Capitulo 33: Celos

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Apreté los dientes con fuerza, ya me daba igual las condiciones, necesitaba ver a mi niña pequeña, ver que seguía ahí con su sonrisa y su inocencia convertida musica.

Levanté la mano para coger el pestillo de la puerta, me parecía que todo funcionaba a cámara lenta, no llegaba más ese momento, o es que en realidad no quería que llegase.

El pestillo crujió, abrí despacio, podía ver una pared, la luz que entraba en la ventana de reflejaban en ella. 

No quería mirar hacia su cama, o tal vez si, pero no se si había reunido el valor.

Abrí la puerta de par en par y despacio comencé a caminar. 

Sentí como un ruido esplendoroso, una explosión, primero escondí mi cabeza sin saber de lo que se trataba y luego la levanté, caían cosas. 

Un momento, era confeti. 

Mis oídos empezaban a fallarme, no conseguía escuchar más que ruidos lejanos, pero parecían risas y gritos de felicidad.

Cuando me giré todos los niños estaban allí, gritando.

-SORPRESAAAAAAAAAAAA!

Iban todos disfrazados, con sombreros, antifaces, globos, carteles, todos vestidos con sus batas del hospital y en medio de todos ellos Vicky estaba en la cama.

Guapa como siempre, ahora lucía el pelo corto, se veía que las cosas habían ido a peor y que habían aumentado su tratamiento, no hacia falta preguntarlo, se le veía en los ojos.

Estaba sonriente y feliz, como yo la recordaba. 

Levantaba los brazos para abrazarme, fue lo primero que hice, acercarme a su cama y darle un abrazo de esos que te inundan de amor hasta la medula.

Fue algo mágico, fue el sentimiento de amor mejor expresado en la tierra.

Tommy también estaba allí y Tasha, todos, Tommy no paraba de repetir mi nombre, NIcky Nicky era todo lo que decía, haciéndome señales con sus manos para que me acercara.

Me situé en medio de todos y nos dimos un abrazo familiar increíble, luego me encargue de darles besos a todos. 

Echaba de menos todo eso, su cariño, su vitalidad a pesar de todo, sus sonrisas, su agradecimiento, su compañía.

Me había llevado un susto de muerte, pero todos juntos habían conseguido alegrarme la semana.

-Te echamos mucho de menos, repetían en todo momento. 

Yo también los echaba de menos, con todo mi corazón, pensaba en ellos cada día, hacían que pudiese llevar las cosas mejor. 

Aquellos niños, tan enfermos y tan llenos de vida a la vez me habían conquistado, me habían enamorado, de ellos mismos y de la vida en general, eran y aún son el perfecto ejemplo de lucha, el ejemplo de vida, lo que todo humano debería ver para valorar lo que tiene.

Pedí silencio, necesitaba decir algunas palabras aunque no era mucho lo que me salía decir en ese momento.

- Bueno corazones mios, quería daros las gracias, me ha encantado esta sorpresa, sabéis que os llevo siempre conmigo y como me habéis sorprendido vosotros ahora me toca a mi así que iros todos a la sala de juegos que yo ahora voy.

Bajé a la cafetería y pedí que me pusiesen en una bandeja todos los pasteles posibles para que los niños comiesen, luego fui a por mi bata de mariquita y mi guitarra, en la hora de devolverles todo el amor que ellos me habían brindado. 

Entré en la sala de juegos acompañada por una de las camareras.

Los niños me vieron aparecer con mi bata, mi guitarra y los pasteles.

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