Grace
—Sam, déjame entrar —saco el bolígrafo de entre sus manos, ganando una mirada de desaprobación. Tiro la pluma, que claramente confundí, hacia algún lugar del jardín en donde había una larga fila que incluso llegaba hasta el frente de mi casa. Esto es magnífico.
—Soy el señor Russo para ti, Taylor.
—Compartimos el apellido. Ahora quita este feo lazo rojo y déjame entrar de una buena vez.
Lanza un «ash, bien» que hace que agradezca infinitamente al cielo. Paso por la puerta e inmediatamente siento el olor a cigarro y alcohol. Demonios, chicos, ¿qué rayos hicieron? Respondo mi pregunta tonta con sarcasmo y dejo de lado el hacerme autobullying cuando veo uno de los jarrones favoritos de tía Frida en cientos de pedazos distribuidos alrededor de la mesa al lado del sofá de la sala.
Oh por Dios.
Debí quedarme en mi habitación con las ventanas cerradas y la calefacción encendida. A pesar de que aquí no se siente el frío, puesto que con tanta gente lo helado es lo de menos.
Llego a las escaleras que van al segundo piso y busco algún rostro familiar. Nada. Bufo y camino hacia arriba para ver si ahí conozco al menos a alguien. Bingo.
— ¡Grace! ¡Qué gusto verte de nuevo! —uno de los chicos con los que suelo compartir mesa en las cenas de papá aparece entre medio de toda la gente en el pasillo. ¿No saben que en un pasillo nunca se debe quedar parado? Por algo es pasillo.
—Hola... —oh, ¿cómo se llamaba? —. Igualmente es un gusto.
Vaya suerte la mía, eh. No puedo creer que la última cena haya sido hace un par de semanas y ya se me olvidaran los nombres de todos. Aunque en mi defensa, en la mesa somos como quince jóvenes, siendo yo la única mujer. “La próxima generación”, dijeron los adultos hace unos siete años más o menos.
El hecho de que haya demasiado ruido de fondo pone mucha más dificultad a la hora de querer hablar con el pelirrojo.
— ¡Me invitó tu primo Sam! ¿No es genial?
No sabes cuánto, muchacho de nombre que no recuerdo. Creo que es Andrew. ¿O era Daniel? Diablos, no tengo ni idea.
— ¿Has visto a Sean?
—Sí, tiene ojos azules, cabello castaño y es alto —estoy a nada de tirarle el jugo que tiene la chica rubia que está a unos metros. Fuera agresividad de sábado.
—Me refería a si lo has visto hace poco, en esta casa.
—Oh, en ese caso, sí, lo he visto. Se fue con una chica a la terraza, o lo que creo es la terraza —bien, entonces él y esa chica deben estar haciendo cosas que no quiero ni imaginar. Ahora el problema es; ¿qué hago?
Nada. Mente en blanco. Cero.
Todo esto no es de mi incumbencia, de hecho, ni siquiera debería estar aquí. Mis padres dijeron fuerte y claro: "No queremos que te metas en líos", siendo que ellos saben que yo no mato ni a una mosca. Mis tíos les dijeron a Shane y a Sabrina, los supuestos encargados, que no querían que los policías llegaran a su casa. ¿Qué hicieron? Ambos se fueron a quién-sabe-dónde con quién-sabe-quiénes. Y claro, Sam y Sean no pudieron dejar la oportunidad de organizar una fiesta.
Listo, me rindo.
Agradezco al pelirrojo enfrente mío y doy media vuelta, yéndome lo más lejos de esta casa.
Pero, como todo en lo que respecta a mi persona, algo sale mal cuando tropiezo con el pie de alguien dando de golpe con el piso de madera de la segunda planta.
Grayson
Abro los ojos asombrado, viendo cómo la castaña cae haciendo sonar el piso. Así que fue ella con lo que mi pie fue a dar.
Si bien no soy el chico más distraído que lleguen a conocer, cuando dejo de estar en la tierra y me meto en lo más oscuro de mi mente, puede haber cualquier desastre y yo no me daría cuenta. Justo como ahora. Sigo pensando y pensando y ni siquiera he ayudado a la ojiazul que se tropezó por mi culpa. Por lo que, dejo de lado el pensar tanto y me arrodillo frente a ella para luego ayudarla a levantarse.
—Dios —por lo menos no se desmayó. Y por lo manos tampoco estábamos cerca de las escaleras.
— ¿Estás bien, Grace? —agarro su brazo y la llevo a rastras hasta una habitación, que por mi suerte, es el baño. Un baño gigante.
—Sí, creo que sí. Espera, ¿t-tienes un gemelo, Grayson?
Es peor de lo que pensé.
—No, no tengo un gemelo. Y si lo tuviera, no nos vestiríamos igual.
Logro ver una pequeña sonrisa a través del fleco que cubre su rostro.
—S-si yo tuviera una gemela, la obligaría a hacer mis exámenes —eso es muy tierno. Me da la espalda y se quita el cabello en su cara, para mirarse en el espejo. Mientras tanto, yo opto por ver cada detalle de este baño. Es más grande que el mío. En realidad, todas las casas de esta calle son más grandes que la mía.
Oh por Dios. ¡La puerta de la bañera se abre automáticamente! Es genial.
—Caramba —giro la cabeza de nuevo en dirección a ella, quien por cierto, se nota preocupada.
— ¿Qué ocurre? —me acerco lentamente. Hasta que veo su cara completamente roja.
—Mi piel es muy delicada. Medio golpe y se mira como si fuera una boxeadora profesional después de un encuentro con otro boxeador profesional —lo que puedo decir al respecto de esto, es que Grace habla rápido. O tartamudea. Aunque eso es muy lindo para mí.
Oye, Grayson, tienes a Grace Russo frente a ti, ¿y no la has invitado a salir? Qué vergüenza me estás dando, Cooper. ¡Ni siquiera le pediste disculpas!
Inconscientemente, mi mano va a parar a mi cabello mientras lo revuelvo estrepitosamente. Nervios. Incomodidad. Desesperación. Todo repentinamente.
—Oye -aclaro mi garganta. La chica me mira con curiosidad a través del espejo y sonreí. Y ella también sonrió. Y luego ya no sentía inseguridad— ¿Quisieras tú ir con...?
Ambos volteamos hacia la puerta blanca, donde un Sean muy tranquilo llegaba tocándose el pantalón. Y con expresión afligida.
Perfecto.
[N/A]
Sean ya apareció, pero en el peor momento. 7u7r
Lo prometido es deuda.
Lo único que espero de este capítulo es que wattpad no cambie los guiones. :c
¡Hasta el viernes! :D
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Grace & Grayson
Fiksi RemajaGrace era tímida. Grayson le hablaba a todo el mundo. Grace pasaba desapercibida. Grayson llamaba la atención. Grace tenía dinero. Su padre era empresario y su madre psicóloga. Grayson también tenía dinero. Su padre era un buen arquitecto y su mad...