Silbato

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Al fin llegaron a destino. Mérida se bajó de la moto. Tenía los ojos rojos, y algunos mechones que escapaban debajo del gorro negro, mucho más desordenados que de costumbre. Todo estaba cerrado, porque obviamente era un día de semana, y la gente no se paseaba a tan altas horas de la noche. Tocó la puerta.

Jack salió del auto, al igual que Hiccup y por supuesto, Toothless. Pascal asomó la cabeza desde dentro del bolso de Mérida, ligeramente mareado por el viaje. Jack lo notó, y lo invitó a subir a él. El camaleón aceptó.

-¿Por qué tienes los ojos llorosos?- preguntó Mérida al castaño.-... ¿Lo sentiste?

-Lo mismo digo.- sonrió Hiccup.- ¿Sentir qué? - se desentendió. ¿Qué podía responder? "Oh, sí, sí, casi me ahogo en un incendio que ni siquiera era real, escuché voces y llantos, así que lloré porque...Quien sabe, solo quise llorar. Probablemente Odín me está castigando por mi rebeldía con la pena de la locura." No. Quizás hablara del tema más a fondo cuando estuvieran más relajados. Comenzaba a aceptar que nada de lo que estaba pasando era normal.

- " Eso"- comentó como si fuera lo más obvio del mundo.- Lo mismo pasó cuando Rapunzel, Jack y yo nos tocamos.

-Quizás.- se encogió de hombros. No quería recordar la horrible sensación de asfixia, los gritos y el llanto.

-¿Pero qué sentist...?- la puerta se abrió, dejando ver a un somnoliento adolescente, todo desarreglado y recién salido de la cama. Mérida sintió las mejillas calientes.

-¿Mer?- dijo el chico, tallándose los ojos.- ¿Sabes la hora que...?- y no pudo terminar de hablar, puesto que notó como todos estaban vestidos de negro, su amiga tenía los ojos llorosos y el tal Hiccup también. Jack saludó incómodo con la mano, mientras Pascal lo imitaba. Guió su mirada detrás del grupo, y encontró a un...¿Lobo?

Silencio.

-Yo...- balbuceó la pelirroja.

-Entren.

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La explicación fue a grandes rasgos, desastrosa. Mérida contaba algunas partes, Jack otras, y Hiccup trataba de calmar a ambos para que no se mataran entre ellos al entrar en un desacuerdo acerca de "cómo contar la historia". Jim los observaba adormecido, con una taza de café humeante, mientras trataba de sacar alguna conclusión.

-Entonces...- interrumpió.

-Te necesitamos.- siguió Mérida. - Quizás Amelia sepa algo sobre el paradero de Punzie.

-Tienes tu punto.- asintió Jim. - Supongo que tienen prisa.- todos asintieron.- Bien, entonces...

-¡James Flares Hawking! ¿Qué haces despierto a...?- la voz de una mujer llenó la sala. Todos voltearon a verla. -¿ Son tus amigos?- todos sonrieron nerviosos, excepto claro, el mismo Jim.

-Sí, están escapando de sus casas.

-...- La mujer se quedó pensativa un buena rato, hasta que finalmente, y no con muy buena cara, asintió.-Prepararé algo de café.

-¿Flares?- se burló Mérida.- Es la primera vez que...

-Cállate.- se avergonzó el castaño.

-De todos modos te seguiré diciendo Jim.- le sonrió. - O Jimbo, solo para molestarte.- El chico suspiró, para luego soltar una ligera risa.

-Iré a cambiarme.

Jim se levantó del asiento, dejando solo al grupo. Mérida suspiró, más calmada, pero igualmente bastante decaída. La horrible sensación de perdida no se iba, y no dejaba de ver los minutos en el reloj de pared ubicado encima de la puerta.

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