"PREFACIO"

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Tras aparcar su bicicleta, se dispuso a las escaleras de la escuela. Camino con pasos lentos y cortos, con las manos en los bolsillos, sin despegar la vista del frente... Su corazón se aceleró al máximo cuando una melena azabache se atravesó en su camino. ¿No podía ser ella? Era imposible que estuviera frente a sus ojos, y aún más que vistiera el mismo uniforme que él.. ¿Acaso no la había dejado días antes en la otra punta del mundo? Se pregunto, mientras sus zancadas ibán tomando más velocidad.
Con forme se acercaba, el olor de su fragancia exótica le confirmo que era ella. Lo supo incluso antes de tomarla por el hombro y girarla hacía él.
La pelinegra se sorprendió, pero tardo solo un segundo en reconocerlo. Las pupilas se le dilataron y sonrió tan ampliamente que mostró toda su blanca y perfecta dentadura.
El joven la abrazo fuerte. —Pensé que tendría que esperar un año para volver a verte— le dijo aliviado de que no fuera así. Desde que se despidió y subió al avión, sentía que ya no era el mismo. Que su corazón se había partido irremediablemente.
—Ah mi padre lo transfirieron aquí..— le explicó ella. No pudo seguir, Gabriel tenía algo que simplemente la dejaba sin habla. Así fue durante los seis meses que duro el intercambio estudiantil. El muchacho la jalo por el brazo, para ocultarse detrás de las gradas, cuando vio que su hermano menor y su mejor amigo Leandro, se acercaban. No le molestaba que lo vieran con ella, al contrario quería presentarla y que confirmarán con sus propios ojos que no mentía y tampoco exageraba con la minuciosa descripción que les dio. Sin embargo, por ahora solo la quería para el.
—¿Que ocurre?— le preguntó ella acuclillada, y con la respiración acelerada. Gabriel se limito a sonreír adoraba su asentó al intentan pronuncia correctamente el idioma francés. La chica arqueó las cejas y espero que el comenzara pero Gabriel desvío la mirada por encima de su hombro para asegurarse de que ambos jóvenes ya hubieran entrado al edificio.
—¿Me dirás de quien nos ocultamos?— lo intento de nuevo.
—De nadie en especial, solo que tengo la intención de saltarnos las clases..— ella lo entendió y observo como uno a uno iban entrando hasta que por fin las puertas se cerraron.
Salieron tomados de las manos y rodearon el edificio para evitar pasar por la puerta principal.
Gabriel quito el seguro que minutos antes le había puesto y se monto sobre el asientó. La azabache subió en la parte trasera de la bicicleta y se aferro a la cintura de Gabriel, recargo su mejilla sobre su espalda y disfrutó del viento cálido que rompía en su rostro.
El corazón del chico volvió a galopar sin control, le parecía que sus latidos le romperian las costillas. Sentir las cálidas manos sobre su abdomen le provocaban un asombroso calor en las mejillas. No entendia como pudo enamorarse de esta forma a la edad de 13 años, y sobretodo querer que el tiempo pasara deprisa y así no tener que separarse nunca mas de ella.
Gabriel freno y esperó a que ella bajara para hacerlo el también. Dejo caer la bicicleta y se sentó junto a la chica sobre el pasto. —¿Por que en tu última carta no me dijiste que vendrías?— le pregunta el.
—Quería que fuera una sorpresa. Después de todo estando en la misma escuela, en algún momento tendríamos que encontrarnos— el rostro de la azabache también cambio de color, una vez que el le tomo por segunda vez la mano. Sus mejillas adquirieron un tono rosado que a Gabriel le fascinó. Tenía un montón de cosas que contarle. Desde su regreso a París las cosas habían cambiado, su padre había tenido que reducir gastos y estaba considerando vender la granja, algo que a el le molestaba profundamente. Si eso ocurría no podría cumplir su promesa de mostrarle los bellos lugares que Gabriel nombró como suyos. Tampoco podría llevarla al lago y al columpio de llanta que pende del roble.
Al cabo de un momento prefirió no decir nada y dejo que ella hablara sobre su viaje y de la nueva casa donde viviría de forma permanente... 

5 años después.

Su relación había crecido bastante en el tiempo transcurrido, sin importar los muchos retos que tuvieron que superar. Uno de ellos y el más difícil fue tener que verse a escondidas, lo cual para ella era una completa tortura. Esa misma tarde Marcus el hermano menor de Gabriel le entrego el mensaje, como hacia siempre que su amado quería verla.
Dedico la tarde entera a leer una y otra vez las letras escritas sobre el papel, con la inmensa duda de ¿que haría después de que le revelara a Gabriel el secreto que a venido guardando desde hace ya una semana?. Se levanto de la cama y se arreglo para salir, dándose a si misma el valor que necesitaba.
Recorrió media ciudad esta el departamento donde la citó. Era la primera vez que pisaba aquel edificio y subió despacio cada uno de los escalones. Gabriel la esperaba recargado sobre la puerta, verlo allí la hizo dudar y por un momento estuvo a punto de echarse para atrás, sin embargo, se ordeno ser fuerte y continuo acercándose por completo a el.
Gabriel inclino la cabeza para inhalar profundamente su aroma. No importaba cuantos años llevara oliendo su fragancia, jamás tenía suficiente. Incluso llego a pensar que nadie en el mundo olía tan maravillosamente como lo hacia ella. Atrapo entre sus dedos su cabello azabache, abrumado por la inmensa necesidad de besarla. Y lo hizo, se adueño de sus labios y posteriormente de su cintura...
—Gabriel, aquí no, alguien pude vernos..— comento ella resistiéndose al deseo que el rubio le despertó.
—Entonces vámonos— respondió el, caminando de vuelta a las escaleras...
—Espera...— lo detuvo ella confundida —¿A donde vas? ¿Creí que me mostrarías por fin tu departamento? — Gabriel devolvió los pasos ya dados y la tomo de las manos.
—Y así era, pero cambie de parecer. Traigo con migo las llaves de mi amigo Leandro..—
—No quiero ir mas allí. En realidad ni siquiera me importa el lugar, pero en esta ocación tengo algo muy importante que decirte y será mejor que nadie llegué a interrumpir— Gabriel examino su semblante serio y preocupado. El azul de sus ojos se veía turbado por la confesión que le aria.
Saco de su bolsillo las llaves y se dispuso abrir. Empujo la puerta y se aparto para darle espacio.
Ella entro, observando a su paso el pequeño interior, la sala, la cocina y la recamara estaban juntas literalmente hablando, ya que no disponían de muros que las dividierán. Se detuvo junto a la cama y se sentó, ciertamente el departamento no le desagrado, era de Gabriel y eso le bastaba para sentirse muy cómoda.
El rubio por su parte, no pudo evitar sentirse avergonzado. El sabia que este lugar era horrible y esa fue su motivación para mantenerla lejos de aquí. Serró la puerta y se acerco con vacilación, si la distraía lo suficiente ella no tendría tiempo ni cabeza para prestar atención al destartalado lugar. La empujó por los hombros con delicadeza, asta que su espalda quedo por completo sobre el colchón, después apoyo sus palmas a cada lado de su cabeza, al tiempo que la mirada fijamente a los ojos... La despojo de todo, y le hizo el amor, acariciando cada parte de su cuerpo, como a ella le gustaba.
La pelinegra, no puso objeción y se dejo llevar por los movimientos lentos del rubio. Sus manos eran mágicas, lograban con tan solo tocarla que olvidará todo, incluso la noticia que tenía para darle.
Sus cuerpos se fundieron en el calor y la pasión hasta que fueron uno sólo.
Gabriel la envolvió en sus brazos, su mente aun seguía inmersa en la deliciosa experiencia de hacerla suya. Aun así no logro borrar la información que tenía para decirle. Intento sin éxito abrir la boca y comenzar de una maldita vez, pero no quería lastimarla. Se odiaba a si mismo con tan sólo pensarlo. Le frotó el brazo para sentir la suavidad de su piel y lo volvió a intentar..
—Tengo nuevas noticias.. — noto como la boca se le tornaba reseca y tubo que esperar a que la saliva hiciera nuevamente acto de presencia.
—¿Son malas noticias?— pregunto angustiada, al sentir como su cuerpo se tensaba.
—Me temo que si... La única manera de pagar la deuda de mi padre es si me comprometo de manera formal con Marianne. Las cosas se complicaron cuando ella le dijo a su familia que yo la embaraze— la sangre huyo por completo del cuerpo rígido de la joven, y no supo que decir o como reaccionar.. —Te juro que no se como evitarlo. Ella asegura que el hijo que esta esperando es mio, y por esa razón su padre me esta obligando— se callo, enojado con sigo mismo.
Habría preferido mil veces perder la granja de saber que esto pasaría.
—¿Y no lo es?..— inquirió con voz ahogada.
—No...— volvió a cerrar la boca. Ciertamente no podía asegurarlo, no después de haber tenido  intimidad con ella. —Escúchame, se que esto es muy difícil, pero podemos encontrar la manera de seguir juntos..—
—¿Te refieres a que sea tu amante?— lo interrumpió con lágrimas ya en los ojos —¡Date cuenta de que no podría. Te amo demasiado como para compartirte!— Gabriel soltó una maldición, eso justo era lo que el pensaba. Le tomo del mentón y la obligó a mirarlo.
—¡Perdoname!. ¡Si me atrevo a sugerirlo es porque no tolero la idea de perderte. Te necesitó a mi lado sin importar nada!— ella se mordió el labio, sus ojos grises eran tan hipnóticos que la atrapaban sin darse cuenta. —Te prometo que seré solo tuyo— la beso con intensidad sellando así su promesa. No se atrevió a reprocharle nada, ella misma años atrás acepto la difícil relación. El siempre le dijo que le debían mucho a la familia de Marianne, y que la única forma de saldar la deuda era casándose con ella..
Gabriel la observo llevarse las manos al vientre y soltar un sollozó. Le robo un beso mas al tiempo que se lamentaba no haberse alejado de ella antes. De no ser suficientemente capas de seguir sus decisiones y terminar haciendo justo lo que siempre temió. Romper su frágil corazón.

 

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