Sombras

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Yuri había tomado conciencia de lo problemático que era tener un omega en una casa casi llena en su totalidad de alfas, cuando el chico japonés que le quitó a Viktor empezó a tener sus celos.

El rubio jamás había convivido con un omega durante tanto tiempo, pues aunque llegaba a verlos y a estar cerca de suyo cuando algunos de sus socios llevaban chicas y chicos de compañía, jamás se intereso en ellos de manera más profunda. Siempre que Yuri quería sexo elegía a una de las mujeres que sin dudar abría sus piernas para él, así que no entendía qué valor especial tenían los omegas a parte de ser un instrumento de placer para alfas y betas, cuando les llegaba su temporada de calor.

Sin embargo, con el primer celo de Yuuri, el rubio empezó a sentir curiosidad por el chico.

Yuri se molesto en un principio al tener que permitir que el omega se escondiera en su habitación, más pensó que eso era preferible a tener a Lilia sobre él quejándose todo el tiempo por su falta de interés en la seguridad del moreno. Así, dejó que Yuuri y su excitante olor invadieran sus pensamientos y su habitación.

El alfa recordaba muy bien el momento exacto cuando empezó a fantasear con Yuuri, y lo recordaba porque en ese instante le enfureció mucho pensar en ése tímido niño que le temía como si fuera la muerte misma, cuando se follaba a una sexy chica rubia de grandes pechos. Por más que quiso concentrarse en ese generoso y torneado cuerpo que se abría para él, Yuri no pudo evitar pensar en el tipo de expresión que tendría el japonés al ser tocado por sus manos.

Tampoco ayudó que el ruso hubiera empezado a hacerse consciente de los cambios en el perfume del chico, pues apenas sentía que estaba asustado y él no era la razón, Yura paraba todo lo que hacia para buscar saber qué mierda le pasaba a Yuuri, pues le era imposible concentrarse en sus negocios con ese dulce y cambiante aroma rondando por cada rincón de la mansión.

En esa época Seung le aconsejo al ruso llevar al omega con un doctor, pues suponía que al verse rodeado de tantos alfas, el instinto de Yuuri empezaba a buscar una pareja. Claro que el rubio reaccionó de mala gana diciéndole al coreano que si todo el problema era tener quién se lo cogiera, él no tendría ningún problema con que Seung o Beka se tirarán al chico, estaba dispuesto a lo que fuera con tal de tener paz cada vez que Yuuri entraba en celo.

-Puedo intentarlo -fue la respuesta de Otabek ante el ofrecimiento de Yuri.

Pero, pese a que el kazajo fue amable y considerado con Yuuri, éste pareció no estar dispuesto a dejar que el alfa tuviera sexo con él. Aquella respuesta enfado aún más al malhumorado rubio que no había tenido un buen polvo en semanas, pues desde su punto de vista, Yuuri debía hacer lo que se le ordenaba, y eso incluía acostarse con alguien para dejar de ser un molesto parásito que invadía la habitación del rubio cada par de meses.

Yuuri no entendía qué se esperaba de él, pero le tenía mucho miedo a los alfas y todo era cortesía de las cosas que había visto en la casa Nikiforov. El chico sabía que cuando un omega presentaba los primeros síntomas de su celo, era enviado a uno de los burdeles de Viktor para sacarle mayor provecho a su situación; también sabía que los pocos omegas vírgenes que llegaban a la mansión del platinado eran subastados, pues a muchos les parecía muy atractiva la idea de tomar la primera vez de un omega.

Así, Yuuri temía lo que le pudiera pasar entre las paredes de su nuevo amo, pues aunque Viktor le había dicho que él tomaría su virginidad y lo marcaría, ahora era propiedad de un cruel hombre que lo miraba con repulsión cada vez que se encontraban en el mismo lugar.

Yura sabía que aterrorizaba al omega, y si bien no le importaba su opinión, empezaba a perder la paciencia que le tenía, sobre todo cada vez que su celo estaba por llegar él era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera probar la piel del chico.

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