La piel de su cuello estaba tan roja como la de sus muñecas, las esposas y el collar que usaba limitaban sus movimientos pero no se veía molesto o incómodo. No, parecía disfrutar de ser sometido de aquella forma y sus altaneros ojos eran la muestra de ello: gozaba la situación e incluso pedía por más.
¿Por qué? ¿Por qué se sentía tan bien al actuar como un monstruo? ¿Era normal sentir tanto placer? ¿Por qué no hacía nada contra él pese a que seguramente podía defenderse sin ningún problema? ¿El que los papeles se invirtieran le divertía? ¿O era solamente que por su estado era tan permisivo? No lo sabía, pero no por eso daría un paso atrás.
Seguía sin entender cómo habían llegado hasta ese punto, más el deseo de humillarlo, de hacerlo trizas, se apoderaba de él. Quería que suplicara, verlo tan desesperado por atención que se arrodillaría a sus pies para cumplir sus absurdos caprichos mientras disfrutaba de verlo tan miserable.
Pero, ¿estaba bien que lo hiciera?
—Destrózame… —le había dicho con una arrogante sonrisa.
Él solamente obedeció.
Pequeñas gotas de sudor cubrían su piel, las cuales delataban su agitación y el esfuerzo que hacía para mantener el control de la situación. Ser el que infligía ese placentero dolor gastaba mucha más energía de la que él esperaba, sin embargo, no quería dejar de hacerlo, no cuando lo tenía a sus pies.
¿Cómo llegaron a ese punto? Todo era culpa del rubio que cambiaba continuamente su forma de comportarse en torno al omega. Si tan sólo dejara de ser un maldito egoísta que buscaba por todos los medios saciar sus deseos, las cosas dejarían de complicarse cuando se trataba de ellos. Pero no, el ruso nunca estaba satisfecho con nada y debía arrastrar a otros a su mierda, como si los demás debieran sufrir a su lado.
Ese enfermizo juego debía terminar en algún momento, lo sabía, y sin embargo no tenía intención de pararlo, no si podía prolongar ese dolor que le confirmaba que todo era real.
—Abre la boca —dijo recordando todas las veces que escuchó esas palabras.
Él obedeció y sin que se lo pidiera, saboreó con gusto sus fluidos mientras empujaba su miembro hasta lo más profundo de su garganta. Gimió con fuerza y profanó su boca para que ese placentero acto no terminara, quería más y por lo tanto sería tan egoísta como él lo era.
Estaba satisfecho, lo hacía gemir y jadear, y eso lo excitaba de una manera increíblemente desorbitante. Deseaba tocar a libertad su piel y dejar marcas de su paso en ella, deseaba tocarlo y volver a recorrer cada uno de sus lunares, quería perderse en él y arrastrarlo a su lado hasta el amanecer. Quería atarlo a él aunque sabía que era imposible.
Quería creer que aún tenía una oportunidad.
—¡Má-más!
Ese delicioso jadeo valió para que buscara introducir un dedo en ese húmedo y palpitante cuerpo que pedía, rogaba, que lo hiciera sentir bien. Así, mientras tiraban de la cadena que colgaba del collar que portaba, y aún con las esposas que limitaban sus movimientos, se abrió paso hasta ese bello cuerpo que lo llamaba.
—No dije… no dije que lo… lo hicieras —jadeó jalando la cadena.
—Detenme… —contestó hundiendo más profundamente sus dedos.
—¡Mmg!
Cerró esos ojos que le gustaban tanto y que llegó a amar, al sentir que tocaba su punto dulce. Sus olores se mezclaban creando una salvaje, dulce y erótica esencia que llenaba cada rincón de la habitación donde estaban. Era tan placentero que no podía detenerse o detenerlo, todo en lo que pensaba era en prolongar ese momento todo lo que pudiera.
Él lo entendía y accedía a hacerlo.
Por una última vez podían engañarse, jugar y caer juntos al abismo.
Ambos lo sabían sin necesidad que lo dijeran, sabían que esa era la última vez y por ello sometían y era sometido, era como una despedida para marcar el final del círculo oscuro donde cayeron al conocerse… o al menos así lo sentía él.
Si mañana moría podría decir que la última noche de su vida no fue miserable en lo absoluto.
Lo miró con los ojos llenos de excitación. ¿Cómo podía verse tan bien aún en esa patética situación? Porque debía sentirse humillado al tener una cadena que limitaba sus movimientos, debía sentirse pequeño obedeciendo sus órdenes, debía agachar la mirada en lugar de verlo arrogante mientras lo hacía estremecer… debía ser miserable pero aceptaba cada palabra que le daba y lo obedecía con placer.
Pero él quería llevarlo al límite, quería burlarse de su situación como había pasado antes pero lo cierto era que si lo hacía volvería a caer en sus juegos. ¿Era un juego, verdad? Esa desesperación debía ser un juego, no había nada entre ellos más que sus instintos saciándose con esa lujuria que colapsaba su raciocinio.
Porque él ya no amaba ni era amado.
—¡MMG!
Su orgasmo estalló en la boca del hombre que esperaba deseoso seguir con sus órdenes, pudo ver su erótica expresión al momento en el que -sin su consentimiento- empezó a dejar besos y ligeras mordidas a lo largo de sus piernas hasta llegar a sus pies.
—Ordéname, amo —le dijo agachando la cabeza ante él.
Se estremeció ante su suplicante voz… ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué ahora?
—No has terminado —contestó sentándose en la orilla de la cama para abrir sus piernas. Tiró de la cadena como una muda orden.
Esos ojos que se apagaban conforme pasaban los días lo miraron antes de acercarse a él para seguir saboreando lo que se le ofrecía.
Él aceptaba esa fría y desinteresada forma de cumplir con sus deseos porque era lo único que le quedaba, lo sabía pese a que sus sentidos seguían nublados y en su mente todo era un caos. Sin embargo, si debía ser despreciado y humillado con tal de tener una última oportunidad para perderse en el único ser que en verdad amaba, lo aceptaría sin poner resistencia.
Lamió cada pliegue de esa piel que lo enloquecía y aspiró el perfume que jamás volvería a sentir, quería grabar en su memoria hasta el último detalle de él y no se detendría hasta lograrlo o hasta que le ordenaran parar. Sintió que su cabello era tirado con fuerza y sonrió: también lo disfrutaba.
No podía resistir más a su experta lengua que lo hacia vibrar, estaba dividido entre el placer que le brindaban y el deseo de extender ese momento aún más. ¿Qué debía hacer? Arqueó la espalda mientras intentaba no cerrar sus piernas, en definitiva quería más de ese toque, así que se dejó llevar por él.
—No bajes la guardia… —abrió los ojos con sorpresa cuando se sintió empujado contra la cama. Él estaba sobre su cuerpo y lo devoraba con su mirada.
—La desobediencia debe ser castigada —contesto ignorando su apremiante deseo.
Se deslizó suavemente por la cama hasta que logró escapar del cuerpo que intentó dominarlo, se movía con la misma gracia y elegancia de un depredador que jugaba con su presa, así se aseguraba de que lo viera al mismo tiempo que no perdía el control de la situación. Le demostraría de esa y mil formas más, quien era el amo esa noche.
—No te ordené parar—le dijo fríamente—. Sigue.
Se sentó recargando la espalda en la cabecera de la cama y tiró de nuevo de la cadena; él lo miraba esperando que le diera permiso para acercarse, así que con una señal de su mano le permitió continuar.
Olía tan bien... ¿Sería consciente de lo delicioso que era su perfume? Ojalá no lo fuera, porque así tenía la creencia de que lo disfrutaba genuinamente. Pero tampoco le desagradaba la idea de que jugara con él a través de su perfume, pues eso significaba que tenía bailando en la palma de su mano y eso era muy estimulante.
Quería más, quería hundirse hasta lo más profundo con tal de seguir sintiéndose así. Ya no le importaba en lo más mínimo mantener las apariencias, se sabía derrotado y eso tampoco lo iba a ocultar. Por eso desobedeció a la orden dada e intentó llegar al centro de ese suave y tibio cuerpo que lo abrigaba contra el frío de su corazón, por eso empleó su fuerza para llegar a él y reclamar así lo que aún podía pertenecerle.
Le sorprendió aquella acción, más supo actuar rápidamente: dejó que su perfume aturdiera sus sentidos mientras lo miraba sugerentemente. Sonrió pasando sus dedos por su propia boca y le relamió con la intención de provocarlo más; después lo tomó por las esposas y guió sus manos por su esbelto cuerpo. Sintió su acelerada respiración contra su piel y le fue inevitable estremecerse.
—¿Deseas esto? —le preguntó pasando su lengua por la comisura de esos labios, más él no respondió, sólo permaneció quieto esperando su siguiente movimiento—. ¿O quizás es esto?
El movimiento que hizo le arrancó un fuerte gruñido, y es que llevó sus manos hasta aquella erección que no había sido atendida y que, sin duda alguna, deseaba ser liberada. Le gustó ver aquellos furiosos ojos que le exigían que dejara de jugar con él... pero no lo haría, aún no experimentaba lo mismo que él sintió tantas veces y cada vez que quiso destrozarlo.
—No lo harás —le dijo apartándose.
—Lo haré —fue su respuesta.
—No eres tú el que manda, no eres mi amo.
Era verdad, no era su amo, no era nada más que un pobre diablo que deseaba ser pisoteado y humillado por su belleza.
—Demuéstralo —lo miró desafiante, si aquello era verdad debía dejárselo claro.
Lo entendía así que invirtió los papeles y lo hizo quedar bajo su cuerpo. No poseía la misma fuerza física que él, pero eso no le impediría que le confirmara que no era nada, así que se valió de las mismas mentiras con las cuales lo engañó durante años, para dar el siguiente paso.
—Dime, Yuraktcha, ¿me deseas? —le preguntó tirando de los rubios cabellos mientras movía su cadera suavemente sobre esa dolorosa erección.
—Lo hago...
—Entonces, ruégame —pasó sus labios por los labios de la bestia en medio de una seductora orden.
—...por favor, amo...
¿Qué más daba rogarle a Yuuri si ya estaba perdido? ¿Tenía sentido seguir aparentando algo que ya no era? ¿Valía la pena seguir soportando el peso con el que cargaba desde hacía 12 años? A decir verdad, poco era lo que aún valía todo el estrés y los silenciosos sacrificios que pagaba por el bien de los suyos, así que no le importa ser un don nadie en esos momentos. Y es que un don nadie tenía muchas más riquezas que Yuri Plisetsky.
El temido jefe de la mafia había caído en una espiral donde sus enemigos, en especial Viktor, le causaban grandes pérdidas cada día, no sólo monetarias, también físicas y morales. Él no era de quedarse de brazos cruzados mientras todo lo que había construido le era arrebatado, más lo hacía porque la seguridad de su familia estaba en riesgo.
¿Desde cuándo Yakov y Leroy estaban tras el chico de Seung? Desde que Viktor falló al secuestrar a Yuuri, desde ese momento los hombres buscaban la forma de frenar a los hermanos del rubio porque sabían que éstos eran su mayor pilar. ¿A cuántos había matado para proteger al tailandés? Perdió la cuenta desde hacía mucho, sin embargo lo valía si sabía que Seung había encontrado la paz que él no podía permitirse tener.
¿Cuántos miles de rublos más perdería antes de poder reaccionar cómo era debido? Estimaba que serían tantos que apenas tendría algo que dejarle a Yuuri en caso que muriera al enfrentarse por última vez con Nikiforov y sus socios. ¿Cuánto tiempo más tendría que soportar que pisotearan su nombre y el de sus antecesores? El que fuera necesario hasta que el verdadero momento de actuar llegara.
¿Qué pasaba con el intocable Yuri Plisetsky últimamente? Empezaba a notarse que bajo toda aquella frialdad había un hombre que pagaba por cada uno de sus pecados con creces, eran tantos los grupos que lo atacaban al mismo tiempo y bajo el apoyo de Viktor, Yakov y Leroy, que apenas tenía tiempo para reponerse de un golpe cuando recibía otro; todos sus enemigos lo atacaban simultáneamente y obligaban a los que aún eran sus socios a retirarse, a dejarlo solo en medio de la tormenta.
Pero, si ya estaba acostumbrado y preparado para eso, ¿Por qué ese día terminó de desmoronarse? Porque simplemente los días de porquería que había cargado desde hacía meses rebasaron lo que podía soportar, sobre todo cuando Johan y Tolenka Babicheva murieron a manos de Leroy. Sin ellos ya no tenía hombres de confianza dentro de los puertos, no cuando el hijo de Tolenka había huido dejando a merced de los buitres de JJ todas las cargas que debía hacer llegar a Crispino, haciendo que las pérdidas del día se duplicaran.
Eso no le afectó tanto como saber que ahora tenía a otra huérfana bajo su cuidado, ahora debía ver por alguien más que seguramente lo odiaba y que buscaba convencer a Otabek de dejarlo todo en busca de su felicidad y bienestar.
No era como si no quisiera lo mejor para sus hermanos, era sólo que estaba harto de seguir sacrificándose por otros, estaba harto de perder lo poco que amaba y valoraba… estaba harto de sus errores y de no ser capaz de remediarlos.
Estaba harto de todo, también de Yuuri y de Lilia. Odiaba a la mujer que lo empujó hacia el omega con la intención de que lo cuidara porque gracias a eso conoció el mismo estúpido y pesado amor que llevó a sus padres a la tumba, la odiaba porque ella materializó su más grande miedo: amar alguien y no saber hacerlo. Quería ver desaparecer a Lilia porque se olvidó de él y lo dejó sólo con sus demonios, olvidó que temía poseer porque no quería volver a perder, pero sobretodo, la odiaba porque ella le mintió al hacerle creer que siempre estaría a su lado.
En cuanto a Yuuri… ¿cómo podía decirle que se volvía loco sin él? ¿Cómo ignorar el punzante dolor y desesperación que sentía cada vez que lo veía sonriendo para alguien más? ¿En verdad era tan tonto como para no entender que cada día que pasaba sin él caía más profundamente en el abismo de su locura? ¿Podría entender que amarlo había sido lo último que deseó de él? ¿Yuuri podría llegar a imaginar lo mucho que le pesaba no poder decirle que habían perdido a su bebé, porque temía que se desmoronara tanto que nada lo podría levantar? ¿Sabía siquiera que se embriagaba hasta quedar inconsciente porque no podía con el dolor? ¿Yuuri sabía que se consumía deseando pasar una sola noche a su lado sólo para poder sentir sus tímidas caricias y oírlo cantar con su suave voz? ¿Había pensado alguna vez que lo amaba tanto que se enfurecía al buscar y se frustraba al no encontrar formas de amarlo correctamente? ¿Tenía alguna idea del hueco que dejaba en su ser? ¿Yuuri pensaría en lo difícil que le era aceptar que con él no estaba a salvo ni feliz? ¿Creería en su palabra si le confesaba que no quería vivir sin su presencia y que prefería que lo odiara por forzarlo a quedarse antes que verlo partir? ¿Podría perdonarlo alguna vez? ¿Podría volver a amarlo y a llamarlo tímidamente mientras lo sostenía con su bruto cariño mientras le hacía el amor?
Claro que no, porque Yuuri -al igual que todos- sólo veía en él al hijo de puta desquiciado que era cada vez que protegía a los suyos a toda costa, para todos no era más que un asesino y un egoísta que actuaba protegiendo sus intereses. Nadie, ni siquiera Otabek y Seung, parecían entender que al concentrar toda la atención de sus adversarios en él, los alejaba de ellos y por ende les evitaba problemas.
No, para ellos sólo existía Yuri y su deseo de venganza que si bien era real, no era todo lo que había en su mente. Yuri no sólo quería vengar la muerte de su abuelo, quería dejarles claro a sus enemigos que nada ni nadie le impedirían defender a su rota familia, y si para ello debía ser un monstruo, lo sería pese a que poco a poco se hundía en la miseria y la soledad que eso traía consigo.
Por eso estaba tan cansado de luchar día tras día, noche tras noche, sin obtener siquiera un agradecimiento falso. Ya no toleraba a Seung recriminándole su actuar o a Otabek queriendo ser la voz de Nikolai, mucho menos a Lilia actuando a sus espaldas, planeado cómo arrebatarle lo que más necesitaba. No, sencillamente, tras otro día más de mierda, Yuri sólo quiso olvidarse de todo por un momento, sólo deseó un segundo de tranquilidad lejos del caos que lo consumía.
Cuando aspiró la primera línea cerró los ojos esperando sentir los efectos, se dejó llevar por esa sensación de ligereza y se relajó: no había bastardos como Viktor arrebatándole todo lo que poseía, sólo unos omegas que jugaban a su lado y que le servían más coñac. Eso era todo lo que necesitaba.
La segunda línea llegó a él de la mano de un omega de negros cabellos que le recordó al chico que forzó a odiarlo para hacerlo fuerte, así que le permitió chupar su pene mientras la decadencia lo arrastraba a su lado y él seguía bebiendo y disfrutando de los placeres que un alfa como él podía disfrutar siempre que tuviera dinero y poder que ostentar.
¿Cuánto había bebido? ¿Qué consumió de la lengua de ese chico que no era Yuuri? Daba igual, lo importante era que no había un gran peso sobre sus hombros y él se sentía bien, ligero, por lo que bien podía seguir dándole placer a su cuerpo mientras su monstruo dormía en el rincón más profundo de su ser.
El gran Yuri Plisetsky llegó tambaleándose a la mansión que lo esperaba en silencio y que se sentía como su maldita cárcel, pero poco le importó porque continuaba siendo el amo y señor del lugar, su palabra era la que debía respetarse y obedecerse y eso era lo único que importaba.
Se encontraba tan intoxicado en alcohol y cocaína que rió de buena gana al pensar en ir al salón de fiestas para ser débil y patético otra vez tocando una suave música que jamás sería entendida, así que prefirió pasar de largo hasta su habitación.
Chocó contra la puerta y cayó sentado ante ella… tan miserable que se consideraba un mal chiste, uno que ni siquiera valía la pena mencionar. Se puso de pie –no sin esfuerzo-, entró a su habitación y fue a sentarse a su cama gélida, aquel lugar donde tocó y denigró lo única cosa buena que encontró en medio de toda su perra vida.
—¡Qué grande eres…! —se dijo así mismo con sarcasmo pensando en aquello que había sido.
Aún sentado, sentía como su consciencia y cuerpo se tambaleaban pese a tener los ojos cerrados; debía recuperar la compostura antes de que alguien más lo viera porque jamás debía permitir que lo supieran tan frágil. Él no tenía sentimientos ni emociones así que su deber era seguir siendo un pedazo de metal andante.
Sudaba demasiado, se sentía muy pesado cuando un delicado y muy tenue olor a flores llegó a él.
Debía estar soñando con Yuuri como en otras ocasiones, por lo que habló en voz alta seguro de que nadie lo escucharía:
—No quiero tu maldito fantasma, quiero al Yuuri real.
Una tibia mano levantó su rostro y unos ojos chocolates lo miraron con pena durante un segundo. Se perdió en esos ojos y rió amargamente por su suerte: incluso así no lo dejaba de pensar.
—Si fueras real me entregaría a ti.
—Soy real —le dijo su dulce voz sin una gota de sentimientos.
—Destrózame —fue su súplica disfrazada con una sonrisa, al momento de extender sus manos hacia él.
Vio a Yuuri desnudarse frente a él después de colocarle el mismo collar que usó en su contra cuando lo sometió, lo vio hacer lo mismo con las esposas que eran demasiado pequeñas para él y le gustó, sería destrozado por el ser a quien más daño había hecho.
Él lo hacía bien, con su belleza y su seguridad le recordaba que no era nadie, lo despojaba de lo poco que tenía y se lo restregaba en cara sin dejar de verse tan sensual y hermoso. Eso fue lo que quiso para él cuando lo envío con Toussaint, quiso que aprendiera que no era sólo un omega que servía para dar satisfacción. No, era mucho más que eso, era la tragedia y la decadencia para aquellos que intentaran burlarse de él, era un ser hermoso que los podía despojar de toda su estúpida seguridad y arrogancia para hacerlos caer a sus pies de la misma forma en la él había caído, era el objeto de deseo inalcanzable para un pobre diablo que sólo quería una última vez a su lado…
Era su hermoso Yuuri siendo poderoso, fuerte y libre de él.
—…por favor, amo —le rogó esa bestia que se veía deshecha y desgastada, y eso lo excitó de una manera desorbitante.
Suavemente liberó ese duro sexo que no podía seguir sin atención, se metió entre sus brazos esposados con un baile sinuoso y sensual logrando inmovilizarlos a ambos y tiró de la cadena para que lo viera al rostro directamente y lo observara al momento de tomar nuevamente el control. Poco a poco deslizó su cadera contra el pene del alfa que gruñó con fuerza cuando al fin pudo entrar en él.
Era maravilloso volver a sentirlo, deseaba cerrar los ojos por un segundo para tratar de grabar en su memoria ese momento, más no pudo hacerlo porque él le exigía que lo mirara mientras se movía lentamente y le hacía estragos a su razón. Era tan perfecto y bello que aunque podía cambiar los papeles con facilidad, no lo haría, no cuando al fin la bestia había sido domada.
Nunca imaginó el gran placer que tendría al estar de nuevo así con él, más le gustaba poder sentir cómo luchaba contra sus deseos que le pedían doblegarlo al igual que todas las veces en las que tuvieron sexo. Por eso se recargó un segundo en su pecho que seguía vistiendo esa fina camisa blanca, para agacharse y morder su oreja derecha y exhalar suavemente en su oído. Jadeó, no sabía si por el dolor o por la excitación, más lo disfrutó.
Movía su cadera sobre él llenándolo de placer, lo lastimaba de mil maneras y él no podía hacer otra cosa más que gozar de su frialdad. Pero nada de eso importaba cuando estaba sometido a su deseo y le gustaba. Esa sensación de control inundaba todo su ser y lo excitaba a medida que lo humillaba mientras dejaba marcas en su piel en señal que se había apoderado de él y lo entendía, era increíble poder destrozar la voluntad de alguien al mismo tiempo que le daba tanto placer que parecía irreal.
Jadeaba. Gemía porque se sentía increíblemente bien viendo como el arrogante hombre bajo su cuerpo disfrutaba también los movimientos sobre su pelvis. ¿Cómo era posible que aún fuera de sí y despojado ya de toda su soberbia, siguiera viéndose tan atractivo? Su largo cabello rubio caía sobre su rostro perlado de gotas de sudor, su perfume se volvía cada vez más intenso y seductor a medida que sus cuerpos se unían y sus ojos le pedían por más mientras intentaba alcanzar sus entreabiertos labios.
Se apartó de él causándole un gruñido de protesta, más con frialdad le recordó que no tenía autoridad sobre su persona, así que debió esperar para saber qué era lo que deseaba ahora.
—Te gustaría cogerme como antes, ¿verdad? —quiso saber.
—Haré lo que me digas, amo —repuso deseando hundirse de nuevo en su interior.
—Desnúdate.
—Estoy esposado —repuso con una sonrisa burlona.
—Ese no es mi problema —sus castaños ojos se veían tan bien con esa arrogancia llevándolos.
Volvió a sonreír. Había pasado por alto un gran detalle: cada juguete que usó en su suave piel fue comprado especialmente para no herirlo gravemente, prueba de ello eran sólo las marcas de sus besos y mordidas que permanecieron varios días en su cuerpo después de cada encuentro. Así que el estar esposado no suponía un gran problema, él dejaría de pretender que no podía moverse y haría justo lo que le pedía.
Rompió las esposas sin mucho esfuerzo, liberándolos a ambos. Ese hermoso tirano se puso de pie y fue desnudándose con calma frente a él; los verdes ojos ardían en llamas deseosos de tomarlo con fuerza, sin remordimientos solo brutales deseos y necesidades de uno por el otro.
—Ordéname, amó —le dijo con su arrogante desnudez.
Notó el tulipán rojo sobre su pecho. Lo ignoró, no era tiempo para pensar.
—Móntame —Yuuri se inclinó sobre el sofá que estaba en la habitación del alfa y separó sus piernas para él.
Yuri se acercó lentamente. Lo deseaba tanto que estaba por perder el poco control que le quedaba, así que apenas llegó junto esos hermosos glúteos se arrodilló ante ellos y buscó saborear lo que le ofrecían antes de entrar de lleno en Yuuri.
Yuuri gimió con fuerza al sentir la lengua y los dedos del ruso en su interior. Era placentero pero no lo que le ordenó que hiciera, y sin embargo no podía dictaminar que parara, mucho menos cuando volteó a verlo y se encontró con el jefe de la mansión hincado frente a su trasero, saboreándolo mientras se masturbaba.
—Sí… así…
Yuri lo sentía, hacía enloquecer al omega y eso lo trastornaba, quería más de esa tortura porque quería asegurarse de dejarle al menos el recuerdo de un buen polvo. Quería borrar todo lo pasado aunque era imposible, sólo una última vez se permitiría caer en la profundidad de la pasión que únicamente Yuuri podía provocar en él.
—Hazlo… —le ordenó jadeando con fuerza.
Se puso de pie y con suavidad, mucha suavidad, lo tomó por la cadera mientras se hundía en su cuerpo. Sus ojos estaban atentos a cada uno de los detalles de la piel de su espalda, cada gota de su sudor, cada dulce y glorioso gemido que escapaba de su boca, cada gesto que demostraba lo bien que se sentía y cada pequeña contracción que tenía cuando lo acariciaba estaban grabándose en su memoria, y es que era todo lo que quedaba, todo lo que quería y todo lo que jamás volvería a tener.
Sus perfumes ya no escondían lo que sentían, sencillamente eran los que siempre debieron ser pero que se escondieron tras el miedo de amar y el de no ser suficiente. Sus respiraciones entrecortadas y sus jadeos llenaban de nuevo la habitación donde tantas veces se entregaron al placer y disfrazaron su dolor, sólo tenían consciencia de sus cuerpos chocando entre sí, fundiéndose en uno solo mientras dejaban atrás cualquier innecesario sentimiento que arruinara el momento.
—…más, más fuerte… —pidió Yuuri con sus ojos entrecerrados.
Yuri gruñó más obedeció la orden, así que tomó al omega por la muñeca y lo hizo quedar frente a él para poder levantarlo por la cadera. Lo embistió con fuerza y profundidad, con la misma fuerza con la que lo deseaba y quería tenerlo a su lado hasta que llegara su fin. Yuuri pasó sus brazos y piernas alrededor del hombre que besaba su clavícula al mismo tiempo que lo llenaba de inigualable gozo, gimió como lo hizo en el pasado para él y se dejó llevar por todo lo que le daba esa noche.
—Yuuri…
—…así, Yuratchka … —lo llamó sólo para ver sus verdes ojos mirándolo de una forma inexplicable.
—…tan cruel… —murmuró herido.
Yuuri lo sintió y aunque no debía, por alguna razón simpatizó con su dolor. Jaló la cadena que aún portaba con orgullo y lo obligó a mirarlo.
—Bésame.
Demandante y ansioso lo besó. No cerraron los ojos en medio de la batalla de lenguas, no dejaron de tocarse mientras el alfa buscaba que el omega volviera a alcanzar un orgasmo, por lo que no se opuso cuando, buscando llegar más lejos, lo llevó de vuelta a la cama y lo recostó bajo su cuerpo al mismo tiempo que tomaba sus tobillos para separar bien sus piernas elevándolas por sobre sus hombros y llegar tan profundo que un sonoro grito de placer estalló en la habitación.
—¡YURA!
Ni en ese momento cerró los ojos. Se llenó con la hermosa visión que tenía de Yuuri manchándolos con su orgasmo, cerrando sus ojos y tirando de la cadena para que él no se detuviera y continuara penetrándolo con intensidad.
—…hazlo, Yuratchka… hazlo… —gimió Yuuri obligándolo a acercarse a su cuello.
¿Por qué se lo ofrecía si antes lo temió tanto? ¿Por qué deseaba que esa miseria y necesidad desapareciera de él? ¿Es que había perdido la razón por culpa de todo ese placer? No lo sabía, pero veía a ese dulce monstruo rendirse ante él.
Yuri lamió el cuello blanco antes de experimentar su propio orgasmo. Aspiró el dulce perfume que tanto amaba y cerró sus ojos.
—…Don’t stay...
Yuuri sintió un suave y tierno beso en vez de la feroz mordida que esperaba recibir. El dolor fue reemplazado por una exhalación sin sonido, por un grito en silencio y por un momento donde todo fue paz.
No hubieron más palabras ni acciones, sólo sus cuerpos buscando recuperarse de la intensidad con la que follaron. Sólo eso.
Yuri se sentó en una orilla de la cama, esperaba que Yuuri se fuera y que lo dejara ahí, en medio de su desdicha y cansancio para poder sumirse en la profunda oscuridad que sería su única compañera. Quería que se marchara para no arrepentirse por no haberlo tomado cuando tuvo la oportunidad, porque él, a diferencia de Sorokiva, no condenaría a Yuuri ni cedería ante su necesidad. Él moriría solo pero lo dejaría vivir.
Yuuri se sentó también, y en silencio apartó el rubio cabello del alfa para quitarle el collar que le había puesto. Se quedó a su lado sin decir nada, sólo acarició los hombros caídos del alfa que le pidió suavemente que se marchara antes de que colapsara.
—Así se siente que te destrocen —le dijo Yuuri.
Yuri permaneció sin moverse de su lugar aunque el omega se quedó dormido a su lado.
—… no lo hagas por mí.
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¿Quién eres?
FanfictionYuuri le temía a aquel frío y cruel hombre, sin embargo lo amaba. ¿Quién eres realmente, Yuri? Editado por la bellisíma @Aoi0000 Ninguno de los personajes de Yuri on Ice me pertenecen, solamente los tomo prestados a modo recreativo.