Tormenta de emociones

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La fiesta se hacía sentir cada vez con más fuerza. Incluso él, que no había participado nunca en una, casi podía escuchar el sonido de la música aproximándose a pasos apresurados. Luego de la desastrosa salida, uno que otro regaño y risas por su parte, los trajes fueron comprados. Como todos, no le parecía diferente a otros que ya tenía en su armario, pero bueno. Hiccup había insistido bastante en llevar ese par de trajes.

Debió de sospechar que esa sería la última vez que vería al castaño. Con semejante fiesta aproximándose, era de esperarse que el jefe de los Haddocks estuviera ocupado, sin tiempo si quiera para comer con él. Le tuvo algo de pena: sus heridas no estaban del todo sanadas (¿cómo recuperarse de un disparo en tan poco tiempo? ) y la paranoia generada por el último ataque hacia que no solo los familiares se sintieran amenazados, sino que hasta las mucamas respiraban esa tensión en el aire. Por su lado, prefería encerrarse en su habitación. Tenía bastante que leer del diario. ¿Qué? Sabía que estaba obrando mal, pero simplemente, y por más que quisiera, no había podido dejar de leer en cuanto se sintió tan identificado.

Además... Hiccup ya no estaba disponible. Y no quería sonar cursi o algo inapropiado ( ¡Ja! Sí, claro, él...Apropiado...) pero sin su presencia, prefería comer en su habitación. Había que ponerse un poco en su lugar: No podía hablar con nadie, puesto que hasta Heather estaba completamente ocupada con las preparaciones, Hiccup se había borrado del mapa, justo cuando mejor comenzaba a caerle, los gemelos igualmente habían desparecido y ... Valka... Bueno. Ella estaba encargada de guiar a miles de cocineros para preparar la comida de ese día y blah, blah. Con tanta gente moviéndose de un lugar a otro, ni siquiera podía moverse sin ser visto. Y se imaginarán que no era buena idea, si quiera, volver a la biblioteca a buscar aquel libro misterioso.

-Agh- se quejó, dejando el diario caer en su rostro. A pesar de que las experiencias ahí narradas le divertían, no era lo mismo leer a alguien que tenerlo allí para él, bromeando y así. En medio de la penumbra de su cuarto brindada por el crepúsculo extinguiéndose, lo decidió. Tenía que saber quién era el dueño del diario. Con suerte pudiera estar a su lado y divertirse. La idea revolucionó su pecho. Se sentó en la cama de un tirón, animado a más no poder. - Sí, claro. Será genial.- y es que el solo hecho de poder encontrar a alguien que mínimamente comprendiera algo de él, era algo fuera de serie. Tomó el diario, alumbrado por la luz de la elegante lámpara que descansaba al lado de su cama, y leyó una última entrada.

xx/xx/xx

"Hoy he conocido a una chica. Fue en una reunión, una en la que mi padre me arrastró. Fue un alivio ver, entre tanta gente desconocida, a Punzie. Pero no estaba sola. A su lado, una chica pelirroja y llena de rizos reía animada, corriendo de un lugar a otro y siendo regañada por su madre a cada momento.

Cuando me acerqué, Punzie muy emocionada me contó que acababa de conocer a "Mérida". Al parecer nuestros padres formaban parte de la alianza"

-Otra vez con eso.- gruñó el albino. No pudo evitar sorprenderse al saber que incluso el dueño del diario sabía sobre ese asunto extraño. Tanta fue su molestia, que no se preocupó por pensar en otras cosas.

"Ella era... ¿Cómo decirlo? Muy inquieta. Al principio no sabía que decir o hacer con ella, pero con el pasar de las horas ( Sí, las reuniones de los adultos duran milenios) me di cuenta de que seríamos grandes amigos. ¿Cómo lo descubrí? Tal vez luego del tercer o cuarto "golpecito amistoso" en mi hombro. Por alguna extraña razón, atraigo golpes y locos.

Ese día, debo admitirlo, me divertí mucho. Mérida siempre nos impulsaba a hacer locuras como robar ponche o jugar a las escondidas en los enormes jardines, mientras los pobres empleados nos buscaban sin parar, también dibujamos un tiempo, hasta que Mérida se aburrió de vernos tan calmados.

MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora