Ilusión

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El jardín principal de la propiedad Plisetsky lucía hermoso y radiante, sus rosas, camelias, orquídeas, crisantemos, claveles, pensamientos, jazmines y tulipanes, florecían con gracia. Era un agradable espectáculo para los sentidos pasear entre las flores, sobre todo cuando cierto chico de negros cabellos estaba cuidando del lugar.

Cada vez que Yuuri trabajaba en los jardines, se le podía escuchar cantando en japonés y si bien nadie le entendía, su voz resultaba agradable. Los jardineros oficiales disfrutaban mucho de su compañía, pero se cuidaban de no demostrarlo, razón por la cual solían ser un tanto distantes con el omega. Yuuri creía que eso se debía a que no era más que una posesión más del amo de la casa, pero no imaginaba que era más bien por lo celoso que era el rubio con él.

Yuuri vivía ignorante de la tormenta de emociones que despertaba en Yura.

Lilia, sin embargo, era muy consciente de ello. Trataba de alejar a Yuuri todo lo que podía del rubio, porque temía que ambos resultaran más heridos de lo que ya estaban; la mujer sabía que el joven moreno quería en verdad al cruel alfa que tenía dominio casi total sobre él, podía verlo en sus ojos y en la forma en la que actuaba cerca de él. Lilia sabía que debajo de todo el nerviosismo que Yuuri sentía cada vez que era llamado por Yura, se escondía el deseo de satisfacer las más absurdas necesidades del rubio. Lilia temía que ese deseo terminara por consumirlo.

Por otro lado, Yura era mucho más complejo. La alfa que había criado al amo de la casa, entendía hasta cierto punto los sentimientos que Yuri tenía en cuanto al moreno; al principio lo había usado como contenedor de todo el dolor e ira que seguía sintiendo por la pérdida de Nikolai, pero poco a poco aquello fue cambiando gracias al suave tacto de Yuuri. El pequeño omega era tan inseguro que buscaba desesperadamente la aprobación de quien fuera, lo único que quería era no ser desechado nuevamente y era ese deseo lo que sin duda despertó el insano interés de Yuri en él.

Por primera vez en años, Yuri se encontró con alguien que dependía de él, alguien que sin importar lo cruel que fuera buscaría siempre complacerlo, alguien que se quedaría por siempre a su lado.

Lilia sabía que el mayor error lo había cometido ella al empujar a Yuuri a la cama del rubio, quizás si no lo hubiera hecho las cosas serían diferentes para ambos. Pero ella no había encontrado otra forma de proteger al joven omega de las garras de todos los alfas que rondaban la mansión, Yuuri llamaba demasiado la atención por sus bonitos rasgos y por ser un omega virgen, todos querían ser los primeros en probar su piel y en dominarlo, incluso Seung y Otabek habían admitido querer quedarse con el omega. Por eso, segura de que nadie se atrevería a desafiar a Yuri, buscó que el rubio lo tomara antes que cualquier otro.

La mujer había pensando que en su primer celo, Yuri marcaría al japonés y lo haría completamente suyo, así que se sorprendió cuando el joven alfa no lo tocó aunque pudo hacerlo. A decir verdad, le sorprendió aún más notar que parecía reacio a tomar la virginidad del chico. Fue Seung quien le dijo que Yuri no deseaba un omega como pareja, lo que la llevó a pensar que Yuuri acabaría siendo forzado por los demás empleados si no conseguía una pareja pronto.

Pero una vez más, la alfa se sorprendió cuando el joven Plisetsky llevó a Yuuri a ver a un muy buen médico. El médico familiar le recetó anticonceptivos e inhibidores apenas el japonés llegó a los 16 años, lo que hizo pensar a Lilia que Yuri finalmente rompería con una de las sagradas reglas de Nikolai: jamás traficar con personas. Sin embargo, poco antes de que pudiera protestar por su proceder, Yuri finalmente tomó al moreno.

Supo por Yuuri, que el alfa había sido amable con él, lo trató suavemente e incluso no se enfadó cuando Yuuri le pidió que no lo marcara. Desde ese momento, Yuri se volvió muy posesivo con el omega.

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