Capitulo 74: La tortuga

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Se dio la vuelta, algo que yo también hice, quedándonos frente por frente.

El me miraba ilusionado, sonreía. Yo me mantenía con las manos pegadas detrás de mi cabeza como una niña cuando va a dormir.

- Había una vez una princesa...

Miré como pensaba algo ingenioso que se le pudiera ocurrir.

- Que vivía en un castillo y lo tenía todo, todo lo que alguien puede desear ella lo tenía, tan sólo le faltaba una cosa..

- El amor, completé su frase. Y el sonrió.

- La princesa debía casarse con el guapo y apuesto galán del reino, era rubio, de ojos claros y muy popular en el reino, el candidato perfecto. Pero la princesa en realidad no le amaba, ella quería a su guardaespaldas, quién también vivía en el castillo y la había conquistado con su música.

- De verdad crees que me voy a quedar con el músico guardaespaldas? Pregunté poniendo los ojos en blanco.

- Quién te ha dicho a ti que eres la princesa? Es mi cuento y yo conquistaré a quien quiera, se rió.

- Un día.... dejó de hablar y se acercó a mi me besó tímidamente. Sus labios eran cálidos y suaves, no podía negar algo así.

Eligió meter su mano por dentro de su propia camiseta, la que me había dejado para dormir, tocando mi espalda lentamente y juntándome a él sin dudar.

Se apartó ligeramente y yo tenía la intención de hablar pero él pero él aprovechó esa oportunidad para ocupar mi boca, ahora tenía un nuevo habitante, su lengua.

Me sentía tan como en casa, que no me esforcé ni en rechistar, dejaba todo fluir.

Dan entraba en contacto con mi piel y yo perdía el sentido, me tocaba como si de una pieza de porcelana se tratase.

Sentía sus manos subir y bajar por mi espina dorsal, su tacto era suave y fogoso.

Me tumbó lentamente sin dejar de besarme y puso su pierna sobre mi, nuestras respiraciones eran cortadas, no se ni siquiera el tiempo que podemos haber pasado así.

Su mano volvía introducirse en su camiseta aún puesta en mí, primero pasó su dedo índice por mi ingle, subiendo por mi barriga, rodeando mis pechos sueltos dentro de la camiseta, dando vuelta en mi cuello y el mismo recorrido a la inversa.

Se puso sobre mi, apoyando sus rodillas a mis lados, dándome la mano me incorporé para sentirlo cerca.

Enganchó dos de sus dedos en mi camiseta y al instante me la quitó por encima, a lo que yo respondí con la misma acción dejándonos ahora en igualdad de condiciones.

Se apartó y me miró durante unos segundos, su mirada estaba llena de calor.

Quizás en otra situación o con otra persona me habría sentido avergonzada o más tímida, pero no con él.

Quitó como nada su ropa interior, mis ojos estaban confusos.

Su cuerpo se veía brillar bajo la luz de la luna filtrándose por la venta, sus músculos estaban perfectamente definidos, no en exceso, aunque su musculatura era perfecta para su cuerpo.

No podía estar mejor.

Deslizó mi ropa interior por mis piernas sin apenas tocarme dejándome libre y completamente a su disposición.

Rápidamente había vuelto a su anterior sitio, su boca no se apartaba de mi, ni tampoco una de sus manos.

Sentía como acariciaba mi parte más íntima, mis labios se abrían de manera involuntaria, él los mordía.

Mantenía sus dedos en círculos mientras mi cuerpo reaccionaba con su tacto enviando pequeños zumbidos a cada rincón de mi haciendo enloquecer.

Nuestras miradas estaban fijas.

Lo hizo, me dejó sentirlo, sus dedos bailaban para mi, cerré mis ojos y deje que su nube me dejara flotar arrastrándome a lo más alto.

Sus movimientos eran cada vez más acelerados, mi mente había pasado a otro nivel y no era capaz de controlar nada, un millón de sensaciones me recorrían de principio a fin.

Mis gemidos eran cada vez más fuerte, me miraba disfrutando de lo que hacía mientras yo perdía el rumbo en sus manos.

Me deshice en una montaña de sensaciones cerrando mis ojos a su lado.

Ahora me tocaba a mi, cuestión de segundos habían pasado para que yo ya estuviese preparada para el siguiente asalto.

Quise devolverle el favor pero el negó con la cabeza, deposité mis manos sobre sus hombros tumbándolo por completo y poniéndome yo sobre él.

Me miraba con una risa pícara, él estaba disfrutando de esto tanto como yo.

Respiraba enérgicamente, los labios viajaban por su cuello primero con ligeros besos, Dan se retorcía, pequeños mordiscos acabaron mi venganza.

Volvíamos a besarnos, y su cuerpo volvía a demostrarme lo que nuestro contacto suponía.

Trasladé mis caderas hacia atrás guiándolo para volver a sentirlo, pero esta vez de forma diferente.

Ahora eramos una sola masa al mismo ritmo, mis movimientos eran lentos, sus dientes apretaban sus labios con fuerza mientas el masajeaba mi pecho.

Podía sentirlo perfectamente buscando cada uno de mis huecos, haciendo de esta noche algo especial.

Nuestras miradas brillantes hablaban el mismo idioma y sabía que él quería más.

Bajó sus manos hacia mis caderas pidiéndome que acelerara el ritmo y así lo hice.

Sus manos calientes rodeándome no podían dejarme indiferente, su tacto volvía a hacer que mi cuerpo transita electricidad por cada uno de los poros de mi piel.

Mi espalda estaba arqueada y tiré mi cabeza hacia atrás, volvía a conseguirlo, volvía a hacerme sentir en lo más alto cuando no creía ni que fuera posible.

- D...D...Dan , pronuncié sintiéndome libre de hacerlo.

Me derretía en sentimientos y en sensaciones, pero mis movimientos continuaban, no podía dejar que esto acabase así.

Apoyé mis manos sobre su pecho, sentía los latidos acelerados de su corazón, su pulso era una bomba y su respiración incontrolable.

Gimió fuertemente llenando toda la habitación que aún seguía iluminada con la luz de la noche.

Se sentó conmigo aún encima y besó mi frente.

Yo me retiré y me dirigí al cuarto de baño, mi risa fue instantánea al ver el aspecto de mi pelo en el espejo.

Volví y me tumbé apoyándome en su pecho, destapados, fuera era una noche bastante fría pero en aquella habitación el calor de nuestros cuerpos era suficiente para mantenernos a gusto.

Nuestros pies comenzaron a jugar y algo llamó mi atención. Me senté de golpe en la cama.

- Dan... eso es....

- Si, un tatuaje, dijo mientras continuaba moviendo sus pies.

- No me lo puedo creer, jamás te lo había visto, que bonito... me acerqué a ver la tortuga que tenía en su pie izquierdo.

Volví a girarme para mirarlo, él me sonreía dulcemente.

En mi mente todo empezaba a tener relación, él me llamaba tortuguita y yo tengo a León, esto no puede ser una simple coincidencia.

Me sentía muy alegre por haberme dejado llevar después de estos últimos días en los que la preocupación había inundado mi mente, era esto exactamente lo que necesitaba. Alguien que me transportase a un mundo mejor.

Volví a acostarme a su lado, nos tapé a ambos, ahora estábamos abrazados.

-Al menos el cuento tuvo final feliz, dije intentando consolarme en voz alta.

Dan se rió silenciosamente pero sentí vibrar su pecho. Segundos después la calma y la serenidad habían vuelto a aquella habitación.

Vivir intentandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora