Corre

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Yuri recorría los vacíos y silenciosos pasillos de la mansión mentiras se dirigía a su solitaria habitación. En su camino intentaba percibir el dulce olor de Yuuri, más no había rastro de él.

¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que ese delicioso y adictivo olor llenó sus sentidos?

Cinco meses, dos semanas y cuatro días, tiempo en el que Yuri destrozó una y otra vez la voluntad del omega con tal de hacerlo fuerte, de ser el objeto de su odio para librarlo del amor que llegó a sentir por él.

El alfa llevaba la cuenta de todas las atrocidades que cometió contra Yuuri como una forma de recordar que alguien como él no podía permitirse tener debilidades, mucho menos cuando eran tan bellas y delicadas como Yuuri. 

Pero empezaba a ser difícil soportar la carga de perder lo poco que tenía y que en verdad valoraba…más aún cuando apenas era capaz de ser indiferente ante cada insinuación y coqueteo que el omega recibía cada vez que iba donde Madame Toussiant. Porque sí, efectivamente, él seguía llevando a Yuuri al local de la omega cada vez que era necesario, seguía siendo un mudo espectador de la belleza y elegancia que Yuuri mostraba cada vez que  hacía frente a los alfas y betas que creían poder seducirlo con sus palabras vacías y sin sentido. Yura al menos sabía que el japonés era ya inmune a las mentiras que lo rodeaban gracias a que él había hecho un gran trabajo destrozando cada promesa que le llegó a hacer.

Con amargura, el rubio pensó que al menos no había sido tan tonto como para decirle abiertamente a Yuuri que prometía darle todo con tal de que se quedara a su lado y lo amara, pues sin duda hubiera sido una promesa que habría intentado no romper.

En silencio y en medio de la oscuridad que llenaba su habitación, el alfa se desnudó y se dirigió a tomar un baño que quitara de su cuerpo el olor a muerte que lo impregnaba.

Pensaba que debía hacer algo para frenar de una vez por todas las amenazas que últimamente estaba recibiendo, y es que empezaba a encontrar fastidioso tener que detener su rutina cada vez que algún imbécil creía que podía chantajearlo usando a Yuuri como medio. Esa noche había tenido que ir al sur de la ciudad a moler a golpes a un pequeño grupo de idiotas que  amenazaron con delatar el lugar donde el omega trabajaba si él no cumplía con sus demandas.

Yuri había ido al lugar citado sólo para dejar en claro que unos pedazos de mierda no lo intimidaban en lo más mínimo; también lo hizo con la intención de recabar información acerca del o de los traidores que estaban detrás de todo.

Desde que el ruso perdió el control al desaparecer Yuuri, sus socios y enemigos se dieron cuenta  que no era invencible así que buscaban el mejor momento para que el temido Yuri Plisetsky sucumbiera ante la presión que imponían sobre él y cediera a sus exigencias.

Yuri sabía que las peticiones de sus socios no eran tan descabelladas como  parecían; era obvio que querían que sacara del juego y de una vez por todas a Viktor, sin embargo,  no pensaba arriesgarse a hacer algo hasta que  pudiera asegurar el bienestar del omega. Pero no sólo le preocupaba el platinado; Yakov y Leroy aprovechaban la situación, ya que al parecer nadie estaba atento a sus movimientos para planear una derrota definitiva.

Si contaban o no con la ayuda de Nikiforov era algo que el rubio aún no descubría.

La sangre escurría por los delgados dedos de Yuri mientras permanecía inmóvil bajo el chorro de agua tibia de la regadera. Le hubiera gustado tanto poder sentir la piel de Yuuri esa noche, dormir a su lado y pretender que no había peligro de por medio... deseaba volver en el tiempo y dejarse cubrir por las tímidas caricias que alguna vez gozó cuando llegó de madrugada y de mal humor dispuesto a desquitar su estrés en alguien más.

—Jodido demente —se llamó Yuri al pensar en ello.

¿Cuántas veces Yuuri abrió sus piernas para él cada vez que lo ordenó? Demasiadas, más de las que podía recordar. De esas ocasiones, ¿En cuántas el omega le dio consuelo pese al dolor que le infligía? En casi todas. ¿Desde cuándo supo que Yuuri lo arrastraba con él gracias a que estaban igual de vacíos? ¿Valía la pena siquiera tratar de recordarlo? No, no lo valía. ¿Por qué no hizo nada al descubrir que poco a poco iba queriendo al chico? Porque creyó que no iba a perder el control y que podría acabar con eso en cualquier momento. ¿Las cosas hubiesen sido distintas si él hubiera marcado antes a Yuuri? Seguramente ambos sufrirían más. ¿Qué estaría haciendo el moreno en ese instante? Debía estar durmiendo con Lilia, abrazándola y llenándose del amor que necesitaba.

No podía seguir así, debía acabar con todo esto cuanto antes.

Sin importarle mucho el estar desnudo, el rubio apenas secó su cabello antes de acostarse a dormir; debía descansar algo antes que el sol saliera y con él otro día de mierda empezara.

— Si tan sólo estuvieras aquí...

Yuri ya empezaba a acostumbrarse de nuevo al frío de su habitación y al que lo ahogaba desde adentro. No era como si fuera la primera vez que lo sentía, y si antes pudo sobrevivir a él, nada le impediría sobreponerse a su soledad y enterrar sus emociones en lo más profundo de su ser.  Después de todo, no olvidaba que era un monstruo.

El alba llegó antes de lo que Yuri esperó que lo hiciera y es que apenas pudo dormir algo esa noche.

Como si no fuera suficiente llevar una lista mental de todos sus pecados, las pesadillas que lo envolvían en cuanto cerraba los ojos, lo torturaban.

Por más que lo intentaba, no podía dejar de pensar en aquello que hubiera podido ser…frecuentemente se preguntaba si su bebé hubiera sido niño o niña, si se hubiera parecido a él o a Yuuri y si hubiera tenido ese dulce y suave olor que antes lo llamaba; con amargura se decía que una niña idéntica al moreno lo hubiera hecho muy feliz.

El alfa volvió a bañarse, pero en esta ocasión con agua fría, deseando que  lo despertara del todo para que pudiera ponerse de nuevo la máscara de hombre frío y sin corazón que había aceptado llevar desde que su abuelo falleció.

A decir verdad no le era difícil ser un hijo de puta, parecía que ese rasgo era una parte esencial de su personalidad, así que ya no le pesaba despojarse de toda emoción en cuanto salía de su habitación y se enfrentaba al mundo como Yuri Plisetsky, el cruel líder la mafia.

El primer signo de que ese día iba a apestar más de lo usual, fue encontrarse con Yuuri en la cocina. Últimamente el ruso buscaba salir de la mansión antes que alguien lo viera, así se aseguraba de no hablar con el omega más que lo necesario, pero por desgracia los castaños ojos de Yuuri lo miraron sorprendido mientras él lo ignoraba y se preparaba un café cargado.

Yuuri en verdad no había esperado ver al amo tan temprano, mucho menos desde que el alfa comenzó a ignorar su presencia la mayor parte del tiempo. La nueva actitud del ruso tenía ya varias semanas e inició poco después de que enfrentara a Yuuri en "L' Oasis"; por alguna razón que estaba fuera del entendimiento de Lilia y de Yuuri, el amo simplemente dejó de pensar en el moreno.

Si el omega lo analizaba con detenimiento, ser ignorado por el amo era mucho mejor que ser blanco de sus crueles y despiadados tratos. Por primera vez desde que llegó a la mansión Plisetsky, Yuuri vivía sin el temor que su amor fuera pisoteado tanto como su cuerpo, y se sentía muy bien.

Aun así el moreno ya no era el mismo de antes, toda su dulzura estaba reservada únicamente para Lilia; mantenía su distancia con Mila y con Pichit pues aunque ellos no tenían nada que ver con el cruel ruso, de alguna manera estaban relacionados gracias a que eran parejas de sus hermanos. Yuuri no olvidaba que Otabek y Seung eran los más cercanos al rubio, así que para el chico los alfas  eran tan peligrosos como el ruso, y esa idea se reforzaba cada vez que se los encontraba y lo miraban con seriedad y lástima.

El rubio se tomó su café sin pensar en nada más que en lo que debía hacer ese día, pero dejó que a Yuuri llegara parte de su perfume. Yura sabía que el omega era bueno identificando las sutiles señales que los aromas de los alfas transmitían, así que esa era su silenciosa forma de decirle al omega que aunque no lo pareciera, pensaba en él.

Yuuri volvió a percibir un amargo perfume, era el mismo que siempre acompañaba al ruso cada vez que se encontraban a solas; sin embargo lo ignoró, no entendía qué planeaba el amo con esa extraña actitud, pero no volvería a caer en sus mentiras, no cuando estaba tan cerca de olvidarlo por completo.

Y Yura lo sabía.

Aunque su interior se retorcía por saber que perdía a Yuuri: estaba satisfecho. Era mejor así.

El alfa salió de la mansión sin decirle nada a nadie, y sin pensar en lo que dejaba atrás.

La segunda señal que le indicó que repetiría otro día de mierda fue llegar a su oficina y encontrarse con algunos de sus socios comerciales. Ellos habían hablado en privado y sin mencionarle nada, con la intención de llegar a un acuerdo que los pondría en ventaja sobre el ruso, ya que últimamente se sabía que Nikiforov estaba interfiriendo en el mercado y los negocios y por ende sufrirían cuantiosas pérdidas; los socios de Yuri deseaban aumentar el margen de sus ganancias y la considerable garantía que Plisetsky ofrecía en estos casos.

El punto era en realidad simple: si Yuri no aceptaba las nuevas condiciones de sus servicios, sus socios dejarían de hacer tratos con él y buscarían una mejor oferta con Feltsman o Viktor.

Los fríos y verdes ojos del rubio no cambiaron su expresión pese a las amenazas que recibía y en sus narices, simplemente les dijo que a partir de ese momento eran sus ex socios, que le enviaran sus saludos a Yakov y a Viktor.

En menos de una hora Yuri perdió varios millones y perdería más a lo largo del día, solo era cuestión que el rumor se expandiera rápidamente por la ciudad para que él quedara en completa desventaja. Viktor no demoraría en alardear del poder recién adquirido, de eso estaba completamente seguro, más no le preocupaba demasiado, aún podía salir bien librado de la situación.

Lo único que lamentaba el rubio era no poder destrozar de una vez por todas al viejo calvo de Viktor, quien poco a poco iba ganando terreno con Yuuri mientras él quedaba como un cobarde. Yura sabía que el alfa mayor aún podía encontrar una forma de herir o usar al japonés en su contra, por lo que simplemente odiaba no poder acelerar el tiempo para que sus planes finalmente se concretaran. Una vez con Yuuri fuera del camino, él podría acabar con todos los que se habían metido en sus planes y que habían intentado dañarlos de una u otra forma.

La tercera señal de su mal día llegó de la mano de sus pérdidas de la mañana: Tolenka Babicheva le dijo a las 12:53 que había un problema con uno de los cargamentos que llegaron de América y que le pertenecían a De La Iglesia: los agentes portuarios que antes estuvieron de su lado sabían ya que Nikiforov tenía más poder que Yuri, y no se iban a dejar comprar con la misma facilidad de antes.

El rubio suspiró cansado, todos pretendían pasar sobre él como si fuera otro pobre diablo que no llevaba más de diez años en el negocio. Molesto y sin ganas de pelear, hizo una simple llamada que resolvió el problema del puerto en menos de una hora. Burlonamente Yuri se sentó a esperar la reacción de Viktor y sus socios.

Para las 16:32, mientras una de las chicas que Yakov había infiltrado en su despacho le trataba de dar un oral, Yuri sostenía su teléfono y observaba una fotografía -la única que tenía- de Yuuri.

El alfa mantenía los ojos en la pantalla de su móvil tratando de pensar que era el japonés quién lo tocaba con timidez y que era su suave perfume el que lo llamaba, pero la verdad resultaba inútil: Yura no quería a nadie más que no fuera Yuuri.

—Lárgate, y dile a Yakov que la próxima vez envíe a alguien que sí sepa chuparla —dijo Yuri poniéndose en pie e ignorando a la chica que lo veía confundida.

El ruso debía ir por Yuuri a las 17:00, pues el chico iría al burdel de Toussaint esa noche. Lo último que el rubio deseaba era ver al seductor omega que por un tiempo le dió todo, bailando y brillando para otros que no fueran él. Pero, a pesar de no estar de humor para ir al “L’Oasis”, tomó su sacó y su gabardina. Lo que deseaba ya no era importante.

En silencio Yura pasó a la mansión por Yuuri sin la menor esperanza de oler su perfume, el moreno ya jamás bajaba la guardia ante su presencia, estaba cada vez más cerca de ser lo que Yura deseaba, y si bien eso era algo que acortaría el tiempo que les quedaba, era el mismo alfa quién aún buscaba una excusa para no actuar.

Por el espejo retrovisor el ruso observó brevemente a Yuuri; lucía en calma y sereno, sus ojos estaban puestos en la ventana y observaba sin interés el paisaje que ya conocía más que bien, y que era el mismo que tomaban cada vez que iba con Colette Toussaint. Esa tarde vestía un simple suéter azul oscuro, unos zapatos deportivos rojos y un pantalón oscuro, pero a Yura le seguía pareciendo que se veía muy lindo con su sencillez.

—Qué estúpido… —susurró el rubio sin saber que Yuuri lo había escuchado.

Yuuri se preguntaba qué tan retorcida era la mente de su amo como para seguir siendo su escolta pese a que evidentemente le molestaba tener que hacerlo. Para el chico no era necesario ver el estoico rostro del rubio ni pasar tiempo a su lado, él podía ir solo por la cuidad sin ningún problema, pero aunque muchas veces había querido decirle al amo que no lo necesitaba, por miedo se abstuvo de hacerlo.

El japonés era muy consciente del temperamento del ruso, y ya que últimamente lo había visto perder la paciencia con más facilidad que antes, llegó a la conclusión que lo mejor era no provocarlo para no ser otra vez su receptor de odio. Lo último que Yuuri quería era volver a sentir las manos del rubio tocando su piel mientras lo hacía sentir inferior.

Pero, para ser honesto, el omega seguía preguntándose qué había hecho cambiar la actitud de su amo. No era como que esperara que el hombre lo hiciera de nuevo su juguete, simplemente le seguía sorprendiendo haber visto a Yura derrotado frente a él, jamás creyó que alguien como el ruso pudiera verse tan miserable como se había visto el hombre con sus ojos transparentes llenos de lágrimas… también pensaba en el tenue perfume que a veces percibía de Yura y en lo amargo que le parecía.

Aún así decidió no pensar más en el amo, no tenía sentido que intentara comprender qué pasaba por su mente, ni valía la pena pensar en lo que pasaría si hacía un último esfuerzo por comprenderlo. Lo único que debía recordar era que Yuri Plisetsky era un monstruo sin sentimientos.

Con ese pensamiento en mente, Yuuri bajó del auto y se dirigió al local de Madame Toussaint sin voltear a ver al alfa que se había quedado en el estacionamiento del lugar.

Yura echó la cabeza hacia atrás y esperó paciente hasta que pudiera entrar en “L’Oasis”; otro día de mierda que estaba a punto de terminar no lo mataría.

La última señal que el rubio recibió y que terminó por hacer su día una total mierda, fue ver a cierto alfa oxigenado entre los clientes de “L’Oasis”. Viktor sonreía despreocupado mientras esperaba a que Yuuri estuviera libre y fuera a su lado para conversar un poco con él.

Yura de inmediato fijó sus verdes ojos en el japonés, quería ver la reacción que el chico tendría al enfrentarse a alguien como Viktor. Una parte de él deseaba que Yuuri huyera, que evitara a Nikiforov de la misma forma en la que lo evitaba a él, pero los que hablaban eran sus sentimientos y éstos no tenían relevancia en ese momento. Por otra parte, también quería que el omega sedujera al platinado como si fuera otro hombre más que intentaba llegar a lo inalcanzable, quería saber si Yuuri era inmune totalmente a los alfas sin importar de quién se tratara; quería comprobar que finalmente Yuuri era libre.

Yuuri no mostró asombro alguno al saber que Viktor había pedido hablar con él, solamente se dirigió a la mesa donde éste, su próximo cliente lo esperaba, creyendo que de alguna enfermiza forma era otra prueba que su amo le ponía. Así, con elegancia llevó su delgado cuerpo vestido con un traje color carmín hasta el lugar donde Viktor estaba, con la determinación de mostrarle a Yuri que ya no había nada que pudiera hacer que lo lastimara.

Viktor sonrió alegremente al ver al lindo omega acercarse a él con una suave sonrisa. Cuando se había enterado que Yuuri trabajaba en el bar de Toussaint se sorprendió, no entendía con exactitud qué esperaba su rubio rival al llevar al omega con la madame; sin embargo no iba a desaprovechar la oportunidad de arrebatarle a Yuri lo que más valoraba en ese instante. Por eso, motivado por su buen humor del día al saber que Plisetsky había perdido mucho poder gracias a sus acciones, se animó a visitar a Yuuri con la intención de convencerlo de dejar al rubio e ir con él.

Yuuri le sonrió con amabilidad a Viktor sabiendo que desde algún rincón, el amo lo observaba.

Yuri observó atento como el omega se sentaba al lado de Viktor y lo dejaba besar sus manos con suavidad. Sus verdes ojos no se perdieron ningún detalle de cada sonrisa de Yuuri, ni de cada tierna mirada que le dirigió a su rival; tampoco ignoró las manos de Viktor tocando al nipón con libertad mientras conversaban, o el hecho que el estúpido se acercara demasiado al cuello de Yuuri sólo para poder oler bien y a plenitud el dulce perfume que el chico debía soltar en ese instante.

—“Vete" —le dijo al rubio el monstruo que vivía en su interior.

Pero Yuri no se fue, se quedó sentado dejando que el odio se acumulara en su pecho al ver que Yuuri y Viktor se ponían de pie para ir a la pista de baile y menearse al ritmo lento y excitante de la música que sonaba en ese instante en "L’Oasis".

El rubio sintió como puñales los castaños ojos de Yuuri que miraban seductores a Viktor al momento de voltear a verlo para asegurarse que el alfa lo seguía a la pista; sintió que caía al abismo al notar que el moreno lo hacía muy bien sin ayuda.

—"¿Qué esperas?"–gruñó el interior del rubio.

Yuuri había localizado a su amo y no sólo era consciente que estaba bajo su observación, también encontraba satisfactorio demostrarle que pese a lo mucho que él y el alfa con el que bailaba lo habían herido, estaba de pie dejándoles creer que tenían el control sobre su voluntad cuando la realidad era otra. El omega no entendía qué esperaba el rubio con sus retorcidos juegos, pero no volvería a dale el gusto de verlo temeroso sin su presencia: Yuuri ya no lo necesitaba y se lo haría saber.

El bello japonés ladeó su cuello a la izquierda para dejar que Viktor aspirara mejor el embriagante perfume que soltaba a propósito, más no dejó de mirar ni un segundo a la hermosa bestia que observaba con atención cada uno de sus movimientos. Por un segundo, ante ese mudo duelo de miradas que sostenía con el amo, Yuuri deseó que al ruso le doliera su actuar, de la misma forma en la que él sufrió por años cada vez que su amor fue pisoteado cruelmente por el rubio. Pero Yura no había cambiado en nada su neutra expresión, así que Yuuri supuso que después de todo seguía siendo un tonto por creer que algo de lo que hiciera afectaría al amo.

Así, abrazó a Viktor ignorando las vacías palabras que el hombre le daba.

—“Lárgate ya ¿Qué esperas?" —gritaba el interior de Yura mientras veía a su Yuuri riendo alegre al lado de su enemigo—. ¡Muévete!

El rubio sólo bebió un poco más del coñac que había pedido cuando Yuuri dejó que Viktor le diera un beso muy cerca de los labios cuando la canción que bailaban terminó. Nada en su expresión ni en su comportamiento revelaba que por dentro hervía de celos y frustración al no ser merecedor de las falsas pero encantadoras atenciones del japonés. Nada revelaba que deseaba hacer suyo a Yuuri para quitar de su piel el molesto olor de Nikiforov, nada mostraba su desesperación.

Yuuri volvió a la mesa de Viktor decepcionado, si tan sólo lo pudiera herir una vez para mostrarle lo mucho que dolía...

Cuando el moreno dejó a Viktor y fue a atender más mesas, Madame Toussaint lo llamó para decirle que por esa noche no debía trabajar más. La bella mujer le dijo a Yuuri que tuviera cuidado con el rubio; ella había visto también la forma en la que Plisetsky observó al chico bailar con su rival, así que sabía que el hombre estaba furioso. Colette recordaba bien esa mirada porque fue la misma que Sorokiva mostró en una ocasión cuando alguien se atrevió a tocar más de la cuenta a Alik Plisetsky, por lo que ella no pudo hacer otra cosa más que poner sobre aviso al chico que no tenía ni idea del tipo de monstruo al que había enamorado.

Sabiendo que aquello era una orden del amo, Yuuri no tuvo  más opción que ir por sus pertenencias y despedirse antes de tiempo de sus compañeros. Una vez que tuvo todo listo se dirigió cabizbajo al estacionamiento donde el rubio debía estar esperándolo con su fría e indiferente actitud que le dejaba en claro que no era más que un peón a su completa disposición.

"Pero no por mucho tiempo..." Pensó el moreno acomodándose el suéter que llevaba como único abrigo contra la noche.

Yuuri chocó con fuerza contra la pared del local cuando alguien lo empujó con violencia, un suave quejido salió de su boca gracias al impacto.

Lo primero que el omega pensó fue que alguno de los hombres que veía en el local finalmente se había cansado de hablarle con dulzura, por lo que ahora entraba en acción con la intención de obligarlo a ceder su cuerpo y voluntad. Lo segundo que pensó fue en Yura, deseando estúpidamente que lo salvara en esa ocasión.

La tibia sensación de unas gotas de sangre tocando su piel sorprendió a Yuuri mientras que las manos que lo sujetaban se apartaban de él y lo liberaban. Sólo en ese momento, el olor del rubio llegó a su nariz.

Con las manos temblorosas, el chico comprobó que la sangre no era suya y que no había ninguna marca que lo uniera a su atacante. Sus ojos y los de Yura se encontraron nuevamente.

—Vete... ¿Qué esperas? ¡ALEJATE DE MI, YUURI!

Yuri dio unos pasos atrás cuando se percató de lo que estuvo a punto de hacer. Apenas pudo poner su mano sobre el cuello del moreno para evitar morder su dulce piel…apenas pudo liberarlos de la condena de estar juntos si lo reclamaba como suyo.

El dolor en su mano y la sangre que brotaba de ella fueron el freno necesario para que el rubio dejara ir a su presa al mismo tiempo que maldecía su estupidez y la desesperación en la que había caído por culpa del moreno que lo miraba confuso pero que no se alejaba de él como se lo había ordenado.

—¡Lárgate! ¡LÁRGATE! — rugió Yuri colérico dando un par de pasos hacia el chico que no podía, ni debía ser suyo. Yuuri entró de nuevo al burdel muy asustado—… Corre, Yuuri, corre...





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