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Silvia

Llevamos aquí dentro tres horas, nadie se ha movido o ha dicho algo. Lo que no se, es como la gente no se da cuenta de que algo pasa en el hospital, de que estamos cerrados.

La idea de que todo esto es por mi culpa no se va de mi  cabeza, haciendo que me sienta culpable.

—Esto es muy sencillo—Dice uno de los chicos sin dejar de mirarme—Si vuestra querida compañera pone de su parte, se acabará enseguida.

Álvaro me mira sin entender nada.

—¿Has pensado en lo que te he dicho antes o aún no?—Trago saliva al ver como juega con la pistola.

—¿De que habla Silvia?—Álvaro hace que saque mi rostro de su cuello para mirarme.

—Quieren que les dé el dinero que me dejo mi padre. Por eso estamos aquí.

—Asi es—Sonrie—Es una lastima que por culpa del egoismo de vuestra amiga, tengais que estar aquí. Con lo sencillo que seria hacer lo que la pedimos.

—No os voy a dar nada...

—Quizás deberías pensartelo mejor. Silvia, es solo dinero daselo y se acabará todo esto.—Miro a Álvaro sin creerme que me este diciendo esto.

—No voy a darselo. No me puedo creer que justamente tú me estes diciendo esto.

—Deberías de dejar de pensar en ti y pensar un poquito más en todos los que estamos aqui.

—Escucha a tu novio, parece que es el único sensato aquí.

—Silvia escuchame—Álvaro coge mi rostro entre sus manos, haciendo que le mire.—Se que es muy egoísta, pero piensa en todos nosotros, en toda la gente que esta aquí y no tiene culpa de nada. Silvia cariño, por favor...

—No.

—¿Porque eres tan cabezona?
—¿Perdona? A lo mejor es que se me ha pegado algo de ti. No eres el más indicado para decirme que hacer o que no...

—Siento interrumpir vuestra conversación tan interesante, pero me preguntan por aquí—señala el aparato que lleva en la oreja—Si nos vas a hacer sacartelo por la fuerza. Te puedo asegurar que nuestro jefe no tiene tanta paciencia como nosotros. Sobretodo después de lo de esta mañana...

—No voy a daros nada—Ahora mismo estoy demasiado dolida con Álvaro como para pensar en los demás.

—Muy bien...—El chico se acerca a mi con la pistola cargada, noto como Álvaro se tensa. Al llegar a mi lado me agarra del brazo fuerte, tirando de mi hasta ponerme de pie.—Vamos a un sitio donde podamos hablar más tranquilamente tu y yo, Silvita...

Me quedo paralizada al escucharle llamarme así. Espero que Álvaro haga algo, intente detenerle, impedirle que me lleve con él, pero no hace nada. Absolutamente nada.

Giro mi rostro hacia él, pero ni siquiera me mira. Pensaba que me quería, que estaría dispuesto a hacer algo para protegerme, pero me equivoque.

El chaval tira de mi brazo hasta sacarme de la sala de descanso. Me empuja hasta llegar a mi consulta, donde me mete de un empujón.

—¿Estas segura de que no quieres darnos el dinero y acabar con esto antes?—Ahora mismo no puedo pensar en nada que no sea Álvaro. Me ha fallado...—Me tomaré eso como que no.

El chico se quita el pinganillo dejandolo encima de la mesa.

—¿Sabes? El jefe nos prohibió hacer esto, pero yo no veo que haya aquí nadie más que tu y yo.—Se acerca a mi, poniendo sus manos en mi cintura, haciendo que mi estómago se revuelva.

—No vais a conseguir nada, por muchas cosas que hagáis.
—Ya veremos si dentro de un ratito piensas igual...

Solamente túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora