Los sentimientos de...

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• DÍA #314 •

Ella suspiró tan pesado que los papeles delante suyo se elevaron hasta casi caer del escritorio; estiró todo el cuerpo para atraparlos ya que no tenía ánimo de ordenarlos si tan solo leerlos era tedioso.

—Dormir sobre el escritorio afecta la columna, Ino.

Ella volvió a suspirar y tornó los ojos como un cachorro en dirección a su esposo, quien se acercó para ayudarle a ordenarlos.

—Llevo más de dos años en esto, cariño, y aún no logro acostumbrarme.

—Igual que tu padre, mi cielo. —dijo la voz de su madre al entrar al despacho. —De hecho actúas mucho más madura que él a su edad... —La señora Yamanaka desvió la mirada al techo y con la mano en la mejilla y viajó al pasado con una melancólica sonrisa. Ino y Sai contemplaron a la mujer con cariño.

— ¿Qué hacía para ayudarlo con el agotamiento, madre? —preguntó Sai con sincera curiosidad.

La mujer sonrojó con travesura y se cubrió la boca con el índice mientras guiñaba un ojo ante el pensamiento que pasó silencioso en su cabeza, pero fue fácil de comprender para Ino que sólo respondió con un "Agh, madre. Por favor", rodó los ojos con vergüenza retomando la lectura de los papeles en el escritorio.

—Tenían sexo para disminuir el estrés.

— ¡SAI! —regañó Ino ruborizada por la vergüenza.

La señora sonrió con picardía y salió del despacho con esa aura alegre y entusiasta desde que Ino había llevado a Sai a vivir a casa después del matrimonio.

—Madre parece más alegre desde la boda.

—Debe ser porque no me fui a tu departamento como había pensado. ¿No te molesta, verdad? Es decir. Se supone que la esposa va a vivir con el esposo, no al revés. —Él la miró con esa sonrisa dulce que para los demás era simplona, pero que para ella era un sol.

—Si la casa ya está amueblada no habrá que pagar para hacerlo. —Él desvió la mirada hacia la puerta. —Y me agrada decirle madre... —agregó con un tono distinto. Ino ruborizó con todo el afecto que le permitió su corazón y lo contempló por tanto tiempo que le pareció una vida entera.

— ¿Ino? —Ella salió del trance al tercer llamado.

— ¿S-Sí?

—Vaya que estás cansada. No respondías. —Ella sonrió apenada y acomodó los papeles en un burdo intento por cambiar el tema. —Si estás muy estresada podemos tener sexo para...

— ¡Sai! —interrumpió, bajando los papeles y llamando sus atención con la palma sobre la mesa. —Yo aprecio muchísimo tu sinceridad, cariño, en serio. Pero esa no es la manera de expresarlo. ¡Menos delante de mi madre!

—Pero a ella no le molesta. —contestó con inocencia— De hecho me dijo que venga a verte y que te hable sobre tener un hijo mientras ella se iba a la plaza toda la mañana. —La vergüenza se reflejó en su bello rostro con una incómoda mueca. —Pero como ya platicamos sobre lo que haremos si tenemos un niño o una niña, pensé que era más importante buscar la forma de que te relajes por el trabajo. He leído que tener sexo elimina el estrés y...

Ino golpeó el escritorio con fuerza por segunda vez, exhaló pesado con la cabeza agachada y luego de varios eternos segundos se puso de pie con el rostro rojo a más no poder.

—¡Cárgame y llévame a la alcoba, ahora!

Él la tomó entre sus brazos como lo que era: su princesa, y ella se aferró del cuello mirándolo con vergüenza y molestia.

Camino ninja del sentimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora