Chica misteriosa.

Capítulo 41.

Cuando me despierto al día siguiente, David me está dando la espalda. La tiene llena de arañazos e incluso tiene algunos moratones. Sigo desnuda. Me doy una ducha y me pongo la ropa interior. Como no me apetece vestirme, me pongo su camiseta de “Rompe Ralph”. Le hago una foto dormido. Dejo el móvil a un lado y le beso en la mejilla.

-Despierta – le susurro.

Abro los ojos y me mira.

-Buenos días.

-Buenos días, peque.

-Te he dejado la espalda completamente marcada. Lo siento.

Se ríe.

-No pasa nada. ¿Me ducho y nos vamos?

-Vale. Te he cogido esta camiseta. - me levanto para que me la vea. - Ya sabes que me encanta.

-Te queda bien. Me la regaló una fan.

-Tienes unas fans increibles. - me siento a su lado en la cama y me empieza a acariciar el brazo.

-Ya lo sé.

Se echa a un lado y me tumbo con él. Sigue acariciándome el brazo.

-Te quiero. - le digo

-¿Cuánto?

-Mucho.

-¿Cuánto es mucho?

-No lo sé. Te quiero mucho.

-Pero mucho, ¿cuánto?

-Pues... Mucho. El amor no es algo fácil de medir. - hace una mueca. Sonrío – quiero decir, la longitud se puede medir con metros, los líquidos con litros. Pero no hay medida fija para el amor. Así que, te quiero mucho y punto.

Sonríe.

-¿Me quieres mucho? - asiento - ¿Mucho, mucho? - vuelvo a asentir – Pues yo te quiero más.

-No me gusta que la gente que mienta. -le digo

-No miento.

-Sí. Es imposible querer a alguien más de lo que te quiero yo a ti. Vete a ducharte ya, quiero montarme en todo – alargo las dos “o” de todo y gesticulando. Me levanto y detrás él. Se va hacia el baño.

-Estás muy sexy así – le saco la lengua – Y yo te quiero más – dice antes de cerrar la puerta.

Sonrío y me muerdo el labio inferior. Como suelo hacer en estos casos, me tumbo en la cama boca arriba y reflexiono la situación. Acabo de perder la virginidad con mi chico, con el que llevo 6 meses, que tiene 9 años más que yo y que es genial.

Suspiro y me hago una pregunta muy obvia y a la vez complicada de contestar: ¿Estoy enamorada? ¿Tan enamorada como para dejarlo todo por él en este mismo instante? ¿Tanto como para mudarme con él a cualquier lugar con solo un par de vaqueros, unas cuantas camisetas y ropa interior? ¿Tanto que no pudiera continuar sin él? ¿Tanto como para...?

Pero David interrumpe mis pensamientos.

-¿Piensas salir así a la calle? Te vas a helar de frío.

-¿Me dejarías que me helase? ¿No me calentarías?

-¿Para qué? ¿Para que me vuelvas a arañar la espalda? Paso.

Hago una mueca.

-Aquí la que se tendría que quejar sería yo, que me duele incluso un poco las ingles.

-¡Mentirosa!

Le saco la lengua.

-¿Me dejas tu camiseta?

Se encoje de hombros. Me pongo unos vaqueros y las converse. David se termina de vestir y desayunamos. Pasamos todo el día montándonos en las atracciones y haciéndonos fotos. Volvemos al hotel y comemos.

-Mañana por la mañana tenemos que dejar el hotel. El avión sale por la tarde. ¿Te apetece dar una vuelta por Paris?

-¡Claro!

-¿Sabes hablar Francés?

-Algo se de lo que doy en el instituto.

-Genial. Yo no tengo ni idea.

Me río.

-¿Vemos las fotos?

-Vale.

Se sienta en la cama con la espalda apoyada en el cabecero, con la piernas abiertas. Me siento en el hueco que queda entre sus piernas y empezamos a ver las fotos. Creo que no nos hemos dejado a ningún personaje por fotografiar. Tenemos muchísimas fotos.

Nos echamos la siesta y por la tarde volvemos a montarnos en todo lo que podemos. Vemos el desfile. Cenamos y volvemos al hotel y nos dormimos.

Nos levantamos y terminamos de hacer las maletas. Visitamos París y nos hacemos la típica foto romántica delante de la Torre Eiffel. Me regala una sudadera de color rosa con una mini torre eiffel negra pintada en el centro. Comemos en un restaurante de comida francesa y vamos hacia el aeropuerto. Cogemos el avión y volvemos a Madrid. Me esperan mi madre, mi hermano y... ¡Sorpresa!