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~Mika~

Me parecía absolutamente loco que estuviéramos en mi casa.  En la casa en la que crecí.

Jamás se me hubiese cruzado por la cabeza que estaría nuevamente aquí.

Pero aquí estábamos no muy lejos de la casa de mis padres.

No quería retrasar lo que tenía que hacer hoy, tan pronto como dejamos nuestro equipaje, nos pusimos en camino. No les dije a mis padres que iba a venir, así que no tenía idea de si realmente estarían en casa.

Los demas se quedaron en la casa de los papas de Anna. Insisti en que podia hacerlo sola pero Theo a regaña dientes quiso acompañarme y en cierto punto lo agradezco.

Theo silbo mientras seguía el camino alrededor de una curva, y la estancia de mis padres quedaba a la vista.

-Que hermosa casa.

-Lo es realmente -le dije mientras mi mirada se arrastraba sobre el césped, y luego sobre la estructura de ladrillo macizo.

Aparcó el coche en el centro de la calzada circular, cerca de la glorieta. Mirándola, sonrió ligeramente.

Tomé una respiración profunda, nerviosa, pero decidida. -Puedo hacer esto.

-Tú puedes. -Me apretó la rodilla con suavidad-. ¿Segura que no quieres que entre contigo?

-Segura -Lo miré, sonriendo. Por supuesto que lo quería allí conmigo-. Necesito hacer esto por mí misma.

Se recostó en el asiento. -Si cambias de opinión, solo envía un mensaje y me tendrás allí.

Me incliné, besándolo suavemente. -Eres increíble, amor.

Sus labios se curvaron contra los míos. -Así como lo eres tú, cielo.

Lo besé otra vez, luego abrí la puerta y salí. Si me quedaba un segundo más, cambiaría de opinión. Mientras cerraba la puerta, pero me detuvo.

-Solo recuerda una cosa. Digan lo que digan. No cambia el hecho de que eres una mujer hermosa y fuerte, y nada de lo que pasó fue culpa tuya.

Las lágrimas llenaron mis ojos.
-Gracias.

Hizo un guiño. -Ahora ve y demuestrales que eres fuerte.

Dándole una sonrisa floja, me di la vuelta y subí las anchas escaleras y crucé el porche. Levanté la mano para golpear y luego sacudí la cabeza. Metí la mano en mi bolsillo y saqué la llave.

No necesitaba tocar la puerta.

La cerradura cedió y con una mirada más atrás, a donde él estaba, y entréa la casa.

Nada había cambiado. Todo estaba igual.

Esa fue mi primera impresión mientras cerraba la puerta silenciosamente tras de mí.

Todo estaba limpio y brillante. No había olores o sonidos. Caminé bajo la araña de oro y entré en la antigua sala de estar.

- ¿Mamá? -Silencio.- ¿Papá?

Suspiré mientras pasaba por los muebles blancos de mi madre por los que haría un escandalo si alguien se atrevía a sentarse en ellos.

Revisé el comedor y la sala de estar. Y alli la vi.

Ella estaba de pie en el umbral de la puerta entre la cocina y el comedor, vestida con pantalones de lino de color beige y una blusa blanca escondida. Su cabello negro estaba peinado, con el rostro vacío de cualquier línea o imperfección física.

Locuras Contigo -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora