Capítulo 30

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Aaron

Aaron... Despierta Aaron...

Una voz baja me trae a la realidad para encontrarme con blancura pura a mi alrededor. El olor a anticéptico y el silencio mortal me hace creer que morí y estoy en el infierno, pero el frío de la habitación, junto con la mano en la mía, apretando suavemente, me dice lo contrario. O morí y estoy en el cielo, porque ya no siento ninguna clase de dolor, o estoy en un jodido hospital, drogado hasta arriba.

Forcé mis ojos para abrirlos, encontrándome con verdes ojos brillantes de emoción, viéndome fijamente con una media sonrisa en sus labios. Eso debía ser bueno.

—¿Nos soltó?— pregunté, mi voz sonando chillona y ronca. Aspen alcanzó un vaso con hielo de la mesa junto a la cama y me lo acercó. Me senté en la cama para tomarlo, sintiéndome pesado aunque el dolor había sido adormecido.

—En realidad, conseguí un trato con el sujeto de la noche. Nos ayudó a escapar, nos trajo hasta aquí. Si alguien pregunta, atacamos al guardia y corrimos por la carretera hasta que él nos encontro, ¿entiendes?— preguntó ella, con su voz suave. Sacudí mi cabeza, pero eso trajo un tirón a mi cerebro, así que lo detuve.

—¿Bromeas? El maldito fue parte de eso, tiene que pagar por...

—Patrick le dijo que iba a pagarle una buena cantidad. El hombre estaba desesperado, Aaron, fui con él hasta la habitación de su hijo. No debe tener más de seis años, y esta luchando contra el cáncer.— sus ojos se llenaron de lágrimas y las barrió lejos, alejando la mirada.— No voy a entregarlo.

—Aspen,— comencé, pero mi cerebro estaba demasiado atontado como para discutir. Antes de poder decir algo, una figura apareció en la puerta, como si hubiera corrido y, a pesar de que se veía como la mierda, el alivio que le dio ver a Aspen volvió una luz su rostro.

—Aspen...— dijo con voz ahogada, y Aspen levantó la mirada para verlo, una enorme sonrisa expandiéndose en su rostro.

—¡Briggs!— prácticamente gritó, lanzándose hacia Eric y sujetándolo, así como él la sostenía, como si hubiese regresado después de años. Como si hubiera recuperado la otra parte de su alma.

—Oh, Aspen, dios... Mi Sexy, que demonios... Estás bien. Estás bien...— murmuró Eric frenéticamente, alejándola de su pecho para fundir los labios a los suyos y ver como mi amigo se calmaba sólo sosteniéndola hizo a mi corazón latir con abandono.

Yo no tenía a una persona especial y estuve a punto de perder la oportunidad de encontrarla en un segundo. No saber si puedes morir de la noche a la mañana es algo con lo que todos se enfrentan cada día, pero estar tan cerca de morir abandonado, a los golpes, me hacía pensar. Yo necesitaba a alguien en mi vida, y aunque no quisiera admitirlo ahora, había una sóla persona que hizo cosas en mi interior que nadie más pudo.

No lo quise admitir, cuando lo conocí, porque entonces lo supe. No lo quise admitir luego de eso. No lo quería admitir, porque no quería terminar como Eric, con su felicidad dependiendo de su esposa. No quería que alguien más pudiera manejarme y a mis sentimientos tan facilmente. Pero yo sabía, aunque no quisiera, que estaba en... ena... enamorado de mi calienta braguetas.

En cuanto lo admití, un peso se levantó de mis hombros tan rápido que me sentí asfixiado por el nuevo oxigeno en abundancia. Una sonrisa tiró de mis labios en cuanto el conocimiento se movió a través de mí y una necesidad inmediata de ver a Tamara me llenó.

—Sí, sí, sí... Se extrañaron y todo, pero no me tiren su amor en la cara.— me burlé, haciendo que Eric se separara de los labios de Aspen, sosteniéndola contra su pecho con un brazo mientras caminaba hacia mí con el otro extendido en mi dirección.

—Nos dieron un gran susto, hermano. Y te ves como la mierda, por cierto.— bromeó Eric, sorbiendose la nariz sin soltar a Aspen. Apretó mi hombro, como un silencioso agradecimiento, pero yo no había hecho nada para merecerlo.

—Bueno, estar cerca de la muerte te abre los ojos, así que, ¿alguien podría traer a Tamara aquí?— pregunté, con una sonrisa, o eso creo. Mi rostro aún estaba medio dormido.

Aspen y Eric intercambiaron miradas y una serpiente de nervios reptó por todo mi estómago. Joder, eso nunca era una buena señal. Me senté mejor en la cama, levantándome, listo para oír lo que fuera que tuvieran para decirme y Aspen se sentó a mi lado, sosteniéndome la mano.

—Bueno, Aaron. Tamara tuvo un... accidente.

Y así como me había sentido como un jodido hombre feliz segundos atrás, mi mundo se derrumbó con esas palabras.

El amor es una mierda.

Bésame y prométeme un para siempre (Sonríe y dí que me amas #2) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora