Celo

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Calor. Era lo que sentía cada vez que entraba en celo. Sus entrañas quemaban su cuerpo haciendo que su respiración fuera pesada y difícil de contener, el sudor cubría su piel provocándole escalofríos y la intensa necesidad de tener un compañero que apagara aquel incendio en su interior, era apenas soportable.

Sus feromonas estallaban y pedían a gritos atención, su entrada ya estaba demasiado húmeda, tanto que finas gotas de sus fluidos resbalaban por sus firmes piernas. Su mente estaba desconectada de su cuerpo, era puro y carnal instinto pidiendo placer.

A Yuuri le gustaba. A Yura también.

Desde que sus celos se hicieron demasiado intensos como para pasarlos solo, cada tres meses el omega se encerraba unos días en la habitación del ruso. Todo se volvía una explosión de placer y deseo desenfrenado; Yuuri dejaba de ser tímido e inseguro y se volvía un lascivo chico que disfrutaba del sexo y los juegos sexuales del alfa rubio que saciaba sus más perversas fantasías con él. Ninguno se negaba a complacer los deseos del otro.

Yuuri llevaba un translucido bralette de encajes rosas que ocultaba sus pezones de la hambrienta vista del alfa; la sexy braguita que hacia juego con su vestimenta superior era adornada con un liguero blanco que marcaba perfectamente la cintura del moreno y resaltaba con las medias rosas que llegaban hasta la mitad de sus muslos. Pero el broche de oro eran las esposas unidas por una correa, al collar negro que Yuuri portaba con orgullo. Yura miraba todo maravillado.

-Párate derecho, cerdo -ordenó Yura palmeando con fuerza el trasero del omega. Su mano quedó impresa en aquella suave piel.

Yuuri trató de reprimir el fuerte jadeo que quería escapar de sus pulmones. Caminaba por la habitación del rubio con un libro sobre su cabeza; cada vez que descuidaba su postura era palmeado con fuerza. En cambio, cuando satisfacía las órdenes del alfa, la velocidad del vibrador dentro de él aumentaba.

El omega tenía prohibido hablar o gemir, al alfa tampoco le importaba lo excitado que estuviera, no le daría el placer por el que rogaba hasta haberlo humillado lo suficiente. El poco raciocinio de Yuuri gozaba de aquel comportamiento de su amo, una parte de él deseaba ser totalmente sometida a la cruel voluntad de Yura, porque eso le recordaba que entre ellos no había amor, no al menos de parte del alfa; aquel comportamiento le ayudaba a mantener sus sueños y esperanzas bien enterrados en lo más profundo de su corazón.

Pero incluso así empezaba a ser difícil, sobre todo porque el rubio lo tocaba más que en otras ocasiones. Apretaba sus muslos y nalgas pero no lo hacía con la misma violencia de años pasados, ahora podía sentir un fuerte toque impregnado de deseo.

-Chúpala -le ordenó Yura al omega, tirando de la correa en su cuello, obligándolo a arrodillarse en lo que era una posición difícil para él, pues sus manos estaban atrás, en su espalda.

-¡Mmg! -gimió Yuuri aún con el duro sexo del amo en su boca. La intensidad del vibrador había aumentado.

-Te dije que callaras -reprochó Yura tomando sus negros cabellos para empujar más profundamente la cabeza de Yuuri contra su entrepierna.

Yuuri sentía que podía ahogarse gracias a los bruscos movimientos del alfa, y le gustaba. Debía haber algo malo en él, porque le excitaba aquel desconsiderado actuar. Sentía que se lo merecía por ser débil e insignificante.

Yura veía los castaños ojos de su omega llenos de lágrimas, pese a la violencia de sus actos el chico no se quejaba e intentaba complacerlo. ¿Era por su celo? Debía ser así, de otra forma no encontraba explicación para que aceptara aquel trato. Aparto su cabeza de su duro sexo. Yuuri lo miró suplicante mientras él podía observar cómo el excitado cuerpo del chico no dejaba de gotear pese a tener un dildo en su trasero. Su dulce aroma taladraba sus sentidos, sólo mantenía el control porque encontraba muy estimulante humillar y someter a Yuuri aún durante su temporada de calor.

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