El primero entre tres

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Cuando toda la música épica terminó, se dio un descanso de unos minutos, en los cuales Hiccup, junto con Astrid, salieron disparados a tomar asiento a sus repectivas mesas. Algunos les habían pisado los pies, otros le habían dado algunos codazos, e incluso, tenían la ropa más arrugada de la fiesta.

-No sé porqué seguimos vistinéndonos tan elegantes, si siempre terminamos así.- se quejó el castaño, tomando asiento en la mesa. Valka lo recibió con una pequeña sonrisa, mientras Astrid tomaba asiento a su lado.

-Deberíamos vestirnos como vikingos.- habló la rubia. Hiccup rió resignado. Aquello era un comentario de burla contra él.

-Nuestros ancestros fueron vikingos, sí? No hay nada de raro con que me gusten.- se excusó, tomando algo de champagne de su copa.- te verías hermosa vestida de vikinga.- siguió.

-Ujum. ¡Hay niños presentes!- se quejó Bocón. Hiccup no supo a lo que se refería, hasta que escuchó, a duras penas, unas pequeñas risas debajo de la mesa. Levantó el mantel, y se encontró con Hamish, Humbert y Harry, los hermanos de Mérida, comiendo caramelos y postres sentados en el piso.

-Pero ...¿Qu-?- no tuvo tiempo de preguntar, puesto que enseguida Elinor apareció buscando a sus hijos. Hiccup la miró por unos instantes, y asintió.- Ah, están a...- y cuando volvió su mirada hacia debajo de la mesa, los tres pequeños habían desaparecido.- Estaban.- se corrigió. Elinor se tomó la cabeza molesta.

-Esos pequeños...

Habiéndose retirado la mujer, los mozos hicieron una entrada en conjunto, pasando por la pista, con miles de platillos nuevos para la gente, mientras las criadas traían encima las bebidas que podrían en las distintas mesas. Se dio lugar a un pequeño receso ( siempre era sí. La gente por lo general no podía aguantar solo unos minutos bailando con los Dunbroch, cuando ya necesitaban un descanso). La comida fue a paraar a sus respectivos platos. La noche seguía bastante tranquila, como si nada. Mérida, ni bien terminó la música, se marchó rumbo a su mesa. Allí, se dio cuenta de que ni sus hermanos ni su madre estaban presentes. Se alivió. Por lo general, en ese tipo de fiestas, su madre perdía la cabeza regañándole por su postura, modales y demás. Aprovechó para mirar dentro del saco de su padre. Había escondido su celular allí, con algo de complicidad de parte de Fergus. Lo sacó, y notó que tenía algunos mensajes.

Jimbo: Hey. ¿Cómo va la noche?

Mérida se sorprendió. Por lo general, el chico no solía mandarle muchos mensajes o mostrarse interesado en nada.

Mer: Bien. Aunque ya me duelen los pies. ¡La comida es fabulosa! Desearía que estuvieses aquí.

Escribió rápido. Como si fuera obra de un milagro, Jimbo respondió rápido. Eso solo pasaba cada muerte de inmortal.

Jimbo: No me va muy bien lo de la etiqueta.

Mer: Creo que te verías bien en un traje

Jimbo: Muy elegante para mi.

Mer: Lo mismo digo.

Jimbo: ¿Hablaste con el albino?

Mer: ¿Jack? No. No adivinarás. Lo vi bailar como todo un príncipe, junto con Punzie. Casi tengo un infarto.

Jimbo: Bueno, era de esperarse. Él te conoció por ella, no?

Mer:... Algo me suena extraño.

Dejó de escribir. Mordió su labio inferior, dudosa. A lo lejos, podía ver a su padre riéndose con sus amigos, mientras chocaban sus grandes jarras de cerveza con diversión. Agudizó la vista, y casi pudo jurar ver como los trillizos se perdían por los pasillos de la mansión, mientras sus madre seguía buscando en la otra punta del lugar, harta. Supo que pronto todos regresarían, debido a que la comida ya se acercaba. Se levantó. No tenía hambre. Solo quería hablar con Punzie.

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