-Tendré la condena de vivir por siempre. Nadie quiere existir eternamente -y pensé -al menos que la eternidad pueda compartirse.
-¿Decides aceptar el trabajo de cargar las almas de los fallecidos? -preguntó ella -prometo darte lo que deseas.
Sonreí.
-Quién diría que la vida es una manipuladora.
Pensé unos instantes.