Nuestros corazones acelerados

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• DÍA #211 •

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Dio un paso fuera y respiró con libertad; Sasuke era un hombre libre... de nuevo. Tres semanas de recuperación habían pasado sumamente... lento. ¡Horrorosamente lento! ¡MALDITA SEA! En especial después de...

—... de veras! —Rodó los ojos hastiado de la compañía que tenía a su lado— Y luego un ¡BOM! y yo...

Bu... Buenas tardes, Naruto-kun... Sasuke-kun. —su voz en murmullo lo atrajo tan rápido que no le prestó atención a la plática estúpida de Naruto sobre qué sabe qué, quién sabe dónde.

— ¡Hola, Hinata-chan!

Ella sonrió no muy cómoda mirándolo a los ojos, éste rascó su nuca y miró a Sasuke, quien lo observó molesto con su bello que decía a todas luces "Lárgate, tarado.". Naruto abrió ampliamente los ojos al recordar lo que le había dicho en la habitación. Codeó al azabache en las costillas un par de veces sin que Hinata lo viera y con un rápido chao, los dejó en la puerta exterior del edificio médico mientras le hacía muecas y balbuceaba cosas como: "No metas la pata de nuevo, idiota" o "Recuerda lo que te dije hace un rato" y también "¡Invítala a salir, de veras!".

Cuando Naruto no era más que un estúpido recuerdo en la calle, Sasuke se acercó a ella, pero Hinata mantuvo una distancia de metro con él. No lo miraba a la cara desde hace dos eternas semanas y eso lo tenía inquieto y, por primera vez en su vida, culpable. Sí. Era imposible de creer, pero Sasuke Uchiha sentía que había ido muy lejos. ¡Demasiado lejos! Pero no se iba a disculpar. No, claro que no; es un Uchiha. Además no había hecho nada que no se esperase de su situación actual —matrimonio, pareja joven, atractivos ocultos a plena vista—, pero debía admitir que los impulsos masculinos le habían causado un grave problema con la primera mujer que se había ganado su aprecio de una manera diferente a todo lo experimentado.

Caminaba a su lado rumbo a la casa, su casa, pero ella tenía el rostro cabizbajo y estaba tan callada como nunca lo había recordado. Porque debía admitir que desde el matrimonio, Hinata —aunque no hablaba mucho— siempre parecía hablar por los dos.

Recorrían las calles invadidos por esos silencios raros de antes. La miraba de perfil cada cierto número de cuadras sólo para ver que no hacía ni el menor intento de prestarle atención. ¿Seguía enojada? ¿O acaso lo estaría? De todo el tiempo a su lado la había visto sonreír, la había visto llorar, destrozada, firme, centrada, incluso sorprendida y nerviosa, pero enfadada sólo una vez —aquella vez que la empujó en la nieve cuando vivían en la Mansión— y por unos pocos segundos. Con una personalidad tan gentil y transparente, quizá el estar enfadada no era algo que soportase y prefería actuar distante.

Cuando llegaron al sendero que comunicaba la aldea con el Distrito Uchiha, le pareció que ella sobresaltó y redujo la velocidad de sus pasos por un breve momento. Entonces cayó en cuenta que era la primera vez que ambos estaban solos desde lo que había sucedido.

— Hinata. —dijo su nombre al cerrar la puerta detrás de ella.

— ¡P-prepararé el almuerzo! —interrumpió rápido tratando de llegar a la cocina de un salto— Tsu... Tsunade-sama me indicó qué tipo de alimentos debes... —sobresaltó cuando él la tomó del hombro y ella se apartó rápido sin darse cuenta que lo había hecho inconscientemente.

— Ya almorcé.

— Oh... Está bien. E-entonces prepararé algo rápido para... —la tomó del codo con su brazo nuevo; vendado por insistencia del tarado. Ella volvió a dar un pequeño brinco y trató de apartarse, pero esta vez no se lo permitió.

Camino ninja del sentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora