Recorrí su cuerpo con mis dedos, toqué su torso desnudo, jamás dejé de mirarlo a los ojos.
¡Cuánta belleza había sólo en esa habitación! Era impresionante cómo mi insignificante departamento guardaba uno de los secretos más importantes de la existencia humana. Y, además, el ser que más amaba sobre la faz de la tierra.
-Repítelo -pidió.
-Te amo -susurré.
-¡Dilo alto! -gritó.
-¡Te amo! -grité.
Mi voz recorrió todo el universo.