Rechazo

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-Está indispuesto, Yuri -le dijo Otabek al rubio que lo miraba fijamente sentado frente a su escritorio.

-Es una orden, no una petición ni una sugerencia -repuso Yuri fríamente.

-Entonces ve con Lilia, ella me dijo que no se siente bien -el kazajo no se inmutaba ante la amenazadora presencia del ruso.

-Claro, será divertido... -el alfa de cristalinos ojos sonrió de lado mientras se ponía en pie.

Yuri salió de su despacho decidido a hacer que sus órdenes se cumplieran; no le importaba la opinión de Otabek o de Lilia, él había exigido que Yuuri fuera a verlo, y una negativa de su parte no sería aceptada, mucho menos cuando era obvio que los demás moradores de la mansión trataban de mantener al chico lejos de él.

Casi habían pasado tres meses desde el secuestro de Yuuri, y si bien el ruso se mantuvo al margen de su recuperación la mayor parte del tiempo, ahora que sabía que el moreno empezaba a salir de la habitación donde se escondió de todos y de todo, no tenía la más mínima intención de mostrar empatía por él. A Yuri le daba lo mismo ser considerado un hijo de perra, haría lo que fuera necesario para matar todos los sentimientos que durante las noches lo agobiaban.

Nadie lo sabía, pero Yuri lloraba la pérdida de su familia cada noche que estaba en la soledad de su habitación, siendo incapaz de perdonarse por haberlos herido de tan brutal manera. Añoraba sentir el suave y dulce perfume de Yuuri entre sus sábanas e incluso sobre su piel, moría por sentir sus tímidos dedos acariciándolo, buscaba en el silencio la voz del chico mientras cantaba, quería verlo moverse con alegría por los jardines, de la misma forma en la que anhelaba contemplar nuevamente su sonrisa...

Pero todos aquellos placeres que disfrutó en silencio ahora eran reemplazados por el amargo alcohol que bebía hasta desfallecer, pues sólo así lograba cerrar los ojos sin ver a su Yuuri y a su hijo siendo arrebatados de sus manos por la misma bestia que tiempo atrás deseó consumir todo de ellos.

Yura odiaba sentirse tan mal y no ser capaz de superar su dolor, por eso buscaba la manera más rápida de dejar de sentir el doloroso amor que lo unía a Yuuri.

El alfa entró a la habitación de Lilia sin importarle que la mujer estuviera en ella o no, solamente iba por el chico que creía que podía refugiarse con la ama de llaves para evitarlo, por lo que avanzó hacia el baño del lugar, sitio donde el omega se escondía de su furia.

-Te di una maldita orden -dijo el rubio pateando con fuerza la puerta del baño.

Yuuri se encogió involuntariamente ante el estruendo, recordando el miedo que lo llenó al tener los ojos cubiertos pero siendo consciente de su entorno gracias a los ruidos que lo rodeaban. El alfa percibió el dolor y temor que brotaban de Yuuri, más los ignoró mientras hablaba con furia.

-¿Qué mierda esperas, ah? ¡Muévete! -Yuri tiró del delgado y tembloroso brazo derecho del japonés, obligándolo a caminar.

Una pequeña lágrima escapó de Yuuri mientras su cuerpo entero temblaba.

-¡Detente, Yuri! -grito Lilia-. Déjalo en paz.

Los ojos de la mujer reflejaban el enojo que sentía en ese momento, más aquello no le preocupaba ni interesaba al rubio.

-¿Ah? No olvides que soy el amo de este lugar, Lilia... -contesto Yuri fríamente-. Tus órdenes me importan una mierda.

-Suelta a Yuuri -repuso la mujer con la misma frialdad.

-Oblígame -la cruel sonrisa del alfa heló aún más a Yuuri, mientras que enfureció a Lilia.

-...Yuri -Lilia sabía que no poseía ni la mitad de la fuerza del rubio, por lo que no podía hacer nada contra él, mucho menos si no portaba un arma.

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