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Grace

—... y, cuando él me llamó y yo me giré para verlo, porque, obviamente, me había llamado, él me... ¡Ey! ¡Te estoy hablando! —golpeo ligeramente el hombro de la que dice ser mi mejor amiga, haciendo que ella me mire de mala gana. Claro, todo esto eran susurros llenos de indignación.

— ¿Qué? —dice. Mi indignación crece aún más.

— ¿Cómo que qué? ¡No me has prestado atención!

—Lo siento, estaba distraída...

—Ay, ¿en serio? No te creo —pasé mi mano izquierda por mi mejilla derecha, puesto que justamente un mosquito me picó y odio que pase eso.

—Es que... —se acercó más a mí, procurando hacer el mínimo ruido posible con su silla—. ¿Soy yo, o Sean se mira más lindo que de costumbre?

Frunzo el ceño y miro a mi primo.

—Yo lo miro igual de tonto y bruto que siempre —manifiesto en broma.

Vaya, con que Melissa y Sean... Rayos, lo siento por Louisa.

—No hables así de él —vuelve a su posición e intenta prestar atención; pero yo sé que no le gustan las matemáticas—. Me va a dar un inmenso dolor de cabeza si sigue hablando cosas que no son de mi interés. ¿Crees que si me invento un desmayo me dejen ser libre?

—Quizás, deberías intentarlo —guiño un ojo. Ambas nos quedamos calladas al sentir la regla del profesor sonar con fuerza en nuestra mesa.

— ¿Saben algo, señoritas? Si alguien me dijera que es capaz de cumplirme un deseo, le pediría que dejaran nuevamente darle a los alumnos unos buenos castigos. Nada de dejarlos sin receso, sino de ponerlos a cargar sus sillas por una hora, o copiar las clases parados —en este punto ya todas las miradas estaban sobre nosotras dos—. Es la segunda vez que les digo que guarden silencio, la tercera y se van

Mel y yo indicamos un «sí» con la cabeza. Una vez que se da la vuelta y que todos retoman su atención al pizarrón, mi compañera hace una mueca e imita al señor.

Li tirciri y si vin —guardé mi carcajada para más tarde. Entonces pude ver que cierta persona estaba muy concentrado en entender las fórmulas que el profesor daba. Por Dios, Grayson es muy lindo.

[...]

—Entonces... —dejo mi comida en la mesa roja—, tú y Sean, eh.

—Entonces, tú y Grayson, eh —nos sentamos una al lado de la otra.

No sé porqué, pero ninguno de los demás se ha asomado por la puerta de la cafetería. Así que estábamos solas. Agarré mi sándwich entre las manos, y le di una mordida enorme. Tenía tanta hambre.

— ¿Shabes? —hablé hacia Mel—. Yo creo, que tú y mi primo harían una bellíshima pareja —bebo de mi jugo. Ella también devoraba su hamburguesa como si nunca hubiese comido una. Dios, la última vez que fue a mi casa compramos hamburguesas.

—No me ilusiones, por favor —acercó su mano a la cara y se secó una lágrima falsa.

— ¿Por qué Grace haría algo así? —dos pares de mochilas fueron tiradas al piso, junto con cuatro bandejas llenas de comida. Después de eso, mi primo, Rachel, Louisa y Cody se sentaron en las bancas.

Sean está junto a Mel. Repito: Sean está junto a Mel.

—Nada, Tay nunca haría algo así —la sonrisa más fingida fue dirigida a mi persona, proveniente de Melissa. Cody se sentó en silencio a mi lado.

Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora