Ocho

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Ya estaba en mi amada Viña del Mar. Habíamos llegado hace apenas veinte minutos y al llegar a buscar las maletas, sentimos los gritos de mis abuelos y mis primos. Mi familia siempre tan gritona.

Saqué mis maletas y corrí hasta mis otros padre para abrazarlos y fundirnos en un fuerte abrazo, los había extrañado tanto, que nos fue inevitable soltar lágrimas al momento de encontrarnos. Ellos eran mis segundos padres, les debía todo a mis dos viejitos.

Mi nieta hermosa —la voz de mi abuela sonaba quebrada, cosa que me hacía querer llorar más. Eran meses sin verlos.

¿Como estás hija?, Estás más delgada —mi abuelo elevó mis brazos y me miró de cuerpo entero negando con la cabeza— ¿Le están dando comida a esta niña?.

La mirada de mis abuelos fue más allá de mi y me largué a reír.

Después de que se independizó, quizás qué porquerías come —comentó mi mamá llegando a nuestro lado para abrazar a sus padres.

Mis primos enseguida vinieron para abrazarme y nos dimos los cuatro un bello abrazo. Contaba con cuatro primos por parte de mi madre, mi papá era hijo único así que no tenía sobrinos, apenas tenía un primo y vivía fuera del país también.

Estaba Amalia y Cristóbal de veinte años, que eran hijos de la hermana de mi madre, la coincidencia es que eran mellizos al igual que mis hermanos, y después estaba Leandro y Martín, el primero era el mayor, tenía veinticinco y Martín diecinueve, estos eran hijos del hermano mayor de mamá. En sí, éramos una familia pequeña, ni con muchos tíos ni sobrinos, pero así era perfecta, porque estábamos todos muy unidos.

Mis hermanos abrazaron al resto de los chicos y Melissa y Amalia agarraron mi brazo y caminamos a la salida las tres juntas. A pesar de que mi hermana sea más pequeña que nosotras, siempre andábamos con ella para todos lados y muy pocas veces la dejábamos sola, solo cuando salíamos de fiesta, no siempre podía entrar con nosotras, aunque a veces un par de miradas y coqueteo por parte de Amy y la dejaban pasar.

Ni se imaginan lo que las he extrañado, tengo tantas cosas que contarles —hablo mi prima con una sonrisa ilusionada y ya sabíamos para donde iba el asunto.

Gabi también tiene cosas que contar, ¿verdad? —le di una mirada a mi hermana y fruncido mi ceño ante lo bocina que era.

—No hay nada que contar, todo está de lo más normal en mi vida.

Prima, si Meli dice eso es por algo —bufe sabiendo que no me liberaría de ésta— pero ya nos contarás.

Llegamos a casa de mis abuelos y dejamos las maletas en la sala, mis tíos nos estaban esperando en casa con un buen asado como bienvenida y cuando nos vieron llegar rápidamente corrieron hasta nosotros para abrazarnos. Mi tía Ángela y yo éramos inseparables, cuando necesitaba ayuda, ella era la primera​ en ofrecerme su mano, aunque estuvieramos a kilómetros de distancia, la relación que teníamos era asombrosa. Al igual que con mi tío Miguel, yo y Amalia eramos sus regalonas como el siempre nos decía, y cuando éramos más pequeñas y vivíamos aquí, nos sacaba a todos lados con los chicos.

Mi niña bella —abrace a mi tía fuertemente. La había echado​ mucho de menos— me alegra que estén aquí.

Abrazó a mis hermanos y después de varios minutos nos sentamos a comer todos a la mesa. Saqué un poleron de mi maleta y me senté a un lado de Melissa, a estas horas comenzaba a hacer algo de frío en Viña, sobre todo más cerca de los cerros. Mi tio Miguel nos sirvió un buen trozo de carne a cada uno y comenzamos a comer.

The Interview (Terminada - SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora