Capítulo 12

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— Le hemos hecho los análisis, señor Jones —comenta el doctor mirando a Alex como si yo no existiera.

— Hable doctor. ¿Qué es lo que tiene la niña? —pregunta Alex.

El doctor suspira.

— Tienen que ser fuertes por ella. Va a necesitar mucho apoyo de sus seres queridos.

— Por favor... ¿Qué es lo que tiene mi bebé? —suplico.

— Su hija Marie, tiene Diabetes Tipo 1 —nos informa

Rompo en llanto incluso antes que el doctor termine de decirlo.

— ¿Está seguro? —pregunto con la esperanza de que esté equivocado.

— Lo comprobamos varias veces. Además estos análisis nunca fallan —contesta—. Esto puede ser hereditario o puede que durante su gestación, la madre haya tenido problemas.

— Tiene un hermano gemelo. ¿Él también puede estar afectado? —pregunta Alex.

Comienzo a temblar y no es por el frío.

— Mi padre tiene diabetes y mi abuelo también —contesto reaccionando.

Sí, tuve problemas en el embarazo pero no creí que fueran tan graves como para afectar a mis bebés... Si tan solo hubiera pedido ayuda a mis padres para que me pagaran las consultas con el médico cuando estaba embarazada... Pero no, Megan Scott es orgullosa y no quiere aceptar que cometió un error. Tiene que arreglárselas sola. ¡Qué idiota soy, esto es mi culpa!

— A veces sólo afecta a un feto. Sé que están intentando buscar una cura para esta enfermedad pero hace años que están investigando. Lo único que queda es cuidarla y que no tenga una recaída. Nada de excesos.

Alex asiente. Él entiende más estas cosas.

— Sé perfectamente qué medidas hay que tomar. Tengo diabetes —contesta serio.

Miro su perfil, al hablar se lo escucha tranquilo, calmado pero mi vista se va hacia sus manos. Las frota constantemente y no puede dejarlas quietas. No está tranquilo. "¡Por supuesto que no lo está! Están diciendo que su hija tiene diabetes. ¡Su hija de seis años! Tú también estás de esa manera pero él sabe controlar sus nervios".

— Perfecto. Pueden pasar a verla. Les sugiero que dejen a Marie el resto del día aquí. Mañana podré darle el alta. Sólo quiero que ella se estabilice. Deben darle la noticia —nos comunica el doctor. Se levanta de su asiento y va a la puerta—. Luego les daré una lista con lo que necesita comer Marie.

Salimos del consultorio.

— Muchas gracias, doctor. Le diremos a la niña.

Nos dirigimos a la habitación de Marie. La puerta es blanca y fría. Fría, al igual que aquel picaporte de metal grisáceo. Pongo una mano en el picaporte pero no lo giro, me quedo ahí sin poder hacer nada.

— ¿Quieres que entre contigo? —pregunta Alex al verme dudar.

Asiento cerrando los ojos con fuerza, necesito contener el llanto.

— Tranquila, ella necesita que seas fuerte —me dice de manera reconfortante.

Vuelvo a asentir. "Le debes mucho a Alex". ¡No hables! ¡No es momento para que molestes! "Sólo decía". ¿Crees que no lo sé? ¡Alex es mi ángel en este momento! "Siempre lo fue".

— ¿Mamá?

Al verla, mis piernas me fallan. No puedo creer que esté en esa habitación. Una habitación fría y sin color. Se siente el aroma a suero en el aire. Mi pequeña tiene pequeños tubos conectados a su brazo. Su rostro está pálido y cansado. "Resiste". ¡No puedo! "Hazlo por ella". Eso intento.

Doblemente ProblemáticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora