"SEÑOR ARDIENTE"

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Tanto a Adrien como a mi, nos dio exactamente lo mismo la advertencia de Félix. El destino ya estaba escrito, y si por casualidad se le ocurría involucrarnos sentimentalmente, pues me las arreglaría para sabotear sus planes.
Adrien retrocede primero y suelta la correa, debió estarla sujetando con fuerza, porque sus nudillos fueron pasando del blanco hasta tomar su coloración normal. Yo por mi parte relajo los hombros, y siento un ligero dolor en la espalda por mantenerme tan firme. Félix se aclara la garganta, demostrando así que el silencio es mas incómodo que la pelea misma.
—Si ya terminaron de discutir, será mejor regresar a la casa, ya les dimos suficiente tiempo para hablar— reflexiono el menor de los Agreste.
Adrien soltó un bufido de incredulidad —Dime que no eres tan ingenuo para creer que en realidad solo charlaron—
—¿Que tratas de insinuar? ¿Que mi madre es amante de tu padre?— Félix posa su mano sobre mi hombro, como si temiera que en cualquier momento saltaré encima de su hermano para darle su merecido. Nunca antes me había consumido la ira como ahora. En lo único que podía pensar era en desfigurar su perfecta sonrisa.
—¡Claro que no se refería a eso!. ¡Adrien a perdido la razón por completo!— alega en su defensa. Sacudí la cabeza y también el hombro. Nada de lo que dijera borraría la horrenda acusación que lanzó contra mi madre. ¡Solo faltaba que creyera que soy hija de Gabriel! La bilis se me acumula en la garganta, y tengo que pasar saliva para intentar bajarla.
Esta vez soy yo la que se va. No soporte el peso de mis lágrimas y era mejor soltarlas fuera de su vista.
Atravieso el camino de piedra, en dirección a la pradera, donde pudiera desahogarme y gritar a todo pulmón que Adrien era un imbécil. Sin embargo, quien grito para llamar mi atención fue mi madre. A regañadientes me detengo y me paso el dorso de la mano por debajo de los ojos para quitar lo mejor que puedo el rastro de las lágrimas. Conté hasta diez y me volví para acercarme al auto donde estaba en compañía de mi tío. Ambos me observaron, seguramente se echa de ver que llore, mi nariz y parte de mis mejillas se teñían de rojo cada vez que lo hacía, por no hablar de la molesta congestión nasal. Intento recomponer lo mejor que puedo el rostro y fuerzo una sonrisa, aunque sepa que fingir no se me daba nada bien.
—¿Pequeña estas bien?— me pregunta Gabriel. Realmente suena preocupado, se echa de ver en las arrugas de su frente que lo estaba.
—¿Marinette que ocurrió?— lo intento mi madre, pasando su mano por mi cabello. (No puedes llorar) me recordé (Ni tampoco decirles las estupideces que dijo Adrien)
—Nada malo. En realidad se trata solo de una alergia, ya saben que suelen atacarme— ninguno de los dos relajo la expresión, pero si picarón el anzuelo.
—Pensé que tu problema de salud ya no volvería— empieza mi madre.
—En cuento llegue a París hablare con Leandro y confirmaré una cita— termino Gabriel. La consciencia me grito que dijera la verdad, o de lo contrario tendría que aguantar los muchos estudios a los que me sometería Leandro, el medico de cabecera que ha llevado mi caso desde que tengo uso de razón.
—Si, es mejor descartar alguna complicación— en ese momento los dos hermanos se acercaron, por la seriedad de sus rostros pareciera que discutieron entre sí, y no me sorprendía, cualquiera perdía la paciencia con Adrien.
Evite hacer contacto visual con alguno de los dos y en cambio me limité a observar como el viento mesia las ramas con todo y hojas..
—Adrien si acepte que te quedaras fue por que Sabine esta de acuerdo, pero mas vale que te comportes—
—¡En ese caso, debo estarle agradecido de por vida!..—
—Ahórrate el sarcasmo, y no me hagas cambiar de opinión— lo interrumpe su padre con tono severo. Ojalá fuera mas duro con el, tal vez así Adrien cambiaría de actitud.
La mano de Gabriel sobre mi mejilla me hizo volver la mirada hacía el  —Respecto a ti, tu madre prometió pensarlo, así que cariño no lo descartes aún— me tomo un minuto entender que se estaba refiriendo al viaje a Londres, el cual yo sabia que de todas maneras mi madre me haría rechazar de tajo tarde o temprano. 
—Gracias..— le digo, para después suspirar con resignación.
—Papá será mejor si nos marchamos ya. Recuerda la cena..— Félix se interrumpe, como si lo que siguiera fuera mejor no revelarlo.
—Si, recuerda que tu esposa te espera— dijo Adrien, terminando la oración que muy amablemente su hermano prefirió guardarse. No supe identificar porque el ambiente se puso tan tensó. La incómoda se podía palpar en el aire, tanto que tres de nosotros tuvimos que carraspear la garganta.
—Ellos tienen razón, es un largo camino de regreso a París..— por la postura y el tono de voz de mi madre supe que de ella radicaba dicho cambio en la pesada atmósfera, pero.. ¿Porque?
—¿Sabine estas segura que podrás manejarlo?—  
—Si. Confía en mí— el hombre apenas si la toco cuando se despidió, le paso el bazo izquierdo por la espalda y no hubo el acostumbrado beso en la mejilla.   
—Esta bien. Si ocurre algo no importa la hora pueden llamarme— tras decirlo subió a la parte tracera del auto seguido de Félix, quien me sonrió antes de que el vehículo se alejará por completo.

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