“Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida…”.
Bueno, se dijo Yuuri, ese era un pésimo consejo materno.
Después apartó la vista del libro que se encontraba entre sus manos para levantar la mirada y ver la hora en el gran reloj de pared que estaba detrás del alfa que lo obligaba a permanecer en ese despacho mientras trabajaba en silencio. Tenía poco más de una hora encerrado en esa habitación con el amo y no podía siquiera hacer un estimado del tiempo que aun debía permanecer ahí porque no había una regla que estipulara aquello.
Yuri lucía tan intimidante como siempre vestido con su traje azul rey, pensó el omega, pero a su parecer lucía un poco cansado. ¿Cuándo fue la última vez que bajo esos cristalinos ojos se marcaron bolsas negras? Si Yuuri se ponía a pensar en ello, podía decir que sólo recordaba una ocasión donde el aspecto del amo pareció menguar.
Había ocurrido hacia unos tres años, y si Yuuri lo recordaba se debía únicamente a que durante ese tiempo -que fueron un par de meses- el alfa se empeñó en hacerlo dormir a su lado todas las noches. Yuri Plisetsky no le había dicho nada en ese entonces, sencillamente lo tomó entre sus brazos y lo llevó a su habitación para que durmiera con él.
Yuuri pensó distraídamente en el perfume que pudo percibir del amo en aquella ocasión. Era un olor tan calmo y suave que iba acorde a la forma en la que se comportó con él cada vez que lo abrazó para dormir. Yuri había recorrido la desnuda piel de su espalda con sus largos dedos y con la punta de su nariz mientras le ordenaba guardar silencio y dejar de temblar bajo su toque. Yuuri había disfrutado de esos momentos porque simplemente disfrutó de las caricias de ese hombre.
Ni una sola vez Yuri trató de tener sexo con él.
Curioso, el moreno se preguntó qué había pasado para que el amo volviera a lucir cansado. Seguramente algo iba mal con sus negocios, aunque en verdad era difícil creer que eso fuera posible, pues el alfa era un hombre frío de mente muy calculadora y ágil, por lo que las posibilidades de que eso ocurriera parecían casi nulas.
Yuuri fingió volver a prestar atención al libro que leía mientras en realidad pensaba en la nueva actitud del amo.
Desde que casi lo mordió en el estacionamiento del local de Madame Toussiant, el alfa actuaba de manera distinta e incomprensible con él. Apenas le dirigía la palabra pero le ordenaba que estuviera cerca suyo cada vez que estaba en la mansión, no lo tocaba pero en un par de ocasiones lo sintió detrás suyo tratando de aspirar el olor de su cuello, dejó de ordenarle dormir en la misma habitación que él y aún así lo llevaba al "L´Oasis" cada vez que era necesario, ya no era llamado para guardar ningún tipo de documentación del amo ni se hacía cargo de sus objetos personales como antes lo había hecho pero de vez en cuando encontraba en su habitación algún pequeño pero significativo objeto dejado ahí por el alfa – como un abrigo nuevo, unas fresas cubiertas de chocolate, un lindo reloj de pulsera o algún libro que quería leer-, así que sabía que de alguna u otra forma, seguía bajo la observación del jefe.
Luego pensó en el molesto y nuevo collar que debía usar todo el tiempo. Ya no era una bonita pieza de joyería que lo presentaría como propiedad de Yuri Plisetsky, en su lugar, ahora había un grueso y pesado collar que cumplía con el propósito para el cual había sido creado: evitar que los dientes de un alfa –los del amo- marcaran su piel.
El grueso cuero era muy irritante, así que a cada rato el omega se rascaba buscando aliviar la molestia que le ocasionaba aquel objeto.
Yuuri recordaba muy bien el día en el que fue obligado a usar ese collar, pues el rubio entró a su habitación pese a que pasaba de medianoche y él intentaba dormir. Por unos segundos creyó que el alfa lo volvería a someter y que entraría en su cuerpo pese a que no lo deseaba, sobre todo porque el hombre se colocó sobre su cuerpo inmovilizándolo y buscó llegar a su cuello mientras se agachaba para alcanzarlo.
—Quieto —había dicho el alfa al morder su oreja derecha.
Instintivamente sintió miedo, sin embargo no se quedó paralizado y buscó defenderse del rubio al empujarlo con todas sus fuerzas, pero lo único que logró fue que el amo empleara más fuerza para someterlo al hacerlo girar y dejarlo boca abajo. Yuuri sintió la clara excitación de la bestia al rozar sus glúteos de la misma forma en la se percató de aquellas manos subiendo la tela de la pijama que utilizaba para dormir.
Yuri pasó sus manos por el delgado cuerpo que se encontraba bajo el suyo mientras cerraba los ojos y se concentraba lamer y besar la piel expuesta del omega. Yuuri había gemido involuntariamente al pensar que de nuevo sentiría al ruso invadir su cuerpo, incluso pensó que en esa posición le sería más fácil al amo tocar su punto dulce al mismo tiempo que mordía su hombro justo como hacía antes… tal vez fue por eso que levantó su cadera mientras forcejeaba con el alfa, lo que provocó que la fricción de sus cuerpos fuera más intensa y placentera.
El omega volteó a ver al amo cuando éste gruñó guiando su mano hasta los suaves glúteos que se frotaban contra su erección y sin que Yuuri lo hubiera imaginado, empezó a acariciar su entrada sobre la ropa. Yuuri no necesitó ver las manos del hombre para saber que usaba los dedos índice, medio y anular para masajear su entrada, estúpidamente los reconocía pese a que tenía mucho tiempo sin que éstos irrumpieran su cuerpo… se sentía tan bien que Yuuri quería escapar tanto como deseaba que el amo no se detuviera.
Como si lo supiera, el amo volvió a gruñir cuando él quiso -realmente- alejarse de ese placer, así que empleando fuerza bruta obligó a Yuuri a apoyar la cabeza contra la cama sólo con el fin de poder lamer la piel de su cuello antes de morderla al mismo tiempo que la acariciaba. Yuuri creyó que ese era el fin así que pensó en cerrar los ojos hasta que todo terminara, más no tuvo que hacerlo porque después de sentir como algo pesado era colocado en su cuello, el alfa se puso de pie y dejó la habitación diciéndole que tenía prohibido quitarse el collar.
Esa noche Yuuri también percibió el olor a alcohol que Yura dejó al marcharse.
Desde ese momento, el moreno sólo se quitaba el collar para bañarse y cuando iba donde Madame Toussiant.
¿Qué tramaba el rubio al actuar así? ¿Seguía pensando que él era un tonto y que podía jugar con sus sentimientos como antes? ¿Por qué insistía en llevarlo a "L´Oasis" si era obvio que eso le molestaba? ¿Hasta cuando lo obligaría a estar cerca de él?
Yuuri no conocía las respuestas a ninguna de sus interrogantes, más deseaba que todo se arreglara lo antes posible.
Y es que Yuuri no sabía cuánto tiempo más podría resistir a la seductora forma en la que era observado por el amo, si bien estaba seguro de ya no sentir nada por el alfa que era su dueño, era inevitable recordar el placer que ese bello y cruel monstruo le había enseñado.
Después de todo lo que había pasado y para ese momento de su vida, Yuuri estaba bastante seguro que detrás de tanto tortuoso éxtasis experimentado junto al alfa, su cuerpo no dejaría de añorar ser tocado por esa brutal pasión con la que Yuri invadió sus sentidos durante años.
¿Quizás se había convertido en otro pervertido más dentro del mundo? Si, era muy probable. Pero lo cierto era que de vez en cuando deseaba que el alfa le mintiera con su ronca voz cargada de deseo con la única intención de llevarlo a su cama.
Este pensamiento a veces le resultaba bastante contradictorio, pues algunas veces temía ser tratado como un objeto y otras veces deseaba que sus sentidos quedaran aturdidos gracias a la intensidad con la que el rubio siempre tuvo sexo con él.
Sin embargo, y pese a que se había dicho que debía olvidarlo, seguía pensando en la actitud del amo durante su último celo.
En ocasiones anteriores, nada había detenido al ruso para satisfacer con él sus deseos y caprichos aprovechándose de la fuerte necesidad que tenía y sentía por ser tomado por algún alfa, pero esta ultima vez aunque le rogó, el hombre no lo tocó.
Yuuri estaba seguro de que había visto al imponente y cruel hombre llorar cuando gimió tratando de llegar a su entrepierna, no tenía duda de lo que pasó en ese momento más sí sobre lo que llegó después: Yura no volvió a tocarlo.
¿Por qué había llorado? ¿Tendría alguna relación con el cansancio que poco a poco se empezaba a notar en él? El japonés volvió a mirar hacia al alfa; éste se masajeaba las sienes mientras observaba los papeles que estaban frente a él.
En ese instante, sintiendo que era observado, Yura le devolvió la mirada al omega.
Esos cristalinos ojos que lo miraron tantas veces, en ocasiones con burla o con molestia, con deseo y lujuria, ahora permanecían clavados en él y ahora era él quien no tenía intención alguna de mostrarse débil para apartar la vista. Yuri simplemente lo miraba sin ningún tipo de expresión que delatara lo que pensaba.
Pero, aunque el amo fuera alguien incomprensible y difícil de leer, Yuuri podía notar algo en esos fríos ojos, algo que de alguna manera lo estremecía: esos verdes ojos lo miraban del mismo modo cuando el sexo del amo se abría paso lentamente en su interior.
Yuuri no podía describir exactamente la sensación que reinaba en su interior en ese instante, pero sí podía decir que Yura estaba atento a él de una forma que no le gustaba, porque se sentía arrastrado hacia el torbellino de emociones que resultaba ser el alfa.
¿En verdad tenía que verlo con esos ojos oscurecidos de deseo y cargados de emoción como si lo estuviera penetrando? ¿No tenía cosas más importantes e interesantes que hacer más que mirarlo con excitación? ¿También estaría pensando en las innumerables ocasiones en las que lo tomó en ese despacho mientras le decía burlón que no podía gemir para nadie más que no fuera él?
—Vete —le dijo a Yuuri después de unos minutos.
El omega se puso de pie sin decir nada y abandonó el sillón donde estuvo sentado junto al libro que le gustó y que deseaba poder terminar pronto. Estaba a punto de salir del despacho cuando sintió un suave golpecito en su hombro; instintivamente volteó a ver quién lo había golpeado.
—Tómalo —Yuri le dio el libro y volvió a su lugar sin decirle nada más.
Yuuri notó con más claridad el cansancio que se acumulaba sobre los hombros del alfa pero tampoco dijo más, sólo tomó el libro que pertenecía a la colección privada de su amo y se fue a su habitación.
¿Era su imaginación o el amo olía diferente?
Ya que ese día Lilia le había dicho que no tenía con que mantenerlo ocupado, el omega decidió quedarse en su habitación para terminar con su lectura, así, una vez llegó a ella, Yuuri se acomodó en el diván que estaba bajo la ventana y retomó la historia.
“Aprovecha que estás cosas no duran para siempre” le decía Tránsito a su hijo en un deseo de darle consuelo al caer en esa horrible enfermedad llamada amor. Yuuri meditó bien esa línea y se dijo que si meses atrás hubiera leído ese maternal consejo, sin duda alguna hubiera confundido aún más el insano deseo que el amo le hacía sentir y por ello, habría continuado aferrándose a lo que llamó amor.
Bueno, al menos era un alivio saber que ya no confundía las cosas ni que esperaba por algo que jamás iba a pasar, pero aún así Yuuri se preguntó si Florentino seguiría esperando por Fermina de la misma forma en la que él espero por el amo.
—Ojalá no lo haga —dijo el omega— o único que conseguirá es seguir sufriendo si la sigue esperando.
Yuuri continúo leyendo por varias horas, sólo se distrajo cuando Lilia le pidió ayuda para servir la cena.
Como ya era una nueva costumbre, los únicos que cenaron en la mansión fueron los trabajadores que vivían ahí, Mila, Otabek, Lilia y Yuuri; Seung iba ocasionalmente con Pichit, pero sólo cuando sabía que el rubio no se encontraba. En cuanto al amo, él ya no comía cuando estaba en casa, y si lo hacía pocas veces dejaba evidencia de ello; aquel comportamiento molestaba al kazajo que discutía constantemente con sus hermanos acerca de la decisión que cada uno tomaba al marcar una distancia entre ellos.
—Otabek no tolera que estén separados, pero es Yuri quién ha decido que sea así —le dijo Lilia a Yuuri en una ocasión en la que escucharon a los alfas discutir—. Sigue sin respetar los deseos de Nikolai.
Lilia no le dijo más a Yuuri aunque sabía que el chico no entendería a qué se refería. La mujer creía que era mejor no involucrar más al omega con el mar de problemas en los que se mezclaba el jefe de la familia; además, aunque se tomará el tiempo necesario para explicarle la complejidad de las emociones que reinaban en el rubio, Lilia estaba segura de que no le haría ningún bien a Yuuri.
Por su parte, Yuuri prefería no sentir más curiosidad por el sujeto que durante seis años hizo lo que quiso con sus sentimientos y su cuerpo, pues así no buscaba una explicación para cada acto incomprensible del rubio. Era muy consciente que su deseo por entender al amo fue lo que lo condujo a querer estar más cerca de él, sabía que si insistía en albergar algún tipo de emoción -aunque fuese sexual- seguiría esperando algo del alfa que evidentemente jamás se preocupó por otra cosa que no fuera su propia satisfacción.
Madame Toussaint le había dicho que no debía bajar la guardia bajo ninguna circunstancia cuando se trataba del rubio, ella le advirtió que hombres como Yuri Plisetsky no tenían corazón y si por milagro lo poseían, este no era más que un corazón roto y egoísta, uno que buscaba solamente saciar sus propios deseos sin importar lo que pasara con los que lo rodeaban.
Colette y Lilia le dijeron lo mismo sobre el amo: era una bestia que no se detendría por nada, era una bestia que desgarraba lentamente a sus víctimas hasta destruirlas lentamente.
Yuuri lo entendía bien porque él fue consumido poco a poco por ese bello monstruo, que fingió con maestría tener algún sentimiento mientras que todo lo que hizo fue usarlo como carnada para atraer a sus enemigos a la trampa pese a saber que acabaría lastimado...
De nada servía pensar en el pasado, así que Yuuri continuaba olvidando el falso amor que le tuvo al amo cuando éste lo acariciaba por las noches o cuando lo hizo sentir especial cada vez que lo besaba suavemente; desterraba de sus memorias cada ocasión en la que el ruso tuvo sexo con él tan delicadamente que pensó que hacían el amor, pero sobre todo, olvidaba las falsas súplicas del hombre cuando le pidió que se quedará con él.
Ya no debía voltear la mirada atrás pese a que a veces deseaba volver a ser tomado por el amo, no se permitiría flaquear porque sabía que sólo debía esperar un poco más antes de ser libre.
Después de la cena, el japonés ayudó con los platos sucios y le hizo compañía a Lilia mientras ella organizaba los deberes del día siguiente, fue en ese momento cuando con pesar comentó que los jardines se marchitaban sin el cuidado adecuado, por lo que el omega preguntó si no pensaba decirles a los jardineros que le prestaran más atención a las flores que tanto le gustaban.
—La única razón por la cual hubo jardineros fue porque Yura sabía que pasabas mucho tiempo ahí —contesto Lilia—. Ahora que sabe que no estás más en los jardines volvió a prohibir que se ocupen de ellos.
—¿Por qué haría algo así, Lilia? —quiso saber Yuuri con cierto interés.
—Porque es caprichoso y sabe que ya no puede obtener nada de ti, cariño —repuso la alfa corrigiendo rápidamente su error.
Esa explicación le bastó al omega que estaba seguro de que las palabras de Lilia eran ciertas. Por eso no le prestó más atención al asunto y siguió con la mujer hasta las 22:48, hora en la que cada uno se retiró para dormir en su propia habitación.
Pese a que era tarde, Yuuri decidió tomar un baño antes de irse a dormir, deseaba relajarse un poco antes de acostarse en su cama para seguir leyendo hasta quedarse dormido. Con ese pensamiento en mente y seguro que nadie irrumpiría en su habitación, se quitó el molesto collar que se ponía apenas despertaba y se desnudó antes de llegar a la regadera.
El chico se dio su tiempo para masajearse el cuello bajo el chorro de agua tibia que se llevaba su casi nulo cansancio. Debía admitir que Lilia ya no le encomendaba muchas cosas porque no tenía sentido que lo hiciera si al final el amo llegaba e imponía su voluntad sobre las decisiones tomadas por el ama de llaves, así que en verdad era frustrante no tener mucho más que hacer y tan solo esperar ir a “L’ Oasis” y ser llamado por el amo.
Cuando salió del baño el omega fue al gran vestidor que poseía a buscar algún pijama que ponerse esa noche. Mientras buscaba entre la sencilla ropa comprada por Lilia para él, se topó con varios de los objetos que el ruso dejaba en su habitación cuando él no estaba.
—No volveré a caer —se dijo Yuuri contemplando cada obsequio que él alfa le llevó.
Aunque le sorprendía la precisión del amo al momento de elegir con qué absurdo objeto trataría de ganarse su confianza nuevamente, el omega no pensaba creer de nuevo en sus mentiras.
Yuuri había sufrido demasiado como para volver a confiar en el tipo que lo manipuló desde un principio, ese hombre destruyó una y otra vez sus sentimientos sólo para volver a construirlos y con la única intención de hacerlo dependiente de él para al final tenerlo en la palma de su mano bailando al ritmo que él marcaba, burlándose de su amor y entregándolo a sus enemigos para ganar más poder…
Una pequeña y traicionera lágrima escapó de los castaños ojos de Yuuri. Era inevitable que siguiera doliendo haberse enamorado de un monstruo.
Yuuri se puso un pijama azul y se acostó a dormir desechando cualquier pensamiento que pudiera tener sobre el amo, suspirando se giró sobre su izquierda para encontrarse con el libro que dejó al lado de su almohada sonriendo al pensar que después de todo, enfermarse de cólera era mejor que enfermarse de amor y cerrando sus ojos.
Las suaves y distantes notas de un piano despertaron a Yuuri, el moreno parpadeó un par de veces antes de sentarse sobre su cama para afinar el oído y comprobar que no seguía dormido. Escuchó la bella melodía que era tocada con maestría no muy lejos de donde él se encontraba, por lo que continuó sin moverse ni un milímetro del lugar donde estaba sentado, y volvió a cerrar los ojos para que la música llegara totalmente a él.
De nuevo era una melodía delicada y triste, de nuevo en medio de la noche y sin que nadie se lo esperara. Bueno, eso no era del todo verdad, pues el único omega que residía en la gran mansión Plisetsky contaba el tiempo que pasaba antes de volver a oír como alguien tocaba el piano entre el silencio y la oscuridad de la noche alumbrada apenas por la luna. El omega era el único que despertaba y no volvía a dormir hasta que el piano dejaba de sonar.
Yuuri abrazó sus piernas. Tenía deseos de salir de su habitación e ir hasta el salón de fiestas de la casa para comprobar quién tocaba por las noches esa bella música que se robaba toda su atención, pero no quería salir por el temor de lo que pudiera pasar, las posibilidades de que fuera una emboscada eran grandes y él ya había comprobado que la bestia era paciente y estaba dispuesta a esperar el tiempo necesario antes de hundir sus fauces en él.
La primera canción -la que despertó a Yuuri- terminó sólo para que casi inmediatamente después otra empezara a sonar. Ésta también era delicada y nostálgica, el distante eco de ella sonando en algún punto distante de la mansión llegaba al chico que en verdad quería oír con mayor precisión aquella bonita melodía pese al riesgo que implicaba, así que poniéndose de nuevo su horrible collar negro, se calzó con unas pantuflas y un suéter extra que lo abrigada contra el frío y salió de su habitación.
La mansión estaba en completa calma, la única persona que vagaba por sus pasillos era el omega que se rendía a su curiosidad y que intentaba no hacer ruido que delatara su paseo nocturno, mas era ridículo pensar que alguien lo encontraría vagando, no cuando las notas del piano cubrían cada rincón de la casa.
Mientras más se acercaba Yuuri al salón de fiestas, más claramente podía escuchar la bella y dolorosa canción que era tocada con gran destreza esa noche. ¿Cuántas piezas como esa conocía? ¿Por qué tocaba el piano en lugar de descansar un poco? ¿Qué tramaba al hacerlo? Se preguntaba el chico cuando llegó al salón de fiestas de la mansión.
Yuuri se asomó por la puerta entreabierta del salón con la intención de observar al hombre que tocaba el piano a mitad de la noche en el momento menos esperado.
Sus largos y rubios cabellos caían por sus hombros y rostro mientras sus ágiles dedos se deslizaban por las teclas del piano. Yuuri no podía ver bien su expresión pero suponía que ésta debía ser la misma cara serena que le mostró el alfa durante el día cuando sus ojos se encontraron, podía imaginárselo con sus verdes ojos atentos al movimiento de sus manos, con esa mirada que jamás delataba si estaba feliz o enojado, si el cansancio mermaba su espíritu o si sufría.
Pero su perfume sí lo hacía. Yuuri percibió -bajo el olor a brandy- un olor cargado de nostalgia y dolor, un olor que hablaba por el amo y que revelaba que el poderoso e intimidante alfa se resquebrajaba desde su interior y que pese al tormento que eso podía suponer, no le decía nada a nadie, sencillamente continuaba con su vida y tocaba esas dolorosas canciones mientras Yuuri lo escuchaba.
—Yuri fue el único que aprendió a tocar el piano –la voz de Seung sorprendió a Yuuri—. Nikolai trató de enseñarnos a los tres, pero sólo Yuri aprendió a tocar mejor que el abuelo.
El omega observó la dolorosa expresión del alfa que permanecía de pie al otro lado de la puerta. No sabía que Seung estaban en la mansión y eso lo sorprendía, pues tenía entendido que Seung y Yuri mantenían una gran distancia entre ellos gracias a sus diferencias.
Pero, si era así, ¿Por qué Seung se mostraba dolido ante la actitud del rubio? La triste canción continuaba así como la concentración del alfa que ignoraba a sus silenciosos espectadores.
—Hacía once años que Yuri no tocaba el piano –le dijo Seung al omega—. Qué pena que ahora lo haga.
¿A qué se refería el coreano? Yuuri quiso preguntarle al hombre qué significaban sus palabras, más no pudo hacerlo porque una nueva canción empezó a sonar. Esta era un poco más alegre que las anteriores, pero aún se sentía como un silencioso lamento que inundaba la mansión Plisetsky.
Las notas eran más armoniosas y vibrantes, el ritmo no era tan lento y se podía decir que generaba un sentimiento agridulce en el omega. Quizás fue por eso que el chico decidió quedarse un poco más en el oscuro pasillo y a mitad de la noche donde estaba escuchando las mágicas notas de un piano que aún no moría como lo había pensado Yuuri.
Si cerraba los ojos y abrazaba sus piernas, Yuuri sentía aquellas notas del piano como un lamento que era acompañado por el perfume del alfa que poco a poco perdía su intimidante porte y aspecto; Yuuri sabía que el amo no dormía mucho, pues cuando no lo observaba dormir en silencio sentado junto a su cama, tocaba el piano de esa dulce y dolorosa manera hasta que amanecía.
Era por eso que el omega deseaba más que nada salir de esa enorme y lujosa mansión donde era un bien más del amo. Ya no tenía ningún sentimiento por ese hombre y sin embargo, en esas ocasiones en las que podía sentir el dolor y la soledad del alfa que destruyó cruelmente su corazón, éste flaqueaba y se preguntaba qué pasaría con esa bestia si huía a donde no lo pudiera encontrar.
—Quizas también enfermé de cólera… —dijo Yuuri escuchando las notas del piano.
—Yura enfermó de algo peor —le contesto Seung—. Cuando te vayas jamás, volverá a tocar el piano.
Seung miró fijamente a Yuuri antes de irse, estaba por amanecer y él debía ocuparse de mantener a flote los negocios que aún le quedaban a él y a sus hermanos. Sin embargo, aún esperaba que Yuuri entendiera, de la misma forma en la que Otabek y Lilia lo entendían, que esas serenatas nocturnas eran solo para él.
Poco después de que Seung volviera a su habitación dejando al omega solo, la última pieza tocada con tanta perfección llegó a su fin muriendo en una sola nota baja, tan baja como el último latido de un corazón, muy lento y doloroso.
El piano dejó de oírse y las antes vibrantes e hipnotizantes notas cargadas de melancolía, murieron con la noche; nada más que el eco de la respiración del moreno se escuchó en la mansión Plisetsky.
Yuuri permaneció unos minutos más en el pasillo esperando sin saber qué esperaba, sintiendo sin saber qué sentía pero con la absoluta seguridad que ese lamento ya no lo afectaba.
Yura continúo inmóvil hasta que sintió que Yuuri se había ido.
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¿Quién eres?
FanfictionYuuri le temía a aquel frío y cruel hombre, sin embargo lo amaba. ¿Quién eres realmente, Yuri? Editado por la bellisíma @Aoi0000 Ninguno de los personajes de Yuri on Ice me pertenecen, solamente los tomo prestados a modo recreativo.