Capitulo treinta y cinco

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Cerré la puerta detrás mío, y después vi a mi madre aparecer. Caminó hacia mi, con sorpresa. Pero también se veía curiosa.

-¿Qué haces tan temprano aquí? Pensé que llegarías más tarde como de costumbre –me dice, después de unos segundos de quedarse mirándome, volvió a hablarme–. Georgie, ¿estás bien?

Al parecer el haber llorado hace un rato no hizo ayuda sabiendo que enseguida vendría a casa, donde mi madre se preocupa por mi, por el más mínimo detalle que me haya sucedido.

En ese momento que las palabras de mi madre salieron, apareció Jack por detrás mío, había entrado por la puerta en la que yo hice lo mismo. Y así como mi madre, Jack tuvo la misma expresión al momento de verme.

Sentía su mirada sumergida en mí, como si tratara de descubrir sin preguntar lo que sucedía. Y después de todo lo consiguió.

Me obligué a no volver a llorar, no ahora que ya había parado. Mis piernas temblaban y de mi garganta no se podía desatar un enorme nudo que ni la saliva me permitía pasar.

–¿Georgie? –pregunta ahora Jack. Con el ceño fruncido. Estaba pasmado–. Hablaré con ella. –le dice Jack a mi madre mientras me tomaba de ambos brazos para llevarme arriba.

Mi madre sólo asintió y después soltó un suspiro, ni ella sabía que hacer.

Habíamos terminado de subir las escaleras, y entonces me seguía ardiendo. No pude evitarlo, de mi boca salió un jadeo de dolor, me apreté con fuerza el vientre y después fui con prisa a mi habitación.

El dolor no me había permitido ni siquiera hablarle a Jack. O al menos cerrar la puerta antes de que él estuviera conmigo ahí dentro.

Me senté en el suelo, contra la pared, y después Jack, con su rostro de pánico, sólo me pidió revisar. Fue cuando quitó mi mano, y vio una pequeña mancha roja en mi blusa.

–¿Georgie?

(...)

Comprendió no decirle nada a nadie más, con la condición de que le contara lo sucedido.

Me ayudó a curarme de nuevo.

Estábamos en la terraza. Jack llevó dos botes medianos de helado de chocolate. Uno para él, y otro para mí.

Mientras lo comíamos, solté cada palabra de lo que había sucedido. Incluyendo el incidente de aquella noche. Jack prestó atención absoluta a cada detalle. Sabía que me escuchaba por su manera de mirarme.

El dolor que tenía por la herida se había ido de nuevo. Creía que eso ya había sanado.

Me limpié una vez más las dos pequeñas lágrimas que tenía en la mejilla y entonces volví a meter la cuchara con helado de chocolate en mi boca, y mientras sacaba esta, me apoye sobre el hombro de Jack.

Después de un momento respiró profundo y ambos miramos hacia el precioso panorama que teníamos frente.

Ya no tenía más que decirle, pues cada detalle se lo había hecho saber. Incluso lo más mínimo.

–¿Lo amas?

–¿Qué? –de inmediato me incorporé y lo miré con una fingida inocencia.

–Georgie, acabas de mencionármelo. -habló-, dijiste que le habías dado a reconocer un sentimiento que él consideraba inadecuado.

–Jack! Eso no tiene nada que ver.

–Claro que sí, Georgie. Y no importa lo que creas porque te guste un mayor. Parecerá escandaloso y también algo enfermizo, pero es entendible. Y más cuando hay una razón por la que ese sentimiento se convierta en algo más fuerte.

–Jack!

–Sientes algo por él, ¿no?

–Sí... Pero lo conozco Jack... sé que antes de mi preferiría a las chicas que conoce en las fiestas...

Iron Man mi Guardaespaldas ❨sin editar❩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora