Grace
Camino siguiendo a Sean como puedo, porque él es un tonto deportista que camina rápido sin cansarse, mientras como una manzana que él mismo me dio. Creo que nunca antes había visto a mi primo tan nervioso como hoy, ¿dónde está el chico seguro de sí mismo? ¿en una alcantarilla? Sin poder evitarlo, me río de mi propio pensamiento y luego me callo cuando soy consciente de que el conserje me vio.
—Mis piernas están temblando —siento cómo choco contra la mochila colorida que lleva Sean en su espalda y hago una mueca de dolor, ¿cuál era la manía de traer botella con agua? Yo nunca traigo una botella, más carga y no me gusta.
—Tranquilo —llevo de nuevo la manzana hasta mi boca y doy una gran mordida—. Vas a quedar, ya verás.
Si bien no era la más optimista y la menos apta para dar ánimos y consejos, no iba a hacer que mi primo se sintiera mal y no tuviera la confianza que tanto lo caracteriza. No soy una desalmada. Me había dado la tarea de tener que darle apoyo moral sin tener que recibir algo a cambio, porque comúnmente soy así si se trataba de cualquier miembro de mi familia.
Sean se sacudió de cuerpo entero e hizo tronar los dedos de sus manos, hizo respiraciones para relajarse y empezó de nuevo la caminata. Llegamos a la cancha y me indicó que lo esperara en las gradas, no renegué en ello. Dejándome su mochila, fue corriendo a cambiarse por un tonto traje verde, a pesar que ese era justo el verde que me gustaba, el clarito, me pareció un poco ridículo. Me senté unas gradas más arriba de donde los integrantes del equipo de baloncesto se encontraban, y me puse a jugar en mi teléfono. ¿Por qué descargué este juego? Es cansino. Arrugando la frente vi todo el campo. No había mucho sol, puesto que era tapado por nubes y gracias al cielo no hacía calor. Noté que Sean hablaba con otros chicos que llevaban puesto el mismo uniforme. Rodé los ojos y conecté los auriculares a mi teléfono.
Luego regresó mi primo nervioso y asustado. Las palabras de ánimo son esenciales en casos como estos. Después de una pequeña charla motivacional se alejó y yo volví a lo mío.
Recordé que había dejado un libro en el bolso de Sean, así que me dispongo a rebuscar en su mochila. Hasta que siento que me miran, entonces levanto la cabeza e inmediatamente mis ojos se conectan con los de un chico, éste sonríe y yo, inconscientemente, me sonrojo y vuelvo la mirada al libro que ahora tengo bajo mi dominio.
Demonios, deja de mirarme.
[...]
— ¡Russo! ¡Hay que festejar! —un muy emocionado Sean tira una lata hacia mi dirección y la agarro en el aire. Limpio un poco la parte en donde se toma, para proceder a abrirla y beber de ésta. Cierro los ojos con fuerza cuando siento un pequeño ardor en la garganta y lanzo un «agh» muy parecido a un gruñido.
—Estás exagerando —hablo después de dejar la lata, de refresco claramente, en la mesa de la cocina—. Oye, tienes gripe, no puedes tomar de esto.
—No me importa, después de todo es sábado, y este hermoso cuerpo lo sabe —hace un pequeño baile a la vez que vuelve a tomar. Giro los ojos y me concentro en leer todo lo que contiene la bebida. Esto no es para nada saludable, pero está de más decir que me importa un pepino.
— ¿Cuándo empiezas a ir a los entrenamientos? —me levanto de mi asiento y reviso las alacenas en busca de algo con lo que compartir el refresco. Galletas de chocolate, delicioso.
—El lunes —responde para después abrir el refrigerador y sacar algo que no tengo idea de qué será.
— ¿Tendré que esperar por ti una hora? —di que no, por favor.
—Sí —rayos. Al parecer, a Sean le gusta revisar el sitio web del instituto, en donde hoy por el mediodía comunicaron quiénes son los que estarán en todos los equipos. Y Sean quedó, por lo que ahora quiere “celebrar” tomando coca cola. Es muy gracioso. Pero también quiere que yo lo espere en sus entrenamientos, y como buena prima, iré. A pesar de tener que desperdiciar una hora y algo de mi aburrida tarde.
Y lo que más me enoja, o preocupa, es que ahí está el chico. Es uno de sus nuevos compañeros. Será parte del círculo social de mi primo, y también los demás. Oh, demonios, Sean se irá con ellos, se sentará con ellos, comerá con ellos, y yo volveré a mi burbuja asocial que suele espantar a cualquiera.
¿Qué haré sin Sean? No puedo prohibirle irse, de todos modos es su vida y yo no soy nadie para restringirle con quién puede estar y con quién no. Sería demasiado egoísta y claramente a él le importaría un pepino yo. Y mientras él está con sus amigos, yo me quedaré de nuevo sola en las clases, en el almuerzo, en el autobús y en las tardes.
Estoy siendo muy pesimista, ¿no?
[...]
—Espera aquí, Grace —apunta con su índice las gradas donde estoy sentada y espera hasta que yo digo sí con el gesto de la cabeza. Él levanta ambos pulgares mientras sonríe y se va corriendo donde sus compañeros lo esperan.
A mí nunca me interesaron los deportes, es algo que aborrezco con todo mi ser, pero como siempre Sean es todo lo contrario a mí, él resultó ser un aficionado a todos ellos, pero el que más le gustaba es el baloncesto. Por eso simplemente me obligó a aprenderme cómo se juega y de qué va. De hecho, todos los hombres de la familia Russo se fascinan viendo o jugando cualquier cosa relacionada con deportes, y en cambio, Sabrina, mi prima mayor, y yo no mostramos interés alguno hacia ellos. Excepto el tenis, a ambas nos encanta, y eso es algo que nadie parece entender.
El que mis tíos, primos y Nick se reúnan en mi casa los domingos para ver algún partido es muy habitual.
El uniforme de los de baloncesto no es nada del otro mundo, es rojo con blanco, y atrás de cada camiseta hay un número y un apellido de cada jugador. Russo 27. Grandioso, ¿verdad?
—Hola —mi piel se pone de gallina, algo asqueroso, y miro a mi izquierda donde se encuentra el chico de la última vez sonriendo—. Soy Grayson.
Automáticamente miro en dirección a donde se supone debe estar Sean, pero desapareció. El idiota desapareció.
Volteo de nuevo hacia el chico y esbozo una pequeña sonrisa tímida, aunque he de decir que si me estuviera viendo ahora mismo, aseguraría que es más una mueca que una sonrisa.
—M-me llamo Grace —me odio por tartamudear y ni siquiera decir hola. Pero a pesar de que yo probablemente esté tan roja como el interior de una sandía, su sonrisa no se fue ni por un segundo. Y seguía viéndome. Y cuánto odiaba eso, es lo peor que le puedes hacer a alguien como yo. ¿Es que no puedes mirar hacia otro lado?
Una tercera persona hace acto de presencia, y agradezco a Dios su misericordia con respecto a mi persona.
—Hola Grayson —mi primo saluda con su mano, y su cabello se mueve ya que está un poco largo. Tiene que contárselo pronto. Frunce la frente claramente confundido y habla—: No quiero sonar chismoso y mucho menos alguien enojado, pero ¿qué haces con mi prima?
—Eh... —raramente, he notado que los hombres se revuelven el cabello al estar nerviosos, y claro, Grayson, no es la excepción—, pues... solo venía a... saludar —dijo alargando la última sílaba. Y casi río, porque aparte de alargarla la hizo sonar un poco más ronca.
—Oh, bueno, ¿Grace? —me giro hasta Sean, mientras él trata de decirme algo con los ojos, pero he de mencionar que nunca fui buena en esto de hablar a través de una simple mirada. Y él lo sabe, pero de igual forma sigue tratando de que hablemos por medio de miradas, pero yo no tengo remedio.
—Yo ya me voy, un gusto, Grace —ni siquiera me dio tiempo a darle algún gesto o algo, porque se fue caminando con velocidad hasta la cancha, rechinando con sus zapatos.
Grayson
Soy un idiota.
[N/A]
No bebé, no sos un idiota :c
Éste capítulo es nuevo, en el 8 aclaro un poco más. Gracias a las que me dijeron que algo andaba mal, porque de ser por mí, ni cuenta me daba. :v
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Grace & Grayson
Teen FictionGrace era tímida. Grayson le hablaba a todo el mundo. Grace pasaba desapercibida. Grayson llamaba la atención. Grace tenía dinero. Su padre era empresario y su madre psicóloga. Grayson también tenía dinero. Su padre era un buen arquitecto y su mad...