Viktor

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Yuuri estaba sentado entre muchos otros omegas, en uno de los extremos de la gran sala especialmente decorada para el evento de aquella noche. Había una cantina atendida por varios betas, música agradable y luces bajas, varias mesas estaban colocadas alrededor del lugar, al igual que muchos sofás y sillones de piel en colores oscuros como negro y rojo, incluso había una pequeña pista de baile y en medio de ella, un tuvo de pole dance. Cualquiera pensaría que aquello era en verdad algún club nocturno en vez de la mansión elegante donde estaban reunidos.

El omega moreno era uno de los pocos que llevaba un collar, la mayoría de los bonitos chichos y chicas iban sin nada que los identificará como propiedad de alguno de los alfas que los observaban ya desde el otro extremo. Yuuri no entendía cómo podían estar tan animados ante la posibilidad de tener sexo con completos desconocidos, él seguía nervioso y con unos irremediables deseos de huir del lugar.

El omega no olvidaba que en la última fiesta sexual de Chris, había visto cómo algunos omegas eran forzados a tomar inducidores de celo e incluso golpeados por no aceptar estar con más de un alfa al mismo tiempo. También escucho dolorosos llantos desde las habitaciones vecinas.

Al menos Yuuri estaba seguro de algo: nadie se fijaría en él cuando había verdaderas bellezas entre los omegas ahí reunidos. Una chica rubia y voluptuosa llamaba mucho la atención, sobre todo por el ajustado vestido blanco que llevaba; también había un delgado chico de castaño cabello largo y ojos cafés bastante llamativo, eso sin mencionar a los demás chicos de bellas facciones y enérgicas personalidades que hablaban sobre los alfas con los cuales les gustaría estar.

El japonés estaba seguro de que no importaba lo bien vestido que estuviera con aquel traje costoso, su simple apariencia no lograría competir con las bellezas que lo rodeaban. Con un poco de suerte sería la última opción.

Pero Yuuri ignoraba que su esbelto cuerpo, sus negros cabellos peinados hacia atrás que dejaban ver bien sus lindos ojos, su cremosa piel y su tímida actitud sumada a su inusual fragancia, creaban una combinación demasiado tentadora, sobre todo por aquel maldito collar que sólo Yuri Plisetsky podía quitar para morder la suave piel de su cuello. Chris y otros alfas tenían su mirada puesta en él, todos deseosos de saber qué se ocultaba tras su tímida apariencia.

Chris anunció animadamente que la fiesta podía empezar, cerca de las nueve y con eso los omegas se acercaron a sus amos y a los demás alfas para saber cómo los podrían complacer. Yuuri tenía la orden de esperar a ser llamado por el rubio, así que permaneció en su lugar sin hacer nada.

Estaba muy nervioso, temía ser arrastrado a la fuerza por alguno de los alfas del lugar, pero temía más ser obligado por Yura a irse con un desconocido, sobre todo después de recordar las duras palabras recibidas después de que el rubio salió del baño.

-Eres un omega, no olvides para que estas aquí.

Yuuri había sido muy fuerte al contener sus lágrimas, sabía que si lloraba enfurecería al alfa que odiaba verlo llorar; por eso asintió con la cabeza mientras dejaba que le pusieran el collar y peinaran su cabello.

El omega pensaba en Lilia y en sus concejos, ella siempre le decía que por nada del mundo debía dejar que su corazón fuera tocado por nadie, al final del día era lo único que poseía en ese cruel mundo con los omegas. También podía sentir su maternal toque que durante los primeros meses en la mansión Plisetsky, lo consoló ante la cruel actitud del rubio. Para Yuuri, Lilia era casi una segunda madre, pues ella siempre evitaba que estuviera a solas con Yura cuando su mal humor empeoraba, incluso ese mismo día trató de evitar que fuera a Suiza.

Una pequeña, pero triste sonrisa se dibujó en sus labios.

-Yuuri se ve más bonito cuando sonríe.

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