Capítulo 5

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— Mamá... ¿Es tu amigo? —pregunta mi niña mientras busca unas cucharas.

No puedo mirarla a los ojos.

— No, es solo un viejo conocido. Además es mi jefe, querida.

— Me agrada. Además dice que está solo —dice mi hija

— ¿Sí? Yo creo que está casado —digo como si no me importara tal cosa.

— No, él dijo que todavía no encontró a la mujer indicada. Igual que tu mamá... Mira, él está solo... Tú estás sola. Él no encontró a la indicada y tú eres perfecta. ¿Por qué no tienen una cita?

Se me resbalan las cucharas y los potes, Marie me mira asustada pero nada a ocurrido por suerte aprendí que con niños en la casa son mejores los recipientes de plástico.

— No Marie, él es mi jefe —contesto agachándome para recoger todo—. Ahora ve a comer tu helado. Cuando termines lo traes aquí. Nada de dejarlo tirado en la habitación.

— Sí, mamá... —dice antes de salir de la cocina. Luego de terminar de servir el helado de Adam, salgo

No puedo creer lo que mis ojos están viendo. No doy crédito esta imagen. Me causa tanta ternura que no quiero interrumpirlos. Alex está sentado junto a Adam, mientras ambos resuelven los deberes de mi hijo. ¡De nuestro hijo! Observo en silencio su charla. No soy chismosa. Solo quiero, por una vez en la vida, sentir cómo mis hijos no se sienten sin un padre.

— Alex, si yo tengo veinte caramelos y mi mamá se come cinco. ¿Cuántos me quedan? —pregunta Adam.

Me apoyo en el marco de la puerta, sonriendo como una estúpida.

— Bien, tenemos veinte caramelos y Megan decide comerse cinco. Dibuja veinte palitos y luego tacha cinco —dice él tomando su cuaderno y marcando dónde tiene que escribir.

— Listo —contesta Adam, luego de unos segundos—. ¿Ahora qué hago?

— Bien, ahora cuenta los palitos que quedan sin tachar —Alex sonríe y mi hijo comienza a contar.

— ¡Quince! Me quedan quince caramelos —dice muy contento. Ambos parecen estarlo pero yo soy la que está más contenta...

— ¡Llegué familia! ¿Me extrañaron? —grita John desde la entrada.

— No, mamá ni te recuerda. ¿Quién eres? —dice Adam acercándose a John. Este último mira a Alex con el ceño fruncido y luego me mira a mí, desconcertado. De repente sus ojos comienzan a bailar de Alex a mí, una y otra vez. Yo sólo me dedico a quedarme ahí, intentando demostrarle, sin que Alex se dé cuenta, que también estoy desconcertada y que esto no fue planeado.

— ¿Señor Jones? —pregunta John, como si tal cosa no fuera real.

— Buenas noches. ¿Denver, verdad? —pregunta Alexander.

Mi amigo asiente con la cabeza. No entiendo por qué me siento tan incómoda... Tal vez porque hace una hora, John era informado de lo jodido que había sido Alex en mi vida.

— ¿Qué hace por aquí, señor Jones? Tenía entendido que estaría en Los Ángeles, junto a su familia —le recuerda John.

Alex me mira pero no entiendo qué clase de mirada es la que me dedica. Al principio creo que es una mirada incómoda y después recuerdo que es más seguro de lo que aparenta.

— Surgió un imprevisto. Ellos están allá y yo tuve que quedarme. Aunque... No me quejo, prefiero quedarme aquí antes de estar frente a la prensa —dice pero luego me mira.

— Yo no conozco la vida de los famosos pero no me gustaría estar viajando y que todo el mundo sepa dónde estoy y qué es lo que estoy haciendo —comenta John, asqueado. Lo que provoca que sonría. Siempre tan sincero.

Doblemente ProblemáticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora