Era ella, aún vestida con bellas joyas y ropas de oro. Sus ojos negros me miraron.
-¿Cuánto lo extrañaré? -dije -es tan doloroso pensarlo que siquiera lo sé.
-Lo amabas verdaderamente.
-¡Tanto! -y suspiré -ha sido el único, y siempre lo será.
-Pero me elegiste a mí -habló maravillada.
Fruncí el ceño y negué.
-Claro que no -dije -me elegí a mí.
Levantó una ceja.
-¿Te arrepientes?
Me mordí el labio inferior.
-El tiempo lo decidirá. Es momento de hacer algo con mi vida.