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Wendy, Joy, Irene y Seulgi llevaban la noche sentadas en el piso en medio de su cabaña disfrutando de su última noche juntas hablando sobre lo pasado en los últimos meses, ya sean cosas graciosas, tristes, moralejas de ciertos hechos. . . . Tomaban un poco de cerveza que Chen les había proporcionado, ya que al parecer los chicos también tomarían un poco esa noche.

Tal vez el alcohol no había sido una buena idea ya que se encontraban dos en lágrimas, una pérdida en su mundo y otra riéndose de las que lloraban.

—Nos vendrán a visitar, ¿verdad? —preguntó una Wendy deprimida, quien tenía entre sus brazos a Irene.

Seulgi sonrió un poco y asintió para luego tomarse otro trago de su cerveza. A la hora de la cena se había animado un poco, pero en ese momento se estaba deprimiendo, otra vez. Tal vez el alcohol era el culpable.

—Las visitaré tanto que me vetarán de la compañía —dijo Irene entre lágrimas y abrazando a Wendy con más fuerza.

—Quiero chocolate —dijo Joy de la nada—. ¿Creen que Suho aún tenga dulces? —las chicas se encogieron de hombros—. Creo que. . . —se puso de pie con dificultad—, iré a buscar un poco.

—Ten cuidado —Irene le dijo y la menor sólo se despidió con la mano antes de salir por la puerta.

—Creo que saldré a tomar un poco de aire —dijo Seulgi y se levantó del piso—. Ustedes deberían. . . dormir —les comentó ya que estaban ebrias. Wendy tenía la espalda pegada a una de las camas, los ojos cerrados y el rostro lo tenía bastante rojo mientras que a Irene se le estaban cerrando los ojos.

No recibió respuesta así que sin decir más salió de la cabaña y comenzó a caminar por el silencioso y oscuro terreno lleno de casitas y árboles; tenían que ser más de las una de la madrugada y todos ya hacían en sus camas. Escuchaba el canto de los grillos y sintió paz en su interior, esa tranquilidad que la noche y la naturaleza podía brindar.

Sin darse cuenta llegó a su lugar favorito: el lago. Como todas las noches, estaba solitario. Y mientras caminaba por el puente un conocido olor llegó a ella y el cual provocó que su corazón se acelerara.

Yixing había estado ahí.

Su perfume se había quedado impregnado en el lugar, como si aún estuviera allí. Pero no lo estaba. Como tampoco estuvo en el comedor cuando estaban cenando.

Se sentó en la punta del puente con las piernas recogidas y suspiró levantando la mirada al cielo, encontrándose con una media luna y pocas estrellas.

Meditó un poco sobre lo ocurrido. Cómo todo había comenzado por culpa de su padre enviandola a ese lugar, donde no tenía pensado hacer amistades y mucho menos que le gustara alguien. Cómo lo único que tenía pensado era dar sus clases y estar en su cabaña, sola, sin ver a nadie, pasando el tiempo con ella misma. Pero su "plan" se vio cambiado al llegar Irene, quien la obligó a socializar y no marginarse. Sin embargo, todos la aceptaron, o casi todos con el tiempo. Y luego estaba Yixing, impartiendo educación y moral porque no soportaba el comportamiento inadecuado y tampoco la grosería.

¿Por eso había comenzado a gustarle? ¿Porque fue el único que la enfrentó y le dijo lo que hacía mal? Pero lo que sí tenía seguro era que había cambiado por él, porque gracias a él reconoció que lo que hacía no estaba bien, y aunque después estuviera perdiendo la paciencia con algunas personas, no hacía ni decía nada que pudiera herir a los demás y mucho menos porque no quería hacer molestar a Yixing con ella.

—Nunca me había importado lo que los demás pensaran de mí, y jamás pensé que me importaría tanto lo que él pensara. ¿Por qué me tiene que gustar ese chino? —dijo en voz baja y le dio un puñetazo a la madera del puente—. ¿Exactamente por qué alguien que puede que no vuelva a ver? Ah, porque no me puede gustar alguien de la universidad, no, tiene que ser alguien imposible. Porque para Seulgi es un problema salir con una persona que no sea de la compañía de su padre. Pero también es un problema querer salir con alguien de la misma. . . Creía que la de mala suerte en el amor era Irene, pero ahora me doy cuenta que soy yo, porque por lo menos a ella no le rompen el corazón en miles de pedazos —se le salieron un par de lágrimas. Y todo lo empeoraba el hecho de que aún podía oler el perfume de Yixing—. Gracias, padre, por odiar a Chansung, hacer que terminemos y enviarme a aquí. De verdad que te lo agradezco —habló con ironía mirando al cielo—. Soy la persona más feliz del mundo. . . . Aunque quisiera odiarlos a todos por herirme, no puedo —murmuró la última oración.

SM Trainee Camp {EXO & RedVelvet}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora