Capítulo 3

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Aquella señora de redondas mejillas y ojos del mismo tono y forma que mi "salvador", me observaron cálidos y comprensivos luego de la petición de su hijo, caminando hacia una pequeña habitación. Esta se veía iluminada por las velas que adornaban la pequeña mesa al lado de la cama.

—Es la habitación de mi hijo ─me explicó, girando la perilla.

Para ser la habitación de un chico era lo suficientemente cálida como para sentirse acogido sin necesidad de muchos objetos. Tal vez fue por los tonos amarillos y marrones que destacaban por la flama de las velas, danzando alegremente.

Tendría que sentirme agradecido con ambos; pero en realidad, toda aquella desinteresada amabilidad me enfermaba.

Me recordaba el dolor de ser echado de casa al ser un omega, de ser aquello que mi padre tanto odiaba y yo desconocía.

Traté de ignorar la cálida voz de la señora y su tranquila naturaleza, además de aquella sonrisa que portaba en todo momento restregándome lo feliz que era y lo miserable que se había tornado mi vida en cuestión de segundos, unas horas antes.

─Esta es la recámara de Yuuri, no te preocupes por él, se quedará a dormir por ahora en la sala. Te traeré un poco más de té; si deseas asearte, utiliza el baño ─me señalizó, girándose nuevamente hacia el estrecho pasillo, mostrándome una de las puertas. ─Aunque no creo que sea prudente por ahora, tus piernas a penas te sostienen, podría ser peligroso sí te cayeses y golpeases.

Mi plan de ignorar al cuerpo del cual aún me seguía aferrando, se vio fallido. Yuuri terminó de internarme en su habitación en silencio, dejándome sentado sobre las sábanas, recordándome que todo este corto tiempo tenía mi febril y tembloroso cuerpo aferrado contra el suyo.

Odiaba sentirme tan indefenso, como una muñeca de trapo a la cual movían y dejaban de un lugar a otro, así como también sentirme dominado por el deseo de seguir aferrado a ese cuerpo de un modo que trastornaba mi conciencia y que se ocupase de mí del modo que yo tendría que haberlo hecho si fuese diferente las circunstancias al hallar un omega.

El de cabellos oscuros empezó a hurgar dentro de sus cajones por unos minutos con un rostro serio y enfocado. Yo, me encontré observándole fijo y con detenimiento, al no encontrar nada más interesante por el momento.

Debía admitir que lucía bastante bien y era atractivo, veía su mandíbula tensarse de vez en cuando y aquel simple movimiento daba un aire más maduro sus juveniles facciones, los ángulos de su rostro se mostraban redondeados, nada marcados como los míos. Además, aquellos curiosos ojos podrían mostrarte tan salvajes, alterando mis hormonas ya afectadas por el celo; como también, podrían ser cálidos y compasivos, brindándome una muda caricia que acunaba con dulzura a mi destrozada alma.

Esos ojos podían centellar como dos rubís, calmando y alterando a mi omega interno con regocijo y complacencia.

─Aquí está. ─Dijo el chico sonriendo ampliamente, para luego avergonzarse en cuestión de segundos al notar que yo seguía ahí, que todo el tiempo había permanecido observándole minuciosamente.

─Am, no es mucho lo que tengo, pero podrá servirte. Son nuevas, mi padre lo compró hace años pensando en que podría usarlo, pero no tengo el porte... ─lo vi acercarse a mí de nuevo con ese temor de asustarme, con un sonrojo adornando sus mejillas.

Encontré por demás absurda y ridícula esa actitud, considerando que hace unos momentos me había tenido aferrado a su cuerpo como si fuese suyo, hablándome con autoridad.

Creo que fui demasiado expresivo al entornar mis ojos y dejar escapar un bufido.

El adolescente reaccionó cohibido, callando, dejándome solo con una muda de ropa limpia.

Con sinceridad, no entendía a ese tal Yuuri.

¿Qué era según las etiquetas de nuestra pequeña sociedad?

No había logrado sentir si quiera un aroma definido, además la actitud de hace un momento dejaba mucho que desear si fuese la de un alfa. Yo había sido criado como uno, y sabía que esos deslices de vergüenza y voz temblorosa no eran dignos de su especie. Ellos, los Alfas, estaban a un escalón más arriba por el simple hecho de pertenecer a esa categoría.

Me enfurecía, Yuuri me enfurecía y trastornaba.

Él podía ser ese alfa que ya no podría ser, pero mostraba un comportamiento tan ambiguo que me crispaba los nervios. Tal vez lo había recogido del campo para hacerlo suyo y aquella amabilidad eran más falsas que la condescendencia de mi padre al dejarme tres monedas en el abrigo, eran parte de su juego.

Apreté mis ojos con fuerza, aquella opción rasgaba los pedazos aún latentes de mi corazón, parte de mi quiso acunarse de nuevo sobre su cálido pecho. Agaché la cabeza, dejando que mi cabello cubriese la mayor parte de mi rostro, esperando que nadie más viese como me quebraba.

¿Qué podía hacer ahora?. Huir sería la mejor opción, si mis piernas respondiesen correctamente, si no estuviese lubricando y esparciendo feromonas...

"Como una prostituta", las palabras de mi padre secundaron mis pensamientos acompasados del golpe de mi corazón contra la caja torácica, en un vago intento de romperlo y liberarlo. Era un omega, un sucio omega, un omega que deseaba ser penetrado hasta perder el conocimiento y calmar el dolor que el celo causaba, uno que deseaba estar en los brazos de un alfa y ser sumiso.

Aullé lo más bajo posible, sintiendo ahogarme con mis lágrimas, que caían como ácidos irritando mi piel en vez de darle consuelo, todo esto me resultaba antinatural.

Ahora me tocaba comprender, bajo la misma piel, el dolor y sufrimiento, ser omega era un infierno de desolación.

Mis sueños de juventud estaban truncos, y con ello, también el hecho que no podría regresar a mi antiguo trabajo en la mina con mi padre o al pequeño estudio dónde Yakov, mi profesor de patinaje y danza, me impartía clases.

Allí, en soledad, fui consciente que lo había perdido todo, mi familia, mis sueños, mi identidad. Y ahora debía de vivir como un omega, y como tal sería el objeto de algún alfa, un bonito premio. Destrozado, aborrecí mi naturaleza, tirando de un mantazo las ropas que me había dejado.

Crucé mis brazos con fuerza, abrazándome e hipando en silencio, deseé ser un niño de nuevo, aquel que disfrutaba de jugar en el barro sin importarle nada más que divertirse junto con mi padre, ese mismo niño que compartió noches de fogata mirando y admirándoles, queriendo ser también el alfa que mi madre fue antes de abandonarnos.

Quería ser amado, ansiaba haber sido aquel hijo que mis progenitores y yo deseaba que hubiese sido, sin embargo no lo era.

Antes de caer rendido por el cansancio, deseé, profundo y en silencio, que aquellos ojos marrones rojizos, no me hubiesen tomado por lástima.

Mi omega interno lloró, replegándose en sí mismo, compartiendo el mismo deseo.

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Nota de la autora:

Capítulo narrado bajo la perspectiva de Viktoruuu.

¿Qué les pareció este capítulo?

¡Chan chan chan!

A nadie vi notar o tomar importancia en el anterior capítulo sobre quién ese ese amigo que dice tener Yuuri.🤔 ¿Ya saben quién es?

¿Qué creen que pasará?, ¿Viktor asumirá su papel de omega?, ¿Se cortará las venas con galletitas de animalitos?

¿Porqué creen que Yuuri actúa de ese modo?, ¿Es sólo timidez?

Bueno, mejor ahí le paro xD Ya he dicho mucho(?). 

Como siempre, si tienen alguna sugerencia con respecto a la ortografía y gramática soy toda oídos/ojos.

Gracias de corazón a quien lo lea <3

Forjando nuestro destino #ViktuuriAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora