era jueves, cuarto día para Sean en la cárcel, cuando dijo esa expresión yo prácticamente me estuve riendo como loca por unos dos minutos, hasta que me calló. Nos encontramos en el autobús de camino al instituto, y ahora él iba en el asiento de adelante al mío, pero se había volteado, o sea que ocupaba todo el asiento, el que se supone es para dos personas, pues él estaba cómodo así.

— ¿Sabes a quién he notado que te ve en clases de Español? —hago una cara de «¿qué?», que provocó una pequeña sonrisa de su parte—. No sé cómo se llamará el chico, pero es uno que se sienta dos sillas atrás de la tuya. Te mira todo embobado.

—Deja de decir estupideces, Sean.

—No son estupideces, es la verdad. ¿Has visto un chico que usa anteojos azules, tienes ojos cafés y siempre lleva bien el cuello de la camisa?

—Oh, sí, déjame ver, es que sé de más de veinte chicos con esa misma descripción —me mira ofendido, gracias a mi comentario sarcástico. Es decir, ¿qué clase de descripción es esa? Aparte, yo nunca volteo a la parte trasera del aula, ahí están los chicos lindos, y si ellos están, y me miran, me voy a sonrojar como una manzana, una pequeña y tonta manzana con problemas de autoestima. Manzana roja, no verde, por si acaso.

—Aunque yo no te recomendaría tener algo romántico con ese muchacho .

— ¿Por qué? —arrugo la frente.

—No es tu tipo —eso no tiene sentido.

—Y según tú, ¿cuál es mi tipo? —ataco molesta. Si yo no sé cuál es, mucho menos lo sabe Sean.

—Mi respuesta no es muy estructurada. Pero en definitiva él no lo es.

—Mejor hablemos de otra cosa, ¿no crees? —él asiente—. Bien, dime si te interesa alguien de la cárcel.

Él sonríe y vuelve a asentir. —Louisa Jones.

— ¿Louisa? ¿Una de las animadoras?

—Sí —contesta. No tengo nada en contra de las animadoras, pero a mi parecer son muy... ¿optimistas? No creo que esa sea el adjetivo adecuado, pero lo dejaré ahí porque no se me viene otra cosa a la cabeza.

—Genial —como si estuviésemos sincronizados, tomamos al mismo tiempo las mochilas, él la suya de colores, y ya la mía marrón.

El conductor estaciona una esquina antes del instituto y bajamos.

Grayson

Hoy jueves hay entrenamiento, este lindo cuerpo no se mantiene por sí solo. Ryan también es del equipo, y ver a las animadoras practicando al mismo tiempo de cuando nosotros, los del equipo de baloncesto, es muy alentador. Excepto ver a Rachel y a Louisa, eso sería raro. Porque Rachel tiene a Ryan, y Louisa... ella es mi amiga, y ahora está interesada en un chico que no quiere decirnos quién es. La única pista que nos dio, fue que es nuevo. Lo cual es tonto, porque hay muchos nuevos, estamos en la segunda semana, siguen siendo nuevos. Ni siquiera le dijo a Rachel, que no es su mejor amiga pero se llevan bien.

En este preciso momento nos encontramos en la cafetería, en nuestra mesa de siempre. A mi lado está Ryan y al otro Louisa. Se supone que hablamos de gimnasia, del nuevo profesor que está gordo. Louisa es como la hermana perdida de Ryan, ¿saben? Hablan sin parar, fácilmente podríamos estar hablando por teléfono y yo podría ir al baño y ellos ni se darían cuenta, aunque tal vez Ryan sí, él me conoce demasiado.

— ¿Saben qué significa tener un profesor de gimnasia gordo? Nos hará hacer mil cosas mientras él sólo usa el silbato y nos dice qué hacemos mal —comenta Ryan, mientras todos asienten, excepto Cody. Él siempre ha sido el más “calmado”, no está en ningún equipo y es el más callado. Cuando estamos en gimnasia solemos molestarlo porque es el menos atlético de nosotros.

—No puedo creer que hayan quitado al original. Ése señor me caía bien, y al menos nos enseñaba cómo hacer las cosas —dice Ryan con la boca llena.

Aquí el caso es que esta semana llegó el nuevo profesor. No sabemos por qué quitaron al anterior, puesto era bueno. Sus razones habrán tenido.

Nos callamos cuando vemos pasar al más nuevo, con una niña a su lado a la que no logro verle el rostro. Creo que es la misma que el profesor de Química señaló cuando se presentó. Ni siquiera ahí logré verle el rostro, siempre está cabizbaja y su fleco le cubre una parte de ésta. Así que no sé cómo es, aunque siendo sincero no me interesa mucho.

—Ese Sean Russo es muy lindo —comenta Rachel, dándole una miradita a Ryan, que de repente se puso rojo hasta las orejas.

—Sí —alenta Louisa. Volteo de nuevo hacia el ojiazul, que se sentó junto a la chica en una mesa donde sólo están ellos dos, no se acerca nadie. La niña nos da la espalda y él está opuesto a ella, así que le sonríe a las dos chicas en nuestra mesa. La muchacha le pega en la frente y él se soba mientras, al parecer, se queja. Yo reí.

—Si no hubiera dicho que él y ella son primos, yo diría que parecen novios —digo yo, aún con la vista sobre ellos dos. Ahora Sean hace muecas mientras la ella mueve los hombros, riéndose supongo.

— ¿Verdad? —Louisa mantiene una cara histérica. Agarra la manzana en su plato y le da un mordisco.

—Ey —llama Cody a todos, justo cuando Sean le tiraba una uva a la chica—. ¿Hicieron la tarea de Literatura?

Abro los ojos. Demonios. Sabía que algo me faltaba.

—Sí —contestan todos, excepto yo.

— ¿No la hiciste, Grayson? —Ryan se voltea a mí y sonríe burlón.

— ¡Iba a hacerla! Pero empecé a ver televisión, y luego vi la Play Station, se miraba muy solita, y yo soy un dueño genial —ahora que lo pienso, eso suena patético. Suspiro—. No pueden enviarme a detención, hay entrenamiento, ¿o sí?

Después de todo, el profesor Nicholas sí me envió a detención, traté de pedirle compasión porque tengo un compromiso. Estuve casi toda la clase tratando de que cambiara de opinión, pero él se negaba. Perdí parte de mi dignidad. Iba a ir a detención por la tarea de Literatura.

No fue hasta que Sean le dijo: —Vamos profe, déjelo pasar.

Él lo meditó un momento, mirando fijamente al ojiazul, hasta que suspirando dijo: —Bien, pero esto queda entre nosotros —yo asentí alegremente—. Pero te dejaré el doble de tarea, para mañana. Y si no la entregas, sí irás a detención —después de decir eso, sonó la campana indicando el cambio a la última hora—. Son libres, menos tú, Grayson.

Al final, la tarea que me dejó no era tan complicada como en algún momento pensé que sería.

En Biología busqué a Sean para darle las gracias, pero estaba muy concentrado escribiendo algo en la libreta de su compañera, creo que era la chica con la que siempre se junta, y ella estaba cómodamente apoyada sobre la mesa mientras usaba sus brazos como almohada. Decidí no molestarlos.

No pude darle gracias a Sean.

Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora