Capítulo 13

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Ya habían pasado aproximadamente más de cuatro meses desde la primera visita que tuve con Chris en su consultorio. Debía de admitir que dejando de lado su insoportable carácter sexual, era alguien bastante divertido con quien tratar. Aprendí a sobrellevar sus estúpidas bromas y todo gracias a ese extraño "amigo" que Yuuri tenía, ese tal Phichit era el nuevo objetivo de Chris.

Chris solía quedarse callado por completo cuando tocábamos el tema de los medicamentos o sobre el tratamiento que llevaba con Yuuri. Él solo atinaba a darme una sonrisa medio amarga añadiendo que eso era confidencial, pero que no tenía nada por lo que temer o alertarme. Sólo eran exámenes de rutina.

Sabía que Chris me estaba guardando algún secreto con ello o no era del todo sincero, lo sabía por la forma en que agitaba sus largas y ridículas pestañas en un tic chistoso o el ángulo externo de su ojo izquierdo temblaba apenas perceptible, confirmando por las pequeñas arruguillas que se formaban, sus 30 años de edad.

Mi celo no se había vuelto a presentar desde la primera vez, según Chris me explicaba era porque mi caso era semejantes al de las mujeres con ciclo menstrual irregular, también que con el tiempo eso se regularía, más aún si tenía alguna experiencia sexual con algún alfa. Él hablaba sobre casos de sus pacientes féminas y omegas que luego de su primera relación sexual su situación había mejorado notablemente, él había observado tras microscopio y pruebas biológicas como cierto tipo de sustancias y feromonas que podían regular el celo de un omega.

La idea de enlazarme o estar debajo de un Alfa aún removía mis entrañas y no de placer, de sólo imaginarlo. Yo aún discutía con Chris si había manera de cambiar mi condición como Omega, sin embargo siempre me daba la misma respuesta, que lo olvidase, que dejase de ser necio y no jodiese su preciada paciencia.

Aquello me dejaba con un mal sabor en la boca; sin embargo, ya no solía molestarme como las primeras veces que le exigía el cambio y este se burlaba y alzaba sus feromonas, recordándome mi lugar cuando prácticamente yo saltaba a su yugular, como un animal.

También estos meses aprendí a estimar y ansiar la presencia de Yuuri, así como apreciar su labor. Él solía dar aquella calma, al igual que su madre cuando nos sentía tensos. La madre del menor solía liberar sus feromonas induciéndonos a un estado de serenidad y paz, en cambio Yuuri a pesar de no liberar feromonas como su madre, el solía transmitirnos el mismo sentimiento al verlo, como las veces en que el moreno cocinaba junto con su madre o preparaba la ropa que usaríamos o la zurcía, o cuando tejía sombreros de palia.

La presencia de un omega parecía también tener un rol más importante y digno que el que mi padre me había gritado y echado de casa. Ser un omega no solamente era abrirse de piernas y procrear, ellos también ocupaban el hecho de cuidar de sus familias y constatar que todo marchase correctamente.

Tal vez, y solamente en un universo alterno muy lejano de mi realidad, si hubiese sido hijo de los Katsuki no me habría mortificado ser un Omega. No obstante, conocía el mundo de un modo diferente, había recibido la educación necesaria como para saber que había un mundo más allá del sembrío y la vida de chacra, al igual que había un mundo más allá de trabajar en la mina.

Pisar la ciudad y erigir mi propio destino siempre había sido mi sueño, uno que había dejado aplazado y abandonado por todo ese tiempo en que estaba aprendiendo a sobrellevar mi nueva vida.

Hoy por fin veíamos el esfuerzo que había puesto en aquellos almácigos y en el arado de la tierra. Eran los primeros cultivos que junto con Toshiya había logrado cultivar. Ambos nos habíamos abrazado como un par de viejos amigos. Él observaba orgulloso como había cuidado de la parcela de arroz que me había encargado. El precioso verdor nos rodeaba y cubría casi hasta la cintura. El sol de verano de California nos bañaba cálidamente al igual que a las plantas.

Forjando nuestro destino #ViktuuriAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora