Suspiró.
-Le temo a los tuyos. Los humanos. Soy mi propio tormento, pero ellos son mi pánico. Más cuando debo llevarme a los pequeños, o a todos los que siguen amando. A veces se parecen a ti. Aquellos, los que no me temen, cuando los busco no paran de mirarme firmemente, y veo sus almas llorosas, y pido disculpas por darles la triste noticia del final. Pero por otro lado los envidio ¡Son libres! ¡Tan hermosos! Los controlo, los hago míos, pero jamás podré ser de carne y hueso, respiar con pulmones, correr con dos piernas, pensar con la cabeza, soñar sin miedos.