20

534 48 20
                                    

Grayson

No entendía el hecho del porqué las semanas pasaban más rápido de lo común. Ya casi estábamos en Septiembre. El clima empeoraba y cada día sentía menos ganas de ir al instituto. Tenía frío, creía que moriría de hipotermia como Jake, o Jack; pero con resfriado y casi muerto seguía asistiendo a clases, como un zombi, pero iba.

No dudé ni un segundo para meterme al edificio, sin ser seguido por mi mejor amigo. Adentro lo divisé, caminando de la mano junto a Rachel. Y recordé que hace mucho que no tenía una salida con alguna chica, ni siquiera salía con Ryan porque se la pasaba con su novia. Es decir, ¡yo también tengo derechos sobre él!

Recuerdo que mi última cita fue la que tuve con mi odontólogo para la revisión hacía una semana atrás. ¿Saben quién no tiene caries pero de igual manera se asustó como un niño pequeño por ir al consultorio? Así es, Grayson Cooper. Pero el miedo aumentaba siendo que nadie me acompañaba, fui solo y eso empeoró las cosas para mi yo temeroso.

Ya, en serio. La última salida “de verdad” que tuve con una chica fue en la que fui a la cafetería con Grace. Por Dios, le prometí una segunda y hasta el momento no he dicho ni pío de ese tema. Me le declaré y aún así no he tenido otra cita con la muchacha.

Grace y Melissa hasta ahora se habían unido mucho, y eso que la última ni una semana llevaba aquí. Y ambas eran tan diferentes. Pero aun así parecían congeniar muy bien.

Caminé hasta dar con mi casillero y cuando ya había guardado las cosas innecesarias, apoyé la cabeza en el pedazo de metal rojo. Odiaba estos días, teníamos toda la semana entrenamiento, y si el señor regordete lo quería, podía pedirle al director que les dijera a los otros profesores que a los del equipo de baloncesto nos dejara ir al gimnasio para hacer más horas de las que ya hacíamos.

Sentía que de a poco me hundía y no hallaba forma de salir a flote. Los problemas en casa continuaban, yo estaba enfermo, tenía al entrenador respirando en mi cuello y no tenía compañía a mi lado. Nada, ni mamá, ni papá, ni mis amigos. Estaba solo contra lo que se avecinaba.

O bien, estaba así hasta que una mano se puso en mi hombro con delicadeza. Giré un poco la cabeza y logré ver que Grace me observaba con empatía y una sonrisa amigable.

Amigable...

—Hola —dijo y después de mirar con exactitud mi rostro hizo una mueca de desagrado—. Te ves fatal.

—Me siento fatal —corregí sonriendo. Hice la espalda erguida y arreglé un poco mi cabello. Me di la vuelta para verla de frente. Ella abrió más los ojos y rápidamente dirigió su diestra a mi frente.

—Estás ardiendo.

—Me lo dicen seguido —quise bromear.

—No juegues, tienes fiebre.

Resoplé y me dejé toquetear un poco más por la chica. Dios, si seguía así va a terminar por volverme loco.

O más loco de lo que ya estás.

El director anunció hace un par de días que teníamos que hacer un cambio de uniforme, del normal al de invierno. Así que, por lo menos el frío no era tanto como lo sentiría con el usual.

Grace me miraba con sus hermosos ojos azules y sentía que me moría. Olvídense de lo que dije anteriormente, ella ya me tiene loco.

— ¿No te has tomado algo?, ¿una pastilla?, ¿remedio casero?, ¿quieres ir a la enfermería? —no dejaba de preguntar por montones.

—Me tomé una pastilla antes de venir aquí —respondí—, mi mamá no sabe hacer remedios, y no, no quiero ir a la enfermería —y vi la oportunidad—. ¿Pero sabes qué sí quiero?

Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora