Hiroko, pudo sentir el dolor del omega, el olor que hasta hace unos momentos había tenido junto con su hijo era un poco más dulce, pero ahora tenía la fragancia de las frutas cuando empezaban a podrirse.
¿Cuánto dolor había pasado ese joven?, ¿Cómo su hijo se había topado con este?, ¿Qué es lo que sintió su cachorro al verle?. ¿Se habían equivocado todo este tiempo con Yuuri al pensar que por su condición tan pequeña, tranquila y débil al nacer era un omega?
Ella seguía sumida en formularse más preguntas, que intoxicaban su noble corazón, sintiéndose ligeramente culpable, tanto como incómoda. Apretó la taza que traía consigo, ella, así como el joven omega, estaba pasando por el celo en esos instantes y le era por demás difícil lidiar con la presencia de Viktor, deseaba echarlo de su casa y alejarlo de su familia. Se sentía invadida, el joven desconocido había profanado la imperturbable comodidad de su hogar de brazo de su hijo.
Avergonzada y decepcionada del curso de sus pensamientos se sintió empequeñecida.
Él era joven y hermoso, un precioso omega listo y disponible, por primera vez sintió miedo de ser dejada por su esposo. Apretó sus labios, dejó la taza junto a la puerta, viéndose incapaz de atravesarla. Necesitaba estar a solas y calmarse, así como también necesitaba a su alfa junto a ella. Su dulce corazón se oprimía.
Retrocedió, chocando y llevándose consigo la persona al piso, giro ligeramente su rostro, disculpándose con prisa pensando que tal vez era uno de sus hijos; sin embargo, no lo era, a quien había golpeado era a Toshiya, su esposo.
La pequeña mujer abrió sus ojos, ahora desorbitados al sentirse aterrada, como si hubiese sido encontrada en un acto criminal, con los labios temblorosos; él le sonrió triste, mirándola preocupado, pasó sus dedos por sus mejillas, retirando las manchas de suciedad que había dejado manchado su rostro al cocinar a leña.
Toshiya, levantó el marco de las gafas de su omega hacia arriba, dejando en los ojos de ella, cortos besos al estar libres. Buscando aliviar el dolor de su pareja.
Él podía percibir y sentir en carne propia toda aquella maraña tóxica de confusión mediante su lazo, y tenía la vaga idea que eso era por el aroma que expedía dentro de la habitación de su hijo. Su pareja estaba aterrada ante la supuesta amenaza que era la persona detrás de esa puerta.
─Hiroko-chan, traje un poco de miel.
Bastaron aquellas simples palabras para que terminase de quebrarla, y así, ella rompió en llanto, abrazándole.
El evitó elevar sus feromonas, si bien sabía que podría aliviar a su compañera de vida con ello, no era prudente, contemplando que la persona que estaba también pasando por el celo era otro omega que parecía no tener control y consciencia de los estragos que causaba en los miembros de su familia.
El japonés acarició el rostro de la pequeña mujer, bordeándolo, cariñoso, olvidándose por un momento de que sus hijos podrían verles si se asomaban por el pasillo.
─Hiroko, vamos cariño, acompáñame un rato afuera ─pidió con amabilidad. La omega asintió, sorbiendo su nariz enrojecida por el llanto, tomando la mano de su esposo que le brindó para levantarse, saliendo de la casa por unos instantes.
Yuuri se sintió culpable por el llanto de su madre, no la había visto llorar en años; en específico, desde que ella se cayó del árbol al intentar bajarlo cuando tenía cinco años, raspándose las rodillas y brazos. No obstante, el menor sabía que había hecho lo correcto de llevarse a Viktor a casa; no podía ser indiferente y darle la espalda a pesar de ser un desconocido.
Internó sus manos en los bolsillos de su pantalón, suspirando. No sabía qué hacer en estos momentos.
Mari, su hermana, no era una opción como consejera cuando el sake se le subía a la cabeza. No quería molestar a Viktor pero en esos momentos en los que su cabeza y corazón se inundaba de angustia, prefería pasarlo bajo sus sábanas observando las flamas de las velas consumirse y ensuciar el plato donde reposaban. Agachó su cabeza, hundiendo su cuerpo en el sofá, derrotado, dejándose perder en sus cavilaciones.
Toshiya, acarició los dedos de su esposa con amabilidad, notando en ellos, pequeños cayos. Ambos habían dejado de ser aquellos jóvenes, que osados decidieron unirse a pesar de que en un principio sus familias no aceptaban su amorío.
En aquel tiempo, él trabajaba en la mina y por las noches para la familia de su esposa, cuidando el pequeño sembradío que no era si quiera la mitad de lo que era ahora. Sin embargo, aquella pequeña parcela de cultivo era por demás preciada y envidiada.
Sus suegros habían sido los primeros productores en haber traído arroz de tres variedades, y los únicos que con todo el esfuerzo habían hecho canales de riego adecuado, además de preparar la tierra de un modo adecuado y cuidar celosamente el almácigo, como si fuese un miembro más de su familia.
Él la había visto después de tres semanas de ser contratado por su padre, a las orillas del lago, sin siquiera saber que era la hija de su patrón. Una bella mujer, pequeña, con las mejillas redondeadas y rubicundas por el esfuerzo que hacía al intentar trepar al frondoso árbol, ese que sus compañeros de labor en la mina llamaban de "sauce llorón".
"Señorita, no es buena idea que suba, bajar podría ser peligroso" fue esa la frase con la que había iniciado todo, sin embargo ella, discreta, con sus ojos dulces le había mirado avergonzada, deseando esconderse por haber sido pillada en su travesura. Fue allí, dónde sus ojos quedaron prendados en los de la omega, enamorándose perdidamente de ella.
Hiroko, más calmada, observó el rostro de su esposo, tratando de descifrar la sonrisa que adornaba su rostro y aquella fuente de paz que parecía envolverlo. Apretó el agarre de sus dedos, pidiéndole en silencio con esa acción qué compartiese con ella también ese momento.
Él complacido, le contestó, explicándole con detalle cómo él había vivido su primer encuentro, robándole cantarinas risas, logrando calmar y llenar de seguridad una vez más el corazón de su esposa.
Él adoraba cuando ella en muda respuesta dejaba descansar su hombro en su cabeza, liberando suavemente su aroma.
El japonés dejó un beso en los oscuros cabellos trenzados de su amada esposa, elevando, al final, un poco sus feromonas.
Toshiya sabía, en el fondo, que a partir de aquella noche, su pacífica vida cambiaría; sólo rogaba en el fondo de su corazón, que fuese beneficioso para todos.
Con aquel pensamiento, dejó suaves caricias sobre la piel de su omega, como cuando alguna vez fueron aquellos tiernos y dulces adolescentes enamorados que se escondían bajo el árbol, soñando en formar un hogar y tener su propia familia en un futuro.
Futuro que ahora ambos compartían.
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Nota de la autora:Capítulo narrado en 3era persona.
¿Qué les pareció este capítulo?
¡Chan chan chan! Conocimos un cachito de Toshiya y Hiroko. Ambos a pesar de no tener un fuerte protagonismo son importantes en esta historia 😉
¿Cómo ha estado esta primera impresión que han tenido de Hiroko?
Ella sin duda es uno de los personajes que aprecio mucho, quizás en algún futuro cuente más sobre su historia y también sobre Toshiya.
¿Quién creen que cuente su versión el siguiente capítulo?
Bueno, como siempre, si tienen alguna sugerencia con respecto a la ortografía y gramática soy toda oídos/ojos. Si noticean algún error también me lo hacen saber 👌
Gracias de corazón a quien lo lea <3
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Forjando nuestro destino #ViktuuriAwards
Fanfiction[AU] [Viktuuri] [Omegaverse] Yuri on Ice. Jamás había estado preparado para lo que le destino le tenía reservado. Él no tenía conocimiento ninguno para su verdadera naturaleza, la cual, le terminó despojándole de todo lo que consideraba propio...