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Grayson

Durante una semana completa me sentí la persona más afortunada que alguna vez hubiese pisado la tierra. No, aguarden un momento... Me siento la persona más afortunada.

Es decir, ¡besé a Grace! Por Dios, ha sido la mejor experiencia que me pudo haber ocurrido.

Todo fue tan... fantástico. Rayos, fue perfecto. Y ni imaginar lo que pasó después.

En todos los demás días se le veía más relajada y con la hermosa sonrisa que ella tiene. Hasta su primo le preguntó el porqué de su actitud, a lo que ella respondió que había decidido hacer un pequeño cambio en su vida. Claro, después de eso me volteó a ver y sonrió complacida. Luego Cody dijo que tenía que hacer algo y se fue.

No me pasaba por alto el que mi amigo con anteojos sentía... cosas, por Grace. Tampoco me sorprendería, porque aunque a mí me duela en lo más profundo de mi ser, él y ella son casi idénticos en la forma de pensar y actuar. Sólo que Cody nunca se ha dormido en clases, y siempre ha entregado todos los deberes. Y por supuesto, Grace es chica... Una muy linda, y...

— ¿Qué demonios te pasa, maldito? —alzo un poco la cabeza para observar a mi mejor amigo, quien tiene el ceño fruncido en su totalidad, y que me mira como si yo fuese lo más repugnante del universo.

— ¿Eh? —me levanto del piso del gimnasio, y me dirijo hacia las gradas en donde, para mi suerte, está ella.

Ryan lanza un quejido lleno de dramatismo atrás de mí. Entonces siento una mano en mi hombro, girándome. El castaño está bastante alterado.

— ¿Dónde quedó el amor? —de repente él tenía los ojos cristalizados. ¡Pero maldita sea! ¡Vete al club de teatro y deja de jugar baloncesto!

—No tienes ningún derecho en decirme algo así; el primero en abandonar al otro, fuiste tú. Y lo sabes.

—Ay, vamos. Nunca te abandoné.

—No, claro que no —me despojo de su agarre y vuelvo a emprender mi camino hasta la ojiazul.

Una vez en una grada debajo de su anatomía, sonrío lo mejor posible y hago una pequeña reverencia.

—Buenas tardes, señorita Russo. ¿Cómo se encuentra hoy?

Y por poco se me olvidaba. ¿Recuerdan aquellos cambios que mencioné anteriormente? Pues uno de ellos era su sentido del humor. Se reía más, y se lo manifesté. Dijo que usualmente se ríe mentalmente por las cosas que decimos, pero sólo en un cuarenta por ciento, lo demás se la pasa pensando en cosas de las que nadie tiene conocimiento.

—Buenas tardes, señor Cooper. Me encuentro maravillosamente. ¿Y sabe qué? Hoy hace un día espléndido —la adoro demasiado. Escucho algunos gritos pronunciando mi nombre, supongo que es porque el entrenador está a punto de llegar y yo sigo aquí coqueteando como una chica de primer año.

— ¿Es lo suficientemente espléndido para salir a pasear? —ella se ruboriza.

—Tal vez —contesta cinco segundos después. Con eso es suficiente para darme los vastos ánimos y aguantar otro día al entrenador.

[...]

— ¿Sabes? En una parte de mi mente, me imaginé que por ir a pasear, te referías a un parque o algo; no a un zoológico —mi linda acompañante deja de ver a los monos para dirigirse hacia mí, masticando el algodón de azúcar que se había comprado minutos antes.

Yo en ningún momento especifiqué dónde iríamos, porque en realidad yo tampoco sabía. Pero cuando llegué a mi casa para cambiarme, mamá estaba viendo un documental de animales salvajes en un canal de televisión. Se iluminó el foco encima de mi cabeza, diciéndome que sería buena idea ir a ver a los leones, los pingüinos, los elefantes, las jirafas... y los monos. Sin duda, el mono era, es y será mi animal favorito.

Pero para Grace parecía ser el animal que menos amaba.

—Diablos, Cooper. ¿Podemos ir a ver a las aves? —poco a poco se iba alejando de la reja que separa a los animales con nosotros. Uno de los más pequeños quería acercarse a ella. ¿Los animales son capaces de enamorarse de las personas?

—Espera un rato, ya iremos.

— ¡Pero él me mira como si yo fuera su comida! ¡Y es obvio que no! —frunció el ceño y dio dos pasos al frente, para estar frente a frente con el pequeño—. ¿Entiendes? No soy tu comida, amigo. Ahora vete con tu madre o algo.

Lejos de hacerle caso, el animalito hizo gestos y le agarró a Grace la cinta roja que llevaba en el cabello.

—Te adora —comento aguantando la carcajada que lucha por salir a luz. Pero yo soy más fuerte que eso.

— ¿Tú crees? Yo pienso que me odia —nuevamente se dirige al monito, dispuesta a reclamarle por lo suyo —. Mira, pequeño, esa cosa es mía, bueno, técnicamente es de mi mamá pero la uso yo porque a ella no le gusta; pero da igual, devuélvemela, por favor —rogó y rogó con la sonrisa más tierna que pude haber visto en mi vida, hasta que él accedió y se la regresó—. Eres un buen chico, gracias.

Ver a Grace tratar con un animal ha sido lo mejor de mi tarde.

Grace

Hablar así con ese monito ha sido lo más ridículo de mi tarde. Claro, no es lo más inmaduro que he hecho en mi vida, pero sin duda no es algo de lo que yo querría contarle a mis hijos.

Me acabo de sentir como en Besar a un Ángel. Por poco pensaba que el que estaba a mi lado era Alex Markov, pero lastimosamente no fue así.

Lo positivo de todo esto es que Grayson me rodeó con su brazo mis hombros diciéndome lo linda que me comporté con el pequeño animal. Y que después de eso fuimos a ver las aves. Y que ahí fue mi turno de reír luego de que un loro loco le estuvo “gritando” cuando él trató de hablarle amigablemente.

No tengo la más mínima idea de dónde Grayson haya sacado la rara cosa de ir al zoológico. Pero vamos, no me arrepiento de nada.

—Eres muy tierna cuando quieres, eh.

—Por Dios, rubio. Era un animal, uno muy lindo como molesto —manifiesto.

Estábamos en su coche, sin movimiento existente. Ya habíamos llegado a mi casa, y no sabía si mis padres ya se percataron de nuestra llegada, o si miraban a través de la ventana a su unigénita.

—Aun así, te veías muy linda hablando con el mono.

—Olvídalo, me veía tonta —resoplé y apoyé mi cabeza en el vidrio.

—Estabas hermosa —dijo, y yo me puse roja—. Estás hermosa —el rojo inundó mucho más mi rostro.

—Eh... ¿gracias? —capté movimiento en la casa de mis tíos, teniendo que agudizar mi vista para lograr ver a todos mis primos, por orden de estatura, viniendo hacia nuestra dirección, tan serios como si fueran soldados enviados a la guerra—. Grayson —susurro—, mi familia está a punto de llegar aquí, y probablemente nos molesten a ambos, así que....

— ¿Te bajarás ya? —giro mi cabeza donde él, y me lo encuentro sonriendo de lado, yo asiento con pena —. Bien.

—Bien.

Silencio absoluto. Malditos primos que aparecen siempre cuando yo no quiero.

—Nos vemos el lunes.

—Sí —contesto. Este es el momento incómodo y triste al que no deseaba llegar—. Hasta luego.

Abro la puerta del coche, y cuando estoy por salir completamente del vehículo, el rubio me llama provocando que me dé la vuelta para verlo.

Y me besa.


Grace & GraysonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora