Epílogo

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Intento calentar mis manos pero el frío es insoportable. En las noticias dicen que este fue el invierno más frío de la historia. ¡FUE! Disculpen pero todavía es invierno y todavía está ese frío que te congela los huesos.

Marie y Adam están recostados en el sillón. Les dije que no debían venir, que era preferible que se quedaran durmiendo en casa, tomaran chocolate caliente y se abrigaran con las colchas de lana. Pero no.... No se puede discutir con ellos, aunque no tienen la culpa.

Mi madre entra con un carrito lleno de chocolate caliente y tortas. No puede dejar de malcriar a sus nietos.

— ¿Quieres un poco? —me pregunta cuando nota que la estoy observando.

Asiento frotando las puntas de mis dedos entumecidos. No me gusta usar guantes para el frío pero en estos momentos ansío comprarme unos o usar los que mi mamá me dio en Navidad (tejidos por ella misma). El año pasado se aficionó por el tejido y ahora quiere poner su propia empresa. Yo le dije que es una pérdida de tiempo pero su amiga insistió con ayudarla en todo. Mi madre piensa que vive en un cuento de hadas, incluso cree que la manera en la que se conocieron ella y papá fue la historia de amor más romántica que se puede contar y vivir. No la juzgo, cada uno tiene una historia de amor distinta a la de otro. La mía tiene altos bajos, aunque no me quejo. Sé que mi corazón tiene un solo propietario y también sé que ese propietario lo cuidará como si estuviera hecho de un cristal muy frágil.

Tengo todo lo que una persona puede desear. Dinero, trabajo, buena salud, hijos, familia, amigos, el amor de una persona.

Niego con la cabeza.

En estos momentos no soy feliz. Tengo que admitirlo. Estoy en una situación complicada. El amor de mi vida está... Bueno digamos que está...

Suspiro al pensarlo.

— Deberías ir a descansar... —me sugiere mi madre. Ella es muy comprensiva y sé que siempre estará para mí.

— No quiero alejarme de... —mi vista viaja hacia el cuerpo que está recostado en la camilla y cubierto con sábanas blancas.

Megan. Tan pálida, tan débil. Un mes sin ella y cuando por fin la encuentro, es en la peor situación. ¿Cómo es posible que nos esté pasando esto? ¿Por qué cada vez que estoy bien con ella, viene algo o alguien y nos destruye lo construido?

— Ella pensaría lo mismo que yo. Deberías descansar —me acaricia el rostro.

Aunque nunca lo haya dicho, sé que soy su hijo favorito. No es por presumir, sino que me cuida como si aún tuviera dos años. Madres...

— Mamá, quiero estar a su lado.

Ella sonríe.

— ¿Te das cuenta que vas a ser padre otra vez? —pregunta con emoción contenida. En cualquier momento se le escapará una lágrima y creo que a mí también.

Miro el vientre que se esconde bajo las sábanas y mis ojos se quedan clavados ahí, con todas las emociones a flor de piel.

No puedo creerlo. El día que la llevamos de urgencia, el doctor nos dijo que estaba deshidratada, anémica, con una fractura en la muñeca, varias heridas leves y además, que estaba embarazada. ¡Sí, embarazada! Megan tiene tres meses de embarazo. Cuando el doctor me informó que el bebé estaba en perfectas condiciones, mi alma volvió al cuerpo, en cierta forma porque Megan está inconsciente y los doctores no saben cuándo va a despertar.

Lleva tres días con respirador artificial y yo estoy muy asustado. Jamás le tuve miedo a nada pero perder a Megan para siempre, es mi mayor miedo. Perder a ella y no haber hecho nada para retenerla junto a mí, es lo peor que me puede pasar en la vida. Y ahí está... Postrada e inmóvil. Quiero escuchar su voz. La besar y abrazar, sin vendas y suero de por medio.

Doblemente ProblemáticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora