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Yuuri cerraba la caja fuerte que había en el despacho del rubio, acababa de poner dentro de ella unos documentos que Beka le entregó en su habitación. El kazajo sólo tocó a su puerta y le dijo -una vez que atendió al llamado-, que Yura le enviaba eso.

El moreno ya estaba acostumbrado a recibir ese tipo de órdenes del ruso, pero aún le costaba lidiar con el hecho de tener algunas miradas curiosas sobre él, cada vez que debía guardar algo en la oficina del jefe de la mansión. Lilia solía decirle que fuera discreto a la hora de entrar al despacho de Yuri, y si bien la mayoría de las veces lograba serlo, en algunas ocasiones -como la que ocurrió ese día-, el tamaño de los paquetes que debía guardar le impedían no levantar sospechas.

Yuuri también pensaba que era un poco absurdo tratar de ocultar aquellas acciones a los demás trabajadores de la mansión, pues todos sabían bastante bien qué tipo de relación mantenía con Yura, todo cortesía del alfa y sus impulsos por tener sexo en cualquier lado. Aún así, era tan discreto como podía.

Cuando salió de la oficina, el omega se topó con Fedya, un alfa de oscuros ojos y negro cabello, que era uno de los encargados de vigilar a los empleados que entraban y salían de la propiedad. Yuuri no podía decir que aquel hombre le agradaba o no, pues su trato con él era más bien escaso y solía ser cortés; sin embargo, en raras ocasiones conversaban un poco más de lo usual.

Ésa tarde, Fedya acompañó a Yuuri hasta la cocina, lugar donde Lilia estaba esperando al omega. Cuando llegaron a su destino, el alfa se despido del japonés y continuó con su trabajo.

Una vez que el omega se situó al lado de Mila y Lilia, saludó a ambas mujeres con calma. La mujer mayor le pregunto a Yuuri si ya había terminado de estudiar; el moreno le dijo que después de tres horas metido en sus libros, necesitaba un descanso.

-En ese caso, ve a lavarte las manos -le ordenó Lilia a Yuuri.

-Claro, ¿qué va a preparar? -quiso saber Yuuri mientras obedecía las ordenes del ama de llaves.

-Creo que preparará pirozhkis -repuso Mila con una sonrisa.

-Oh, ya veo… -Yuuri sabía que la comida favorita del rubio, eran los pirozhkis.

-Quizás así Yura deje de estar de tan mal humor… -contesto Lilia mientras sacaba todos los ingredientes que necesitaban, de la despensa.

Yuuri no dijo nada, pues sabía a qué se refería Lilia.

Desde al accidente que tuvo lugar en Suiza, Yura estaba de muy mal humor. Cuando termino la primera noche de aquel desagradable viaje, Yuuri en verdad temió quedarse a solas con el ruso, sobre todo por lo que había hecho en su ausencia. Pero Yura apenas le había dirigido la palabra cuando volvieron a su habitación, tampoco lo había tocado más que lo que se podía considerar necesario, como cuando debió ser un bonito acompañante la segunda noche de su estadía en Suiza.

Sin embargo, Yuuri también estaba dolido y molesto, sobre todo porqué el rubio pudo haber hecho algo para evitar que Viktor y JJ llegaran tan lejos, pero en vez de eso, se quedó sin hacer nada aunque él estuvo tan asustado. Simplemente no entendía porqué su amo -que antes actuó violentamente cuando otros lo tocaron-, esa noche decidió que no le importaba lo que fuera de él. Yuuri en verdad deseó ser salvado por Yura.

En un principio, Yuuri creyó que todo había sido su culpa, por lo que estuvo a punto de disculparse, más fue la cruel actitud que Yura mostró, la que lo hizo desistir. Como si no hubiera tenido suficiente con su amarga experiencia con el otro ruso y el canadiense, Yuuri debió acompañar a Chris casi todo el día siguiente a lo que llamo, la peor noche de su vida. Chris no se propaso con él, pero sí fue incómodo para Yuuri recibir las atenciones del suizo, como cuando fueron a comer a un lujoso restaurante y el rubio le regalo un bonito ramo de rosas blancas.

Pero lo que más hirió a Yuuri, fue percatarse de que Yura había estado con otros omegas en su ausencia.
La fuerte punzada que sintió en su pecho, fue enorme y dolorosa, aún más cuando se le ordenó prepararse para la última noche que estarían en Suiza. Yura no se molesto en esconder la ropa que los omegas que compartieron cama con él, dejaron en la suelo de la habitación, mucho menos le importo que Yuuri pudiera ver los condones usados en el baño.

El omega debió llorar rápido y en silencio mientras se bañaba.

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