Capítulo 8

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— Entra y cierra la puerta —dice autoritario.

Estoy parada en el marco de la puerta mientras él se acomoda en su silla reclinable negra. No puedo moverme porque prácticamente estoy temblando. No entiendo qué es lo que hice pero parece muy enojado y tengo miedo que me despida sin saber primero cuál fue mi falta grave.

— ¿Qué desea señor Jones? —pregunto con voz entrecortada.

Su furia aumenta cuando me mira. Sus ojos chocolate se prenden en llamas.

— ¡Siéntate! —grita.

Doy un respingo, asustada. Jamás lo escuché tan furioso, ni siquiera cuando peleábamos. Comienzo a caminar hacia una de las sillas de cuero que está ubicada frente al escritorio de madera oscura. Mis pasos son muy lentos y eso se debe a que tengo miedo de hacer algo que no deba, como gritarle cuál es su problema y que me despida. Verme caminar lento, más lento que un caracol, hace que se enfurezca más. Me quedo parada a lado de la silla.

— ¿Te puedes sentar de una vez? —pregunta con fastidio.

Apresuro el paso y me siento como si fuera una alumna frente a una autoridad. Él recuesta su espalda en el sillón y cruza sus brazos sobre su pecho, lo que provoca que todos sus músculos se marquen más de lo que ya están marcados... Tengo sed. "Contrólate, niña. Él no está de humor. Aunque... ¡Está como quiere, el muy maldito!". Lo sé, pero... ¡Es suficiente! No tengo que pensar en eso. "Pero lo haces". Necesito que me apoyes en estos momentos. "Lo hago, pero no puedo concentrarme al tener a Alexander SENSUAL Jones frente nuestro".

— ¿Qué ocurre señor Jones? —vuelvo a preguntar con voz temblorosa y garganta seca.

— ¡Es suficiente, Megan! —dice levantándose bruscamente y golpeando sus puños contra la mesa. Vuelve a sentarse, inquieto.

¿Y ahora qué hice?

— ¿Qué sucede? —pregunto confundida por sus reacciones violentas.

Esta habitación se siente como una representación para Animal Planet. Me siento como un venado indefenso tratando de huir de un león hambriento que tiene sus ojos puestos en mí. Y Alex a veces puede ser más peligroso que un león.

— No puedo creer que todavía lo preguntes —dice llevando las manos a su cara. Ambas cubren su rostro, su hermoso rostro que ahora está enojado.

— No lo entiendo, señor Jones —digo mirándolo con confusión.

Él vuelve a mirarme. Se levanta de su silla y camina por la habitación.

Ahora sí parece un león... Como un león enjaulado.

— No lo entiendes... —repite pensativo.

Está detrás de mí, no puedo ver su rostro. No puedo ver sus expresiones o lo que va a hacer. Sólo escucho sus pasos por la habitación y tengo miedo de voltearme.

— Y yo tampoco lo entiendo —confiesa en un susurro angustiado.

La habitación queda en completo silencio, sólo se escuchan nuestras respiraciones y los pasos de Alex. Mis nervios van en aumento a medida que el tiempo pasa y ninguno abre la boca. Tengo que hablar, tenemos que charlar de una vez por todas y terminar de una vez con ese silencio incómodo.

— Si no va a decirme nada, creo que lo mejor es que me vaya —digo dispuesta a irme.

Me levanto, harta de su comportamiento de millonario caprichoso y me doy la vuelta pero es una mala idea porque choco con su pecho, estrellándome como buena torpe que soy. Él me toma de los hombros con ambas manos y nos miramos a los ojos. Estamos frente a frente, mirándonos a los ojos, a escasos centímetros de distancia. Mis piernas fallan y si sus manos no me estuvieran sosteniendo, seguramente estaría desparramada por todo el suelo... Aunque no sé que es mejor en estos momentos porque sus manos queman, incluso cuando tengo una blusa y una chaqueta que cubren mi piel.

Doblemente ProblemáticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora