Discutimos un largo rato, como quien discute de política.
La mujer dijo entonces:
-Respira, siente cómo se hinchan tus pulmones, suelta el aire. Toca con tus dedos la mesa ¿es cálida? ¿es fría? ¿Qué sientes? Mira por la ventana ¿no es una vista hermosa? ¿no adoras el viento en tu rostro, el sonido del tren, las voces pasajeras? Toma tu café. Pasará por tu garganta. Ve cómo te quema, saborea su consistencia. Deja la taza. ¿Conoces su peso? ¿Hay diferencia si es de plástico, de vidrio o de cerámica? Observa tu cuerpo ¿Qué amas más de él? ¿tus ojos, tus piernas, tus manos? ¿Y qué es lo que más odias? ¿Tu piel, tu espalda, tu cuello? Siente la saliva en tu boca, siente cómo se te eriza la piel con una canción, siente las emociones, los olores y sonidos. Y todo eso pasa sólamente en tu departamento. Éste que tanto te costó pagar. ¿Recuerdas el sentimiento cuando lo obtuviste? ¿Qué pasó por tu mente? ¿Recuerdas el orgullo?
Ésta es la vida. Ésta que tú decides vivir. Si te vas con él ahora, y adelantas tu tiempo, perderás todas las cosas bellas e insignificantes que pudiste sentir algún día.