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Grace

El dolor de cabeza suave después de aquel casi accidente no cesaba a pesar de seguir al pie de la letra las indicaciones que el doctor nos dio a mis padres y a mí. Por suerte no fue nada grave, chocar con unas cuantas mesas a comparación de una camioneta con el tamaño al doble del coche de Grayson, no pasó a nada más que heridas leves y una noche en el hospital.

Hablando de Grayson, gracias a Dios está completamente bien. Claro, tomando en cuenta que casi yo fui la que recibió un golpe de la bolsa de aire en casos de accidentes. Lo único que, al parecer, le ocurrió para que actuara así como actuó, fue un bajón de azúcar. Nada grave, gracias al cielo.

Lo bueno de todo esto fue la semana de incapacidad por mi esguince en la muñeca izquierda grado uno al querer detener la bolsa de aire.

Lo malo; luego tuve que ponerme al día con las clases perdidas. Fácilmente yo hubiera escrito las clases todos los días que tocaban, le hubiese pedido los cuadernos a Sean, puesto que yo soy diestra; pero la pereza me ganó. Y no iba a desperdiciar la oportunidad de ser atendida.

Es decir, ¡vinieron mis abuelos! Y la comida de la abuela es deliciosa. Sin olvidar las ricas bebidas que el abuelo sabe hacer. Lastimosamente sólo se pudieron quedar tres días. Después me tocó la comida de tía Frida, que si bien es rica, no se compara al toque que mi querida abuela le da.

También visité a Grayson. Cuando fui por primera vez a su casa con la ayuda de, no se asusten, Ryan, me recibió su madre.

Le pregunté si su hijo se encontraba ahí, comunicándole que era una muy buena amiga suya y la chica que lo acompañaba en el casi accidente. Me dejó pasar con Ryan, y me fue diciendo lo linda que yo era —tanto físicamente como mentalmente al ir a ver a su pequeño, la cito—, y me señaló la habitación de él.

El rubio estaba postrado en su cama. Está dormido, pensé. Pero Ryan sólo se aventó a su lado gritando que sus personas favoritas lo venían a molestar. Me tomé eso como un halago.

Grayson abrió los ojos dispuesto a golpear a su mejor amigo, pero su expresión sufrió un pequeño cambio al verme plantada en las faldas de su enorme cama.

Por cierto, me sorprendió mucho lo ordenada que está su pieza. Siempre me lo imaginé como el tipo: llego a echarme y dejo todo a donde caiga.

No es que yo sea así. Pff, obvio no.

Como sea, volvamos al asunto.

Lo primero que el chico dijo a su amigo fue «Ojalá le hayas salido con tus estupideces». Me reí mucho con eso. Porque la verdad, él y yo hicimos las paces. Terminó siendo un gran chico, celoso de mí ya que “quiero quitarle a su amigo”. Y con eso comprobé todo lo que Grayson me dijo de él; es un hablador de primera. No existe ser que lo haga u obligue a callar.

Estuvimos alrededor de tres horas acompañándolo en su soledad. Dijo que ahora, coger un volante ya no sería lo mismo. Lo entiendo, ahora para mí ir de copiloto no será igual.

Cerca de las seis de la tarde llegué sola a mi casa. El hielo para mi muñeca de las siete me esperaba gustosamente. También la cena. El sándwich de queso y jamón que nos dio la señora Cooper no me llenó por completo. Así que, a petición mía, comimos una pizza familiar.

Luego me fui a mi habitación para arreglar un poco las cosas que al día siguiente tendría que llevar al instituto. Lo bueno es que existen los casilleros, y eso aminora un poco mi esfuerzo por llevar todos los libros y libretas que “necesito”.

Dormí plácidamente. Disfruté cada segundo de sueño hasta que me correspondió despertarme. Hice mi rutina, pero con cuidado de no volver a molestar mi muñeca. Créanme, cuando me quería levantar de la camilla en el hospital, sufrí y grité como si estuviera poseída por el maldito demonio. Recuerden que yo siempre he sido una completa dramática.

Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora