Nuestra pequeña amistad

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• DÍA #84 •

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El sol aún no daba señales en la ventana y su cuerpo seguía tibio, su brazo seguía aferrado a ese delicado cuerpo durmiente cerca de su pecho y la respiración serena que calentaba su camiseta y atravesaba la tela hasta llegar a su piel lo estremecía suavemente. Abrió los ojos para contemplarla, pero sólo podía apreciar su cabellera esparcida en la mejilla y el subir y bajar de su cuerpo por la respiración. Quiso levantar el brazo para apartarse, pero no pudo. De alguna forma quería seguir allí, a su lado, procurando que descanse tranquila, pues parecía ser el único momento en el que las lágrimas no salían de esos cálidos ojos perla.

El movimiento de la cama, detrás de Hinata, lo alertó, pero al notar que era la tonta gata permaneció quieto; su cabeza reposando sobre su brazo izquierdo, aferrado con delicadeza a la chica durmiente. Kunai meneaba la cola con parsimoniosa lentitud mientras contemplaba fijamente al sujeto que tenía abrazada a su dueña; Sasuke la miraba igual: fijo, frío, a la expectativa de los movimientos que pudiera realizar el otro.

Por un segundo Sasuke enfocó el reloj detrás de la gata, marcaba cuarto para las seis. Suspiró y quitó el brazo con un dejo de arrepentimiento. El animal parecía relajado después de que Sasuke se apartara, pero no abandonó su posición de guardián. Molesto por la actitud detestable del animal —él no era un maldito pervertido— desafió a la gata con la mirada y acercando la mano al hombro de Hinata con rapidez, la zarandeó sin que el animal pudiera evitarlo.

— Despierta. —fue lo único que dijo después de ver esa expresión de espanto en la chica, y para cuando Hinata se dio cuenta que sólo la había despertado para ir a la misión se calmó.

Una ducha rápida, empacar herramientas ninja, verificar la vestimenta y desayunar de forma rápida y simple los dejó listo para la misión. Cuando Hinata cerró la puerta —despidiéndose de Kunai y asegurando alimento para un par de semanas— cayó en cuenta que no se irían solos y la cortina de tristeza volvió a envolverla.

El camino del departamento Uchiha hasta la entrada principal tomaba unos quince minutos, pero para Hinata sólo pasaron segundos.

— ¡Hola! —saludó un efusivo rubio en la puerta.

— B-buenos días, Naruto-k... —contestó sin mirarlo, pero su saludo se cortó cuando vio a una cuarta persona en el lugar, a un par de metros volteando con algo de pesar.

— Hola. —dijo ella no muy animada, Hinata reverenció con suavidad mientras respondía el saludo; sin embargo notó segundos después que no había sido a ella a quien dirigió esas palabras. Sasuke la miró de forma tranquila sin responder su cortesía.

— ¿Qué haces aquí? —sonó algo tosco, pero para todos el carácter de Sasuke ya era de costumbre, aunque eso no evitó sentir en sus verdes ojos el peso del dolor y el sufrimiento; no obstante respondió con madurez y una firme sonrisa.

— Tsunade-sama me incluyó en el grupo, en caso de ser necesario.

— ¿Cómo se encuentra Karui-san? —preguntó elevando el tono de voz con dulzura, esperando que Sakura la oyese esa vez; la pelirrosa volteó en su dirección con una extraña y chueca sonrisa.

— Bien, sólo necesita reposo. Recuperará la visión en un par de días. —apartó la mirada de Hinata con rapidez y se enfocó en Naruto. — Ya que estamos todos, vámonos.

— ¿Quién es el líder? —preguntó mientras los cuatro dejaban la gran puerta roja de Konoha atrás.

— Shikamaru ya está allá. —indicó ella con algo de indiferencia mientras corrían con velocidad— Mientras, yo seré la guía. —expresó en dirección a Sasuke, pero éste no le dio importancia.

Camino ninja del sentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora