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Grace

Cuando me veas rodeada de gente hablando y animada, probablemente me verás como la oveja negra. Es muy gracioso, porque en unos libros cuando se refieren a ese término, quieren dar a entender a alguien rebelde entre los obedientes, a alguien extrovertido entre los callados, alguien malo entre lo que la sociedad califica como bueno. Pues bien, en mi caso tal vez es todo lo contrario; yo soy la única que permanece con la boca cerrada en esta mesa repleta de ruido.

Mientras todos hablaban de no-sé-qué, yo estaba centrada en mi mundo de personajes literarios y vida perfecta de protagonistas.

¿Dónde está mi Alex Markov? ¿Mi Patch Cipriano? ¿Mi Travis Maddox? ¿Dónde se quedaron varados, bebés?

Y en eso se resumía mi vida. Cuando no estoy hablando con alguien de cualquier tema, que sea de mi agrado o por pura cortesía, estoy deseando tener una vida de acción y aventura. No una vida con monotonía.

La única vez en la que soy realmente feliz, y no un ochenta por ciento, es quizás cuando visito la finca. Con mi familia reunida, con los “trabajadores” de mis abuelos y con los animales. Many, tiene por nombre el caballo que me dieron los abuelos en mi décimo cumpleaños, a pesar de que él está todo el tiempo lejos de mí —su dueña original—, se encuentra con personas que sé que lo cuidan y lo quieren, pero no es igual.

Y no es cuando la mano de Rachel pasa frente a mi cara, que me veo a mí misma siendo el centro de atención de la mesa, y con la mirada completamente perdida de lo que sea que ocurra alrededor mío.

Siento el rostro tan caliente como la vez puse mi mano en la estufa con treinta y seis grados.

Tal vez no tenía porqué mencionar eso.

Bajo la mirada, viendo cómo mi sándwich está desparramado en la bandeja roja. ¿Ese queso es siquiera comestible? Supongo que sí, por eso pagan mis padres a este instituto.

— ¿En qué mundo andas, pequeña Grace?

—Anda pensando en libros. Sólo en eso.

Me abstengo a responder de mala forma ante lo dicho por mi primo, porque en serio que no vale la pena; así que simplemente lo ignoro mirando hacia los demás, los cuales tienen la expresión de incertidumbre que la mayoría de veces, soy yo la que la tiene.

—No es nada. Sigan hablando.

Agarro una rodaja de tomate que estaba entre todo el revoltijo que las cocineras hacen llamar por sándwich.

Las siete personas con las que me siento, automáticamente prosiguen con su conversación de amigos de la que me gustaría ser seguidora; mas no tengo idea de cómo hacer para que eso suceda. A pesar de que siento el peso de la mirada de cierta persona que he estado evitando, sigo con lo que me impuse anteriormente; jugar con mi comida.

— ¿Escucharon esa m*erda que dijo el profesor Nicholas? Me cae mal. La vez pasada llegué tres minutos tarde a su estúpida clase y me riñó. Y cuando uno de los otros llega como diez minutos después de la hora indicada, no le dijo nada, ¡nada!

Sonrío en mi interior mientras miro de disimuladamente a Sean, quien también me mira a mí por lo que dijo Ryan.

¿Y si les digo que “el profesor Nicholas”  es como un tío para nosotros dos?

Nah, van a pensar que tiene preferencia para nuestro bando.

—No deberías decir eso —Luisa frunce la frente a la vez que mira al castaño con dureza.

— ¿Por qué no? Después de todo, ¿quién le diría algo?

Yo.

—Nadie, ¿cómo crees? —succiono a través del popote el zumo de manzana que, probablemente junto a las uvas, es lo único que puede llenarme el estómago verdaderamente.

—Bien —alargando la «e», Grayson sonríe a medias mientras me ve, a lo que yo le correspondo amablemente con una pequeña sonrisa de lado—. ¡Sean! ¿Cómo te sientes en el equipo?

Nuevamente me hundo en mis pensamientos.

Grayson

¿Soy yo, o justamente este día Grace está más linda de lo común?

Hablo y hablo, tratando que de alguna manera, ella note mi presencia, aunque parece más sumida en su cabeza que cualquier otra cosa. En serio, es la persona más distraída que he conocido.

Suena la campana indicando que, lastimosamente para los estudiantes, toca entrar de nuevo a las clases junto a los profesores llenos de amargura y repulsión por los jóvenes, por el futuro.

Todo ser en esta cafetería acata las instrucciones que el director da cuando llega diciendo en gritos «¡Vayan todos a sus aulas! ¡No quiero a nadie aquí!»

Amargado, pienso.

Con mucha pesadez y paciencia, avanzo con Grace a mí lado hacia la fila de alumnos que desean largarse de una buena vez a sus casas, yo incluido. Dejo la bandeja roja en la pila junto a las decenas más de bandejas. Y Grace todavía va detrás de mí.

Historia, la asignatura en la que definitivamente me va mejor. Nótese el sarcasmo, por favor.

Bien podría saltarme esta clase, pedirle a uno de los chicos que me hiciera el favor de decirle a la maestra que la comida de la cafetería me hizo daño y que tengo diarrea. Pero no. Desde que ver a cierta chica se volvió mi pasatiempo favorito, trato de ir a todas mis clases y a acercarme lo más posible a su anatomía, con el mínimo morbo posible.

Al llegar al aula escucho una de las tantas peleas entre primos en las que he tenido muchas veces el honor de presenciar, aguantando la risa y casi mojando mis pantalones. ¿Qué tan infantil es pelear por quién se sentará en la izquierda y quién irá a la derecha? Si al final la gracia es no quedarse parado y poder acostarte en la mesa mientras “escuchas” a la profesora parlotear sin parar de guerras y descubrimientos.

Pero su pequeña batalla improvisada es afectada por la maestra, quien llega cual policía vigilando a los presos. Con odio y repugnancia hacia cualquier ser inferior a ella.

— ¡Grace y Sean! ¿Van a seguir peleando? Porque si es así, tomaré cartas en el asunto —los mira con un enojo que deja claro el porqué no está casada—, ¿saben qué? Quiero que los dos se separen. Sean irás con Ryan. Grace, agarra tus cosas y vete con Cooper.

La chica mira a la señora con desconcierto y confusión. Entonces voltea en mi dirección. Como dato, todos se han quedado callados con la aparición de la mujer y sus chillidos de cuarentona.

Reafirma su agarre en la mochila marrón en sus manos, y, a regañadientes, se acerca poquito a poquito hacia donde mi apreciado compañero —Ryan— tiene su trasero adherido como zapato a su suela. Y no es hasta que la chica está justo enfrente de él, que se levanta maldiciendo todo. Un casi inaudible «gracias» es lanzado por Grace cuando el chico pasa a su lado con el ceño fruncido. Y se sienta a mi derecha.

Vaya, esto será mejor de lo que alguna vez pude desear.

[N/A]

Confieso que tengo una relación amor-odio con Grace.

¿Les comenté que tengo exámenes esta semana? Pues, maravillosamente, me llegó la inspiración justo cuando tenía que estudiar c:

Pues bien, espero que les guste este capítulo (NO FUE BIOLOGÍA), y que wattpad no me cambie los guiones:))

¡Hasta el viernes! *seré libre para ese día*












Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora