Anduve lentamente. Primero toqué la punta de sus pies, y arrastré mis dedos por sus piernas perfectas. Llegué lentamente hacia su abdomen desnudo, y ondularon mis palmas por sus brazos tatuados. Entonces coloqué la mano sobre sus labios. Sabía que no gritaría, pero temía que se asustara.
Abrió aquellos ojos azules hermosísimos y sonrió. Luego se les llenaron de lágrimas.
Caí a su lado. A sus brazos. Me tomó con fuerza.
Era el momento más increíble de mi vida entera.
-Te amo -fue lo que pudo decir.
-Te amo -fue lo que pude responder.