¿Quién eres?

Yuuri

Yuuri sentía la suave respiración de su amo sobre su oreja, los brazos del rubio lo tenían preso en un posesivo abrazo, las manos que lo rodeaban acariciaban también su pecho con suavidad e increíblemente, Yura lo tocaba con calma.

Eran ya casi tres semanas despertando del mismo modo. El moreno no lo entendía pero estaba seguro de que despertar en la habitación de Yura, era una orden silenciosa que debía empezar a seguir; después de todo, no importaba que por las noches se fuera a descansar a su habitación si en medio de la madrugada el alfa lo tomaba y lo llevaba con él.

El omega sonrió feliz aunque sabía que no debía alegrarse, no podía dejarse llevar por las extrañas y reconfortantes acciones del ruso. Lilia ya le había advertido que tuviera cuidado con Yura, ella estaba convencida de que el ruso quería marcarlo como suyo para que ya no tuviera la opción de irse, y eso no estaba dentro de sus planes.

Pero era muy difícil resistirse cuando creía sentirse apreciado por el rubio, gracias a su suave toque.

-- No estés triste, cerdo – espontáneamente Yura habló en su oído.

-No…no sé de qué hablas, amo – Yuuri se preguntaba desde cuando el alfa sabía que estaba despierto.

-¿Cuántas veces debo decirte cómo me llamo? – Yura rompió su abrazo para apoyar sus manos a cada costado del cuerpo de Yuuri.

-Yura… - contesto Yuuri nervioso ante el extraño comportamiento de su amo.

El alfa acortó la distancia entre ellos pasando su lengua por los labios entreabiertos del moreno, éste sólo se ruborizo al mismo tiempo que sentía una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Satisfecho, Yura empezó a devorar con excitantes besos a Yuuri, sus fríos ojos estaban atentos a la tímida mirada castaña que tampoco se perdía ninguna de sus expresiones; le gustaba que el chico se esforzara para seguir su juego.

Con la misma calma con la que besaba al omega, Yura decidió empezar su interrogatorio. Por eso deslizó su ágil lengua hacia la oreja izquierda del muchacho bajo él. Con una arrogante sonrisa sintió como la excitación y el nerviosismo de Yuuri crecían, sus feromonas lo delataban con una facilidad increíble. Recargo su peso sobre su antebrazo izquierdo y con la mano libre comenzó a subir la playera con la que dormía el omega; con cuidado acarició su piel, en especial los pezones rosados que tanto le gustaban.

Yuuri se estremeció e involuntariamente, un excitante jadeo escapo de sus labios.

-¿Quién fue? – le pregunto Yura contra su cuello - ¿Cuál de los nuevos te tocó?

-N… no…

-Dime quién te lastimó – ordenó el alfa mordiendo su clavícula mientras sus manos lo acariciaban.

-Fue… un accidente… - gimió Yuuri.

- Ajá… - ahora los labios del ruso succionaban la piel de los pechos del moreno mientras su mano empezaba a acariciar su entrepierna -. Dímelo, Yuuri. 

El omega tenía miedo de decirle, el recuerdo de su amo actuando tan despiadadamente seguía muy vivo en él. Pero Yura lo tacaba con maestría, conocía bien todos los puntos dulces de su cuerpo y se valía de ellos para desarmar su voluntad.

Aquel accidente donde Yuuri descubrió parte de la brutalidad del alfa, ocurrió cuando tenía diecisiete años, y fue en una tarde en la que trabajaba en los jardines traseros de la mansión. Uno de los nuevos empleados se acercó a él; había sentido, a través de su olor, que su celo se acercaba, así que motivado por eso y porque sólo era un omega, lo derribó contra el suelo con la firme intención de forzarlo.

Yuuri recordaba el miedo que lo invadió, incluso forcejeo con todas sus fuerzas para librarse del robusto alfa que pretendía tocarlo contra su voluntad y que no era el rubio al que ya estaba acostumbrado; también recordaba que algo en su interior le dijo que gritara y llamara a su amo. Sin saber la razón del porqué lo hacía, gritó el nombre de Yuri con todas sus fuerzas deseando ser rescatado por él. Después el alfa lo había golpeado en la cabeza.