Capítulo 2

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Mi amigo me había mostrado un par de fotografías que había hecho con la cámara que pertenecía a la empresa de sus padres, siendo la luna la protagonista. Esa luna lucía exactamente como la luna que esta noche estaba alzada en el firmamento, hermosa y luminosa, bañada aquel tono plateado que siempre lograba atraerme como mosca a un panal.

Hubiese seguido admirando su belleza, perdiéndome en ella y en su conjunto de estrellas; sin embargo, no puedo, mis deberes eran prioritarios, como siempre solían serlo. Y siendo sincero, no me quejo, aquellas tierras y sembrío eran el sacrificio de mis padres y abuelos, y yo estaba orgulloso de ello, de formar parte de aquella labor; aunque, si bien, mis padres me prohibían arar la tierra o preparar los canales de regadío, la labor de verificar que los cultivos no habían sido atacadas por una plaga a la par que liberaba el agua para el cultivo me complacía en demasía, después de todo, gracias a ello, es por lo llevamos un pan a la mesa y comemos.

No obstante, hoy en particular, me vi sujeto a quedarme más tiempo internándome distraído entre el sembrío. Mi cuerpo se conducía atraído como un satélite más a una potente órbita, algo que jamás me había ocurrido, por lo que aquella situación me supo extraña; traté de ignorar el sentimiento y regresar mis pasos sin embargo un potente aullido llamó mi atención, indicándome que ese algo que me atraía estaba dentro de mis territorios.

Arrugué el ceño contrariado, quizás era un animal herido por algún animal, recordando justo en ese instante amargamente a mi mascota fallecida, Viichan, un pequeño caniche chocolate que me había acompañado hasta entrada la pubertad.

Aceleré el paso, afinando el oído para encontrar aquella criatura y auxiliarla, sorpresa fue la mía que mientras más cerca estaba de aquello, un fuerte aroma se hacía presente, envolviendo y alzándose con fiereza fueron los frutos del bosque (algo improbable debido a la región en la que nos encontrábamos) y un ligero aroma alcohólico, propio de las bebidas destiladas. Dulce, embriagador y provocativo como si te invitase a perderte un poco en aquella exótica bebida.

Podría ser peligroso, considerando que aquel aroma emanado fuese de un alfa en celo. Mi madre, me había comentado que lo mejor siempre era evitar aquellos seres.

Seguí con mis pasos, cada vez más audaz e imprudente, necesitaba saber quién era el autor de aquel espectáculo olfativo que le brindaba.

Es allí donde mis pasos se detuvieron abruptamente al divisar una cabellera larga, del mismo color de la luna que tanto amo y admiro. Acomodé con torpeza mis lentes y reanudé mis pasos, permitiéndome admirarlo más de cerca.

Sus hermosas pestañas estaban empapadas de gruesas lágrimas como gotas de rocío, sus gestos se veían ocultos por la hermosa cortina plateada que los cubría, sin embargo aun así sus mejillas tenían un precioso tono escarlata, al igual que sus nudillos y nariz, mientras que sus labios se entreabrían desesperados, en busca de oxígeno, jadeando alternadamente tanto como su pecho, el cual era envuelto por un cálido abrigo.

Aquella imagen me había robado el aliento; sin embargo, no estaba preparado para ver aquellos ojos alzarse ante mi pavoridos, suplicantes y avergonzados.

Unos hermosos ojos, profundos como recordaba al cielo cristalino en verano, eclipsado por las dilatadas pupilas que demostraban su condición, delatando su secreto. Él estaba sufriendo aquello a lo que mi madre me había comentado años atrás, preparándome para si es que en el caso llegase, no temiese o sufriese por ello.

Aquello que llamaban de "El Celo".

Estiré mi brazo, dejando suspendida mi mano al aire, observándole, temía asustarle más de lo que estaba, parte de mí sabía que si no fuese porque su cuerpo estaba reaccionando violentamente por el celo, ese hombre que parecía una avecilla hubiese escapado. Aspiré con fuerza, buscando un tono de voz adecuado para hablarle.

─Toma mi mano ─ musité despacio y claro, observando con profundidad aquellos ojos que parecían absorber todo lo que le rodeaba como un pequeño agujero negro. Este atinó a clavar más sus falanges en su propia carne, negando con fiereza en un movimiento horizontal de cabeza hacia la izquierda, evitando mi mirada.

Cansino, suspiré y volví a repetir la orden con claridad, mientras el pretendía ignorar mi voz y presencia cuando sabía que era inútil. Gruñí, un poco molesto, era peligroso quedarse allí en medio del matorral, más peligroso para él que para mí.

Impaciente, terminé de llevar mi mano a su mentón, encajando ligeramente mis dedos en su definida mandíbula, obligando a girar su rostro.

—No me hagas repetirlo ─siseé en un tono más bajo; este gimió complacido tal vez por la caricia derramando más lágrimas, mordiendo su labio al ser consciente que se estaba dejando abandonar por el deseo. Sentí lástima de él, tal vez había sido abandonado en la carretera, y el celo no había sido previsto por el estrés y cansancio, cosa que solía suceder a la mayoría que llegaba al campo o los que eran engañados hasta dejarlos a su suerte.

─Vamos, mi madre te dará algo para sentirte mejor, no pretendo hacerte daño ─susurré, permitiéndome ir muchísimo lejos de lo que las costumbres japonesas permitían.

Si bien, yo era ciudadano de California, mi familia había inculcado en él las costumbres y respeto que el pueblo y país de sus padres habían recibido por sus ancestros. Deslicé un brazo por su cintura y alcé el brazo del joven para que rodease sus hombros, sirviéndole de soporte, descubriendo así que a pesar de que aquel hombre de cabellos de luna se veía frágil; portaba un cuerpo más definido y fuerte que el propio.

En silencio atravesamos el recorrido, con cuidado de no caer en algún canal de regadío, ya al llegar cerca de la puerta de su casa, pude percibir que las lágrimas del joven habían empapado mi hombro por completo.

Reprimí las ganas de preguntar el porqué de su llanto. Mordí mi lengua, pensando en una pregunta más útil, menos personal y agobiante.

─¿Me podrías decir tu nombre?, mi familia...

—¡Yuuri! ¡Tardaste mucho en el regadío! Sabes que es peligroso que salgas así cuando...

Los ojos de mi madre se abrieron abruptamente, mirando al omega que traía pegado a mi con firmeza, para luego posarse en los míos tratando de hallar una respuesta que yo tampoco tenía.

Mis labios se abrieron y cerraron al sentir a mi compañero, quien susurró muy bajo tratando de evitar que más jadeos abandonasen su boca. "Viktor", había pronunciado escueto y conciso, volviendo a callar.

─Madre, luego responderé todo lo que quieras, ¿podrías ayudar a Viktor? ─ espeté apresurado.

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Nota de la autora:

Capítulo narrado bajo la perspectiva de Yuuri.

¿Qué les pareció este capítulo?

¡Ya despejamos dudas sobre quién narraba sus hechos en el primer capítulo! Chin chin  para las que atinaron. Sí, fue Viktor.

Pensé que fue súper obvio por las mini pistas que dejé. Felicitaciones Adabellachan y TsukiNoHana2. Dieron en el calvo clavo(? XD

Sólo les puedo spoilear que no den todo por sentado, van a pasar muchas cosas. ¡Wuu! Y planeo que la mayoría de capítulos sigan a este ritmo.

También he contemplado que no haré capítulos súper extensos. A menos que considere estrictamente necesario y tenga un buen motivo.

Así podré actualizar más seguido y tampoco me estresaré mucho, como a su vez evitaré enredarlos con diferentes cambios de narración de los personajes.

Como siempre, si tienen alguna sugerencia con respecto a la ortografía y gramática soy toda oídos/ojos.

Gracias de corazón a quien lo lea <3

Forjando nuestro destino #ViktuuriAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora